El Estado Islámico ha irrumpido en el ámbito internacional desestabilizando una zona ya de por sí muy conflictiva, y con declaraciones expansionistas que demuestran su ambición.
“La legalidad de todos los emiratos, grupos, estados y organizaciones se convierte en nula por la expansión de
la autoridad del califa y la llegada de sus tropas a sus áreas”, dijo el portavoz del Estado Islámico Abu Mohammad al-Adnani en un comunicado. “Escuchen a su califa y obedezcan. Apoyen a su Estado, que crece día a día”.
“Ha llegado la hora de que la Ummah [nación] de Mahoma (la paz sea con él) despierte de su sueño, retire las prendas de deshonra, y sacuda el polvo de la humillación y la desgracia”, dijo Adnani.
“El sol de la yihad ha aumentado. Las buenas nuevas del bien están brillando. El triunfo se cierne en el horizonte. Los signos de la victoria han aparecido”, continúa el comunicado triunfalista.
Abu Mohammed al-Adnani dijo que todos los musulmanes de todo el mundo estarán obligados a prestar lealtad a al-Baghdadi. El establecimiento del califato es “una nueva era de la yihad internacional”.
La iniciativa expansionista del grupo antes conocido como EIIL (Estado Islámico de Irak y Levante) encontrará, sin duda, la oposición en algunos de los estados islámicos vecinos, que ven con pocas simpatías la escalada de poderío en la zona de Oriente Medio.
EL SUEÑO DE OSAMA BIN LADEN
Contar con
un califato mundial fue el objetivo visionario de Osama bin Laden y sigue en la lista de deseos de Al Qaida. Pero su estrategia de ataques y retirada, en cualquier punto del mundo, convertía el proyecto político en una entelequia. Por primera vez, una organización yihadista cuenta con un territorio concreto donde proclama el retorno al sistema político-religioso del siglo VII.
La exigencia de vasallaje a todas las entidades actuales -emiratos, repúblicas islámicas, etc.- abre un nuevo frente interno de lucha de musulmanes contra musulmanes, que a la larga puede ser letal para el yihadismo mundial pese a su tirón en el caladero de los radicales, facilitado por internet.
EL CONFLICTO SUNÍ-CHIÍ, MARCO DE FONDO
El conflicto que se vive en la zona no puede entenderse sin hacer referencia a la
división en el Islam entre chiíes y suníes, las dos facciones islámicas más extendidas.
Irán e Irak son dos de los pocos países que tienen más chiíes que suníes, aunque en Irak los porcentajes son bastante paralelos entre ambos grupos.
Una encuesta de Pew Research mostraba que
en Irak un 51 por ciento se identificaba como chií, frente a un 42 por ciento que se definió como suní.
El vecino Irán es el hogar de la población chií más grande del mundo: entre 90% y 95% de los musulmanes iraníes (66-70 millones de personas) eran chiíes en 2009. Esta composición demográfica compartida puede ayudar a explicar el apoyo de Irán al gobierno chií iraquí encabezado por el primer ministro Nuri al-Maliki, y explica asimismo la continua desconfianza entre Irán y los poderosos Emiratos Árabes que lidera Arabia Saudí.
Irán también ha apoyado el gobierno de Bashar al-Assad en Siria, donde sólo hay un 15-20% de musulmanes chiíes. El liderazgo sirio está dominado por los alauitas (una rama del Islam chií). Bajo el régimen de Saddam Hussein en Irak, dominado por los suníes, el país se enfrentó a Irán.
A pesar de los períodos de conflicto abierto entre suníes y chiíes en países como el Líbano e Irak,
estos grupos no son tan diferentes en términos de creencias religiosas y de compromiso. En Irak, por ejemplo, ambos grupos expresan la creencia casi universal en Alá y el Profeta Mahoma, y un porcentaje similar (82% de chiíes y 83% de los suníes) dice que la religión es muy importante en sus vidas. Más de nueve de cada diez chiíes iraquíes (93%) y suníes (96%) respetan el ayuno durante este mes de ramadán.
En algunos países, los musulmanes ni siquiera enfatizan esta división del Islam como relevante. Una encuesta entre los musulmanes de 39 países que se realizó en 2011 y 2012 encontró que el 74% de los musulmanes en Kazajstán y el 56% de los musulmanes en Indonesia se identifican como “sólo musulmán”, sin dictaminar pertenencia a una de estas dos facciones.
En algunas cuestiones religiosas sí presentan más diferencias. Para algunos, la brecha es aún más excluyente. A finales de 2011, el 14% de los suníes iraquíes dijeron que no consideraban a los chiíes como verdaderos musulmanes (por el contrario, sólo el 1% de los chiíes en Irak dijeron que los suníes no son musulmanes).
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