El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El acuerdo entre el Gobierno y las FARC es celebrado por muchos, pero también criticado. Los evangélicos presentan posturas divergentes pero se muestran dispuestos a implicarse en el proceso de reconciliación y trabajar por una paz duradera.
El acuerdo de paz firmado en La Habana por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el principal grupo guerrillero del país, las FARC, pone fin a un conflicto armado extendido por más de 50 años y que ha costado cientos de miles de vidas.
No es por ello extraño contemplar la diversidad de reacciones que ha provocado el anuncio. Frente a la alegría de muchos que entienden este paso como la vía que ponga fin al conflicto -que, sin embargo, se mantendría con otros grupos guerrilleros, como el ELN-, se deja sentir también cierto desencanto con los términos del acuerdo.
Una polarización sentimental y racional que se deja ver en la política, en las posiciones del presidente Santos y su antecesor en el cargo Álvaro Uribe, el más visible opositor al proceso, y que también está presente en la sociedad. La abogada y experta en el conflicto Almudena Bernabéu así lo explicaba en un artículo en El Mundo: “Cuanto más cerca está esa firma definitiva de la paz, más se polariza la sociedad colombiana”.
Al frente de la oposición está el Frente Democrático -el partido de Uribe- que pide el “No” en el próximo referendo que se celebrará el 3 de octubre, donde el pueblo mostrará su parecer sobre el acuerdo firmado por Juan Manuel Santos. “No estamos en contra de la paz, la pregunta no puede ser si queremos o no la paz, ni incluir la palabra paz, eso no está en discusión. Nosotros estamos en desacuerdo con estos contenidos”, decía Uribe, sabedor de que parten de una posición difícil, en un país en el que las últimas encuestas muestran que entre el 65 y el 70% de los colombianos apoyarían el acuerdo.
ALEGRÍA Y PRUDENCIA
Los evangélicos, en general, han mostrado su alegría por el avance de las negociaciones de paz, aunque también se han resaltado aspectos de los acuerdos que se consideran preocupantes.
“Siento optimismo, ambigüedad y desafío”, explica Jeferson Rodríguez, coordinador de la Fraternidad Teológica Latinoamericana en Bogotá, a Protestante Digital. “Es un nuevo inicio para Colombia, la esperanza de tener un tiempo nuevo sin que las armas sean las que definen absolutamente todo en nuestro país”, añade Rodríguez, que organizará un Congreso Universitario en octubre sobre los diálogos de paz en su país para abordar el tema de la reconciliación desde una perspectiva cristiana.
Menos entusiasta se mostró el presidente de la Confederación Evangélica de Colombia, Edgar Castaño Díaz, que animaba a los cristianos a “participar” en el referendo “tomando la decisión acompañada de la oración, el estudio, el conocimiento sobre el tema, buscando siempre la información que le permita votar en conciencia”. En el comunicado publicado el pasado viernes, aclaraba que “la paz es propia de la naturaleza de la iglesia cristiana. Esto nos debe llevar a diferenciar entre la paz y refrendar los acuerdos de La Habana. Les invitamos a tener en cuenta esta diferencia y votar según el Espíritu le inspire para la mejor decisión en bien de nuestra nación”.
Para Michael Gowen, experto en política internacional, “las cosas en Colombia no suelen ser tan claras como parecen”, matizando que el camino de la paz será difícil. “Hay muchas cuestiones difíciles para resolver. ¿Dónde van a vivir los combatientes desmovilizados? ¿Los van a poner todos juntos en una comunidad, una estrategia que ha resultado ser un desastre en el pasado? ¿La gente corriente va a tolerar que vayan a vivir en sus comunidades, especialmente si sospechan que han matado a sus amigos o familiares? (...) ¿Quién recibirá amnistía y quién será juzgado por un tribunal? ¿Cómo van a enterarse las familias sobre la verdad acerca de la desaparición de sus seres queridos?”, se pregunta.
Estas son algunas de las preguntas que la sociedad colombiana se hace estos días. Para Jeferson Rodríguez, los evangélicos no son, ni pueden, ser ajenos a ello y pueden adoptar un papel activo, “no con solo proselitismo político o preocupados por tener líderes políticos en el poder”.
AGENTES ACTIVOS
Tradicionalmente, el colectivo evangélico ha sido menos activo en asuntos sociales o políticos que la iglesia católica, exceptuando a algunas denominaciones minoritarias como la menonita, luterana o reformada. Sin embargo el desarrollo de las negociaciones de paz están abriendo nuevos acercamientos. “Me sorprendió gratamente que la iglesia Asambleas de Dios en Colombia, organizará una comisión para los asuntos de reconciliación y paz que sea representante ante el gobierno y ante la insurgencia en todo lo referente a los diálogos de paz. Estos son pasos importantes”, comenta el teólogo colombiano.
Pero no sólo el distanciamiento social es un obstáculo. “Nosotros -los cristianos- deberíamos ser los que establecemos la agenda, a través de la oración y el servicio altruista”, afirma Michael Gowen, “pero hay un número de factores que limitan seriamente la efectividad de la iglesia en Colombia. Probablemente el más grande es la falta de unidad. Conozco muchos cristianos colombianos que desean una mayor unidad en el cuerpo de Cristo en su país; pero deben ser los líderes de las iglesias, los pastores, los curas, los obispos los que lideren esto. Gracias a Dios que algunos ya lo hacen; pero hay un largo camino que recorrer aun”.
Es en ese camino incierto y con dificultades donde los evangélicos pueden ser agentes de paz. Rodríguez destaca que “nuestras experiencias de reconciliación en las iglesias son campos experimentados para ayudar en el postconflicto”.
Entre los desafíos que enumera Jeferson Rodríguez, estaría el de “contribuir con nuestra presencia, nuestros saberes, nuestras reflexiones y nuestras iniciativas locales a la búsqueda de la paz con el ELN”, lo que sería necesario para que el conflicto armado finalice de forma definitiva.
Gowen advierte que ante estos procesos es fácil caer “en el cinismo o la desesperación”: “Qué fácil es mirar al acuerdo de cese de fuego y decir, ‘Lo hemos visto antes. No pasará nada.’ Tal vez. Pero ciertamente nosotros, como cristianos, somos llamados a ser portadores de esperanza”.
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