Jorge Rafael Videla, el ex dictador argentino que comandó el golpe militar de 1976, con el que se inició el “Proceso” que se extendió hasta 1981, dejando un saldo de 30.000 muertos y desaparecidos, sigue confesando públicamente sus 'pecados' –de los cuales no se arrepiente- desde la cárcel donde purga cuatro condenas a cadena perpetua.
Tal vez porque ya tiene los 86 años ve extinguirse su vida entre rejas, Videla habla y da detalles de aquella época trágica en Argentina.
Este domingo por primera vez destapó con todas las letras la colaboración abierta de la Iglesia católica en la 'guerra sucia' de su régimen contra la guerrilla y la oposición política.
El ex dictador no ocultó nombres. El nuncio apostólico Pio Laghi, embajador del Vaticano en Argentina de 1974 a 1980, y los obispos, "nos asesoraron sobre la forma de manejar la situación de los desaparecidos”, reveló. E incluso, confió que "la Iglesia ofreció sus buenos oficios, y frente a familiares que se tenía la certeza de que no harían un uso político de la información, se les dijo que no busquen más a su hijo porque estaba muerto".
Explicó el ex militar que el interrogante de los deudos sobre quién lo mató y donde está enterrado su ser querido "es un derecho que todas las familias tienen. Eso lo comprendió bien la Iglesia y también asumió los riesgos".
COSAS DE LA GUERRA
Videla, que comandó la etapa más sangrienta de la dictadura y es ultra católico, insistió con la especie de 'mea culpa' que viene pronunciando últimamente, pero sin asumir responsabilidades: "La desaparición de personas fue una cosa lamentable en esta guerra. Hasta el día de hoy la seguimos discutiendo. En mi vida lo he hablado con muchas personas".
En efecto, el 10 de abril de 1978, poco antes del Mundial de Fútbol que aquel año ganó Argentina, los obispos de la Conferencia Episcopal Raúl Primatesta, Juan Carlos Aramburu, y Vicente Zazpe –todos ya fallecidos- acudieron a una comida a la Casa Rosada. Luego mecanografiaron un resumen del diálogo que sostuvieron con Videla y lo enviaron al Vaticano.
Allí se informaba al Papa Juan Pablo I que los desaparecidos no vivían recluidos en algún lugar secreto sino que eran exterminados por la dictadura. Esto ocurrió justo en momentos en que varios países de Europa -sobre todo Holanda y Alemania- quisieron plantar cara no enviando a sus seleccionados a jugar como boicot a la 'guerra sucia'.
En ese texto enviado al Vaticano el obispo Primatesta dejó aclarado que "la Iglesia quiere comprender, cooperar, que es consciente del estado caótico en que estaba el país" y que preveía "el daño que se le puede hacer al Gobierno con referencia al bien común si no se guarda la debida altura".
ALGUNOS MÁRTIRES
Pese a haber colaborado, la Iglesia también ofrendó algunos mártires. En la matanza de la parroquia de Santa Cruz, perpetrada por la dictadura el 4 de julio de 1976, fueron asesinados el seminarista gallego Salvador Barbeito Doval, de 29 años, y los sacerdotes Alfredo Leaden, de 57 años; Pedro Duffau, 65; Alfredo Kelly, 40; y Emilio Barletti, 25.
Y los monseñores Carlos Ponce De León y Enrique Angelelli, obispos de San Nicolás y La Rioja, respectivamente, murieron en sendos ‘accidentes’ automovilísticos. En los últimos años, la Justicia destapó que esos oscuros hechos fortuitos en verdad fueron ejecuciones lisas y llanas de los servicios de inteligencia de la dictadura. También las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Dumon fueron arrojadas vivas al mar desde los 'vuelos de la muerte'.
De todos modos,
Videla confesó meses atrás que su "relación con la Iglesia Católica fue excelente, muy cordial, sincera y abierta". E incluso sostuvo que con Primatesta "llegamos a ser amigos".
“NO HABÍA OTRA SOLUCIÓN”
Meses atrás, Videla reconoció 'off the record', por primera vez después de 30 años, que él y sus uniformados eliminaron a "7.000 u 8.000 personas". Aunque la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) documentó casi 9.000 casos y los organismos humanitarios hablan de 30.000 desaparecidos.
"Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la Justicia ni tampoco fusiladas", explicó con toda naturalidad delante de la cámara de video. Y hasta confió que "para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se llegó a la decisión de que esa gente desapareciera; cada desaparición puede ser entendida como el enmascaramiento, el disimulo de una muerte".
Para el ex dictador la matanza era inevitable: "No había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión (guerrillera) y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta".
ROBO DE BEBÉS
Lo que Videla nunca se atrevió a explicar ha sido el robo de bebés -unas 500 criaturas- a los secuestrados y desaparecidos. El pasado 5 de julio fue condenado a 50 años de cárcel por ese crimen.
Argentina es el único país de Latinoamérica que sigue juzgando a todos sus dictadores y represores. Hay 281 condenados y 785 procesados a la espera de juicio oral. Otras 16 personas fueron absueltas, según el conteo hecho por el Ministerio Público.
Videla explicó claramente el objetivo perseguido por los militares: "Era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica. Con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario”.
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