Las últimas redadas revelan que las mafias extorsionan a las víctimas y anuncian sus servicios sexuales en la prensa. Pero identificar a estas bandas no resulta sencillo. Los anuncios están elaborados de forma que ocultan quién o quiénes están detrás. Se emplean líneas de móvil o direcciones postales como si fueran las propias mujeres, por su voluntad, las que quisieren prostituirse. Algo muy minoritario.
No hay que irse muy lejos en el tiempo para constatar la realidad. Tiempo atrás se dio a conocer la desarticulación de dos redes que se publicitaban en medios escritos y en internet. En Ávila, una pareja fue detenida por obligar a prostituirse a cuatro mujeres, bajo la amenaza de dar a conocer a las autoridades su situación irregular. Las víctimas sufrían condiciones abusivas y tenían la obligación de estar disponibles las 24 horas. Mientras, en Ferrol, dos españoles, padre e hijo, fueron detenidos por lucrarse del trabajo de 30 brasileñas que ejercían la prostitución en dos clubes de alterne y dos pisos-prostíbulo. Las mujeres cobraban 25 euros por cliente y los cabecillas les descontaban el dinero que invertían en los anuncios.
Estos dos casos son sólo un ejemplo de cómo la publicidad ejerce de cómplice en la extorsión.
GOLPES REVELADORES
“Asiáticas. Nuevas, jovencitas, guapísimas. Cinco bombones”. Este era el anuncio que podía leerse en la edición madrileña de un periódico de tirada nacional el mismo día –el 1 de julio– en que se conocía la desarticulación de la mafia china que estaba detrás. Los anuncios, acompañados de imágenes de jóvenes aniñadas, incluían una dirección de internet en la que podía leerse el catálogo de “nuestras chicas”. También podían consultarse las tarifas.
En total, fueron desmantelados siete prostíbulos en los que trabajaban 14 chicas. Las malas condiciones higiénicas y el hacinamiento –cada una disponía de un minúsculo cubículo para atender a sus clientes día y noche– fueron algunas de las penurias que sufrieron. Once proxenetas –nueve hombres y dos mujeres, que vigilaban los burdeles– fueron detenidos. Pero hay un problema: la “ley del silencio”, sobre todo en lo que se refiere a las mafias chinas.
No todas las víctimas se atreven a denunciar. Tras venir engañadas con un permiso de trabajo, las mafias les retiran la documentación, las vigilan estrechamente y las controlan en cada momento. Y, como recordaba Rocío Nieto, presidenta de la Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas (Apramp), las que se atreven a denunciar “desaparecen”.
Pero si hay un actor clave en lo que se refiere a los anuncios de sexo ése es Kas Saleh, el “padrino de la prostitución”. La red dirigida por Saleh, saudí de 63 años y nacionalizado español, copaba el 50 por ciento de la publicidad de los diarios. Tras el golpe policial asestado el pasado julio, más de 100 personas fueron detenidas y 350 mujeres liberadas.
“TAPADERAS” LEGALES
Su funcionamiento no distaba de la estructura piramidal de cualquier empresa. Crearon hasta quince sociedades mercantiles que encubrían trece grandes centros de la prostitución. Aparte de las “tapaderas” legales, la publicidad en la prensa también ejercía una labor de “maquillaje”: se anunciaban como una empresa de masajes y quiromasajes.
¿Los beneficios? Unos 700.000 euros mensuales. Los suficientes como para gastar entre 30.000 y 45.000 al mes en cada diario. En total, la red invertía unos 150.000 euros mensuales. Con todo, estaban sobre aviso: ante la posibilidad de que “desaparecieran los anuncios de contactos”, la red alertó a las mujeres para que fueran vestidas con lencería y, así, un fotógrafo pudiera hacerles unas fotos y “colgarlas en la web”.
La prostitución ilegal masculina también ha contado con su reclamo en la prensa. En agosto fue desarticulada la primera red en España, liderada por 14 personas, y que trajo a nuestro país a cerca de 80 jóvenes brasileños. El modus operandi no distaba del utilizado con mujeres: venían bajo la promesa de trabajar como gogós, modelos o bailarines y, tras llegar a nuestro país, la red les exigía 4.000 euros en concepto de gastos de viaje. Si osaban resistirse, la respuesta venía en forma de amenaza de muerte. En todo caso, su salud peligraba: el líder de la red suministraba a estos jóvenes un “cóctel” matador: viagra, cocaína y “popper”, con el fin de prolongar su actividad sexual.
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