El concepto de que el dinero acarrea felicidad ha sido ampliamente explotado por las campañas publicitarias de las loterías. En contraposición, hay quienes adhieren al dicho popular “el dinero no hace la felicidad”. Ambas posturas -aparentemente antagónicas- acumulan evidencias a favor y en contra.
Martin Seligman, famoso psicólogo y escritor estadounidense, realizó un
estudio con personas a las que les había tocado la lotería y descubrió que los agraciados, en el momento de enterarse que les habían ganado un premio gordo, reaccionaban con una gran euforia, pero pasado un año volvían a su línea base de felicidad. Es decir que el que era feliz lo seguía siendo y el que antes de que le tocara el premio no era feliz, se había convertido en un millonario… infeliz.
¿SOCIEDADES RICA Y FELICES?
Algunos estudios desvelan que existe correlación entre riqueza y felicidad en las distintas sociedades; de tal manera que las naciones ricas son más felices que las pobres. Esto es cierto pero con matices que corroboran lo dicho hasta ahora.
A partir de cierto nivel de ingresos, estas diferencias desaparecen. Un portugués con una renta per cápita de 22.540$ no es en absoluto menos feliz que un noruego con una renta per cápita de 98.683$, pero ambos sí parece que pueden ser más felices que un nigeriano con una renta per cápita de 1.598$.
Los habitantes de los países pobres generalmente son más infelices porque la pobreza interfiere en la satisfacción de las necesidades básicas como alimentación, agua o vivienda.
En España, al igual que otros los países desarrollados, en los últimos 30 años -con excepción de la situación actual de crisis- se ha ganado progresivamente en riqueza. Ahora tenemos mejores casas, mejores coches, teléfonos móviles avanzados y otros elementos de confort, y sin embargo en los estudios que se han realizado a lo largo del mismo periodo indican que este incremento de riqueza no ha supuesto un incremento de felicidad.
SALTO EN EL NIVEL DE VIDA
Es decir, que los expertos observan que, como norma general, a partir de un “salto” en el nivel de vida, el dinero sí proporciona felicidad, pero que una vez alcanzado cierto nivel de bienestar, el incremento de dinero ya no influyen en el nivel de felicidad o satisfacción.
Como ejemplo vale la siguiente historia: Pepe debe coger dos autobuses para ir al trabajo, lo que le lleva una hora y media de tiempo y además pasa frío. Se compra un coche que lo lleva en 40 minutos y además va confortablemente. Indudablemente, contar con un coche le proporciona mucha felicidad. Pero si pudiese elegir entre un Ford Fiesta o un Mercedes 500, aunque el Mercedes cuesta cinco veces más que el Fiesta, no habría cambios en su nivel de felicidad de acuerdo al coche elegido.
En términos generales, el paro es una de las cosas que más infelicidad representa. Lo hace de una manera directa: una bajada en el nivel de ingresos puede producir un cambio sustancial en el nivel de vida que se hace notar en todas las áreas de la familia. Pero el daño todavía es más grande de forma indirecta: por la incertidumbre que provoca y que constituye una amenaza para la subsistencia. Aquí el dinero tiene una influencia fundamental. Si el parado vuelve a encontrar trabajo y vuelve a tener ingresos fijos, es seguro que eso le proporcionará una gran felicidad.
DINERO Y RELACIONES
Las investigaciones demuestran que la gente que da más valor a conseguir riquezas, en lugar de tener mejores relaciones, o un mayor crecimiento personal, presentan menor bienestar. Además, todos los estudios realizados en el mundo concluyen que los casados son más felices que los solteros, los que profesan una religión más que los agnósticos. Los que tienen ideales mucho más que los que les da igual todo. Es decir que lo personal y afectivo proporcionan de lejos mucha más felicidad que lo material.
Los expertos afirman que las cosas que más felices hacen a las personas son fundamentalmente sentirse queridas y aceptadas, y pertenecer a una organización -religiosa, política, deportiva…- más grande que uno mismo y en la que puedan ayudar a los demás.
Esto es así en todo el mundo y como puede verse en todos los casos priman aspectos personales -ya sean en su vertiente afectiva o social- en lugar de los aspectos materiales.
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