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“Existe la percepción de que la situación de los refugiados en Grecia ha pasado a un segundo plano, a pesar de que está empezando a llegar más gente”

Irene López, maestra de profesión, sirve desde hace más de medio año en la escuela del campo de refugiados de Mavrovouni, en Lesbos. “Estamos desarrollando un currículum para enseñar inglés que se ha creado específicamente para el campo de refugiados”, explica.

AUTOR 814/Jonatan_Soriano LESBOS 17 DE MARZO DE 2023 12:00 h
Imagen del área azul del campo, donde viven familias y mujeres solas. / [link]Eurorelief[/link].

La rutina de Irene López, maestra de profesión, en el campo de refugiados de Mavrovouni, que reemplaza al antiguo Moria, destruido por un incendio en septiembre de 2020, implica muchas cosas. Desde pararse en la bici para saludar a los residentes con los que se encuentra, hasta dar la identificación y conversar un rato con el vigilante de seguridad a la entrada del campo. Son pequeños momentos cotidianos en los que podemos conectar con la gente”, señala.



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López trabaja como profesora de la escuela para los niños del campo, gestionada por la organización de inspiración cristiana Eurorelief. “Estamos desarrollando un currículum para enseñar inglés que se ha creado específicamente para el campo de refugiados. Lo está elaborando otra organización llamada Teach Beyond y está ilustrado de manera que los personajes se parecen a los niños del campo. Esa es una parte muy especial de mi trabajo porque ayuda a que los niños puedan identificarse con los personajes y con las historias y el contexto en el que pasan. Además de todo esto intentamos hacer un trabajo a nivel socioemocional, ofreciendo espacio a los niños para que puedan expresar sus emociones ya sea a través de la música o del arte”.



En el campo, poblado por unas 2.000 personas aproximadamente, hay hasta 22 nacionalidades representadas, señala esta voluntaria. La mayoritaria, dice, es Afganistán (45%), seguida de Somalia (22%) y Sudán (7%). “Pero da la impresión de que va en función de las islas y las rutas migratorias. En Samos, un tercio de las personas en el campo son palestinos”, asegura.



[photo_footer]Algunos niños haciendo una actividad en el aula del campo. Lo curioso es que no hay sillas ni mesas, sino que toda actividad se hace en el suelo, encima de unas mantas. / Eurorelief.[/photo_footer]



Pregunta: ¿Cómo está la situación ahora en Lesbos, dos años después del incendio que obligó a situar el campo de Moria en otro lugar de la isla?



Respuesta: Cuando se quemó Moria construyeron este nuevo campo en unas instalaciones militares en Kara Tepe. En un principio sólo había tiendas. Poco después de habilitarse el campo, se inundó la zona de tiendas con las lluvias del invierno de 2021. A partir de ahí se hicieron mejoras. Se instalaron unos barracones y se construyeron unas casetas prefabricadas, en las que las familias del campo fueron alojadas, reemplazando poco a poco las tiendas. Estas casetas están pensadas para ser un refugio temporal  y con el tiempo se han ido adaptando a la realidad del campo, por ejemplo mejorando su aislamiento térmico, tanto en invierno como en verano.  La mayoría de familias y personas vulnerables viven en barracones, y en la zona de llegadas y de hombres solos se encuentran las casetas prefabricadas. 



También han mejorado las instalaciones sanitarias. Cuando el campo se abrió, los baños eran los urinarios portátiles de las obras y las duchas eran unas instalaciones muy precarias. Desde 2021 se han construido unas zonas de duchas y baños en barracones para ese fin.



Ahora mismo se está construyendo un campo nuevo en el centro de Lesbos. Este campo mejorará muchas de las condiciones a nivel de instalaciones, pero también supondrá que los residentes del campo estén mucho más aislados de los núcleos de población y sus servicios.



[photo_footer]Uno de los contenedores donde viven una o dos pequeñas familias juntas. / Eurorelief.[/photo_footer] 



Sé que ocurrirá esto porque el pasado mes de noviembre tuve unos días de descanso y fui de visita a la isla de Samos, donde también hay otro equipo pequeño de Eurorelief, la organización en la que estoy trabajando. Pude observar cómo las instalaciones están mucho mejor acondicionadas pero las personas viven totalmente aisladas, así que les es mucho más difícil ir a la ciudad más grande, a comprar al supermercado o incluso al hospital. De hecho, las instalaciones en sí parecen mucho más un centro de detención o internamiento. En cambio, en el campo donde estoy trabajando ahora las condiciones no son tan buenas, pero creo que las personas se sienten más acompañadas porque están más cerca de núcleos urbanos y tienen la posibilidad de sentirse más libres y en sociedad como el simple hecho de poder ir a comprar a un supermercado fuera del campo, o ir a actividades, o recibir apoyo de otras ONGs muy cercanas al campo.



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P: ¿Eso puede tener alguna relación con las muestras de rechazo a la acogida que han manifestado algunos isleños en el pasado?



R: Sí, probablemente. La población griega ha recibido desde 2015 un aluvión constante de personas que llegan a sus costas y no ha sido ni es fácil para ellos aceptar y gestionar su presencia.



Mi impresión es que una parte de la población local tiene muchas reticencias y reservas respecto a los refugiados en parte porque desconocen bastante las situaciones y las decisiones que el gobierno griego y la Unión Europea toman respecto a la gestión de la crisis migratoria. Por eso, creo que el nuevo campo que están construyendo quizá esté intentando responder a esta potencial situación de conflicto siempre latente entre la población local y los residentes del campo.



 



P: En España parece que se tiende a hablar de los campos de refugiados cuando estamos en invierno. ¿Cómo se está viviendo el frío este año?



R: Las bajas temperaturas del invierno se combinan en Lesbos con la lluvia y fuertes vientos, lo que provoca que sea una temporada más complicada. El invierno llegó tres semanas antes de Navidad. Hasta entonces no hacía frío. Lo que hicieron entonces fue repartir dos mantas por residente como primer paso. También había pendiente hacer una distribución de calefactores, que finalmente se pudo llevar a cabo después de consensuar con las autoridades cómo hacerlo de manera que no fuera un posible riesgo potencial de incendio. En septiembre de 2022 ya hubo un pequeño incendio y hace unas semanas hubo otro en uno de los barracones. Un incendio pequeño en un barracón acaba afectando a los barracones colindantes y puede extenderse rápidamente por el campo. 



[photo_footer]Imagen de una de las calles del campo. / Eurorelief.[/photo_footer]



El campo ahora mismo es más seguro de lo que era Moria. Han diseñado varias calles principales y el acceso para los bomberos está mucho mejor preparado. A pesar de todo, las instalaciones eléctricas no dejan de ser sencillas y si, por ejemplo, una familia tiene cuatro dispositivos conectados, aguantan lo que aguantan. 



 



P: Un invierno, por cierto, marcado por el conflicto en Ucrania.



R: Entre los voluntarios existe la percepción de que el conflicto de Ucrania ha acaparado la atención mediática y la situación de los refugiados en Grecia ha pasado a un segundo plano. Y ello a pesar de que, según los compañeros que ya llevan más tiempo en Lesbos, está empezando a llegar más gente de la que llegó en 2021, a finales de año, con una afluencia importante de refugiados afganos.



 



P: La salida del campo siempre es uno de los momentos más difíciles para un refugiado. ¿Cómo se vive esta cuestión en el nuevo campo?



R: El proceso de asilo siempre es complicado, especialmente cuando vienen de países en los que no hay una situación de conflicto grave. Es especialmente difícil para quienes han recibido uno o más rechazos en su solicitud de asilo: la incertidumbre sobre el futuro más inmediato pasa una enorme factura emocional y psicológica en las personas refugiadas y la desesperación les lleva a tomar decisiones extremas. Tuvimos un alumno que decidió dejar el campo sin tener la documentación en regla. Eso es todavía más complejo. 



En el caso de refugiados provenientes de países en una situación de crisis particularmente grave, los trámites son menos complejos. Desde que la situación en Afganistán se volvió tan complicada, con el ascenso al poder de los talibanes, es más fácil para los afganos que se les facilite el proceso de asilo, así que pasan mucho menos tiempo en el campo del que acostumbraban a pasar antes. A pesar de eso, a través de mi experiencia con alumnos, el tiempo puede ser de un año y medio o dos años en estos casos. 



Sin embargo, me da la impresión de que el proceso es mucho más rápido que antes. Especialmente si la persona que solicita el asilo tiene algún familiar viviendo en otro país de Europa, por ejemplo, o si sufren una situación de vulnerabilidad específica. Pero siempre es algo difícil. Y más que el propio papeleo, la espera y el hecho de encontrar el dinero para poder pagar el proceso de asilo. 



El paso siguiente, el viaje al nuevo lugar de destino, tampoco es fácil. En este sentido, desde el equipo educativo, estamos trabajando especialmente con los alumnos adolescentes para ayudarles a tener unos conocimientos básicos de cómo desenvolverse en situaciones prácticas como orientarse en un aeropuerto, por ejemplo, de manera que puedan ser de ayuda para sus familias.



[photo_footer]El área educativo del campo de Mavrovouni. / Eurorelief.[/photo_footer]



P: No debe de haber sido una decisión fácil para ti el hecho de ir a Lesbos a servir.



R: Yo ya había ido en el verano de 2021 y el trabajo que hice entonces fue logístico. Básicamente trabajamos en trasladar una parte del campo a la otra mientras se construían las casetas. Así que conocía un poco de la realidad del campo. Ese trabajo me dio la oportunidad de entablar conversación con muchas personas a las que ayudábamos, pero de manera muy puntual. De lo que me daba cuenta es de que yo sólo tenía ganas de jugar y pasar tiempo con los niños con los que me encontraba. En aquel momento ya existía un equipo educativo que trabajaba en el campo, pero como fui sólo por un mes no pude incorporarme a él. Sí que pedí acompañarles un día como observadora y pude visitar a varios niños y niñas en su casa para darles la lección y compartir un tiempo de juego con ellos. Me pareció una experiencia bonita.



Volví a mi casa con aquello grabado en la mente, pero también con dudas. Varios voluntarios que regresaron conmigo habían tomado la decisión de dejar su empleo para dedicarse a realizar ayuda humanitaria a tiempo completo. ¿El Señor me estaba llamando a hacer lo mismo? Yo me había comprometido para trabajar un año más en la escuela en la que estaba y no quería dejarlos sin previo aviso. Pasado el primer trimestre, empecé a pensar en ello, pedí información y vi que Eurorelief tenía una oferta de empleo para maestros. 



Fue un proceso bastante grande hasta tomar la decisión. No tuve dudas, pero tampoco una convicción muy clara al principio. Después de repasar cómo entiendo que Dios me ha llevado por diferentes experiencias, pasando dos años trabajando en Estados Unidos o los últimos cinco años en un centro de máxima complejidad, tomé la decisión. Fue una decisión acompañada de oración, pero no hubo un momento de iluminación. Hice la solicitud, la entrevista y me cogieron. 



Justo cuando llegué a Lesbos, dos maestros se marchaban del campamento, así que estuve dos semanas acompañándoles en sus rutinas y cuando se fueron tomé el relevo de las dos clases que tenían.



 



P: ¿Y cómo es la rutina de una maestra en el campo?



R: Nuestro equipo educativo es específico, y está formado por una coordinadora, cuatro maestras y cuatro asistentes de maestras, porque siempre trabajamos en equipos de dos. 



Empezamos el día con una pequeña reunión y preparando los materiales para el día. Durante la mañana tenemos dos turnos de clases para niños de 6 a 13 años. Actualmente tenemos 75 niños y niñas matriculados. Los niños vienen a nuestras clases siempre de forma voluntaria, porque quieren. Nuestras aulas son muy reducidas. Básicamente son un contenedor de barco en los que caben entre diez y doce alumnos con dos maestras. 



El programa educativo que se ofrece incluye alfabetización en inglés, que es el trabajo que realiza Eurorelief, y griego y matemáticas, tarea que asume otra organización con la que colaboramos en la misma área educativa del campo.



Como el nivel de griego que adquieren es bastante alto, a los niños que llevan tiempo asistiendo a las clases del programa educativo en el campo los incluyen en las escuelas públicas griegas y pueden asistir a ellas por las mañanas. En las escuelas públicas también se ofrecen por las tardes clases específicas para niños del campo. La prioridad del gobierno griego es que la mayor parte de la infancia del campo pueda asistir a los centros escolares públicos.



Además del tiempo en el que enseñamos en el aula, visitamos a nuestro alumnos semanalmente en su casa para reforzar lo que han aprendido y para ver cómo está el niño, hablar con la familia y ver si hay necesidades específicas para comunicarlas al equipo de trabajo social. Visitamos también a niños que no son alumnos nuestros pero que tienen necesidades específicas (discapacidades, situaciones familiares complejas, problemas de salud mental…).



Por otro lado, estamos encontrando oportunidades de educar en otros contextos. Hemos retomado un programa para madres y bebés (2-4 años), que combina espacios de enseñanza para los pequeños con formación para las madres. Muchas de ellas no han sido alfabetizadas en sus propios países y es una oportunidad para darles herramientas y apoyarlas. 



Finalmente, en las últimas semanas han llegado muchos menores no acompañados y las casas para alojarles en la ciudad de Mitilene están llenas, así que la administración griega ha decidido que se queden durante un tiempo en el campo y que varias ONG hagan actividades de apoyo con ellos. Nosotros estamos ahora enseñándoles inglés, lo cual es una oportunidad de poder servirles y acompañarlos en este momento tan complejo. Están llegando incluso niños de ocho y nueve años solos.



[photo_footer]Imagen del exterior del contenedor donde enseña Irene López. / Eurorelief.[/photo_footer]



P: Muchas de las personas que llegan al campo vienen de otros trasfondos culturales y religiosos, por lo que imagino que el contexto es delicado. ¿Cómo vives tu fe en el día a día?



R: Diría que desde el respeto a las personas a las que sirvo y a sus creencias. Eurorelief nos invita a compartir acerca de nuestra fe de forma natural si alguien nos pregunta sobre el trabajo que hacemos, cómo es que estamos trabajando en Grecia o por nuestra propia historia personal, pero nos piden evitar signos externos, como camisetas con lemas y demás, que pueden crear un conflicto. 



Como equipo también tenemos un tiempo devocional por las mañanas y oramos también por las necesidades del campo, y en especial por nuestros alumnos.



Los residentes del campo que tienen interés en saber más sobre Dios pueden visitar diferentes organizaciones cercanas al campo donde se hacen cultos, estudios bíblicos y se regalan ejemplares de la Biblia.



 



P: ¿Qué reflexión relacionada con tu fe cristiana te invita a compartir tu experiencia en Lesbos?



R: Hace poco fui a jugar un partido de fútbol con otro grupo de voluntarios y se me rompieron las gafas. Cuando regresé a España por Navidad las llevé a reparar a la óptica donde las compré y me preguntaron cómo se habían roto. Entonces comencé a hablar de lo que hago en el campo y sé que les impresionó. Es algo que he experimentado en varias ocasiones. Y sin embargo, habiendo trabajado cinco años en una escuela de alta complejidad, de enorme diversidad cultural, pienso que lo que hago en Lesbos no es tan diferente de la necesidad que veía en mi escuela. 



Al final, se trata de mirar alrededor y ver qué necesidades hay. Puede ser una vecina, un compañero de trabajo, alguien con el que hacemos deporte a menudo, un refugiado que llega desde Ucrania u otras múltiples necesidades. La necesidad está en todas partes. La cuestión está en la mirada con la que observamos lo que pasa a nuestro alrededor.



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