A los vecinos de Ittan Wali, un poblado en el Punjab donde vivían Asia Bibi y su familia, poco les vale que el presidente de Pakistán, Asif Alí Zadari, haya cedido a la presión internacional, (el Papa incluido) y haya dicho que perdonaría a la mujer. "Si no la cuelgan como dicta la ley, la mataremos nosotros", dicen los hombres reunidos en la mezquita del lugar.
Asia Bibi se ha convertido en la primera mujer condenada en Pakistán a la horca por blasfemia (hay una ley que prohíbe la pena de muerte a las mujeres y los niños) y hace 18 meses que está en prisión. Su familia tiene miedo porque el caso ha desatado la ira de los extremistas.
Aunque cuentan que Bibi y su familia eran gente tranquila que nunca dio problemas, no dejan de lado lo establecido en el código penal: quien blasfeme contra su profeta debe ser ahorcado.
Uno de los hombres reunidos en la mezquita, vestido con el tradicional salwar kameez, da un paso adelante y dice orgulloso: "Yo estoy listo para matarla". A Abdul Shakoor, de 26 años, le siguen varios de sus vecinos que comparten su idea. "Yo también lo haría", dice Zuqar Nain, de 20 años, con una sonrisa.
EL IMÁN ACUSA
La ira de los fundamentalistas crece en todo el país: la semana pasada el clérigo Yousef Qureshi ofreció desde su mezquita en Peshawar una recompensa de 500.000 rupias (4.400 euros) a quien acabe con la vida de la acusada.
El imán de Ittan Wali, Mohammad Salam, de 31 años, larga barba, fue quien acusó a Bibi ante la policía por blasfemia en junio de 2009. Según el religioso, un grupo de 25 jornaleras estaban en la pausa para el almuerzo y que las musulmanas no quisieron beber del mismo vaso que usó Asia Bibi, la única cristiana. Ella se enfadó y la discusión se tornó tan acalorada que la mujer blasfemó contra Mahoma.
El clérigo no quiere decir cuál fue la injuria pronunciada por Bibi. "Nunca podría repetirla", dice con enfado el imán. Asegura que da igual que Bibi sea una mujer. "Debe ser castigada" afirma Salam, quien supo de la trifulca por una joven que la presenció. Asegura que llevó a cabo sus propias investigaciones y cinco días más tarde puso el caso en la comisaría donde, según fuentes cristianas, se presionó a Bibi para que se convirtiera al Islam. Su supuesta ofensa, sostienen, fue decir que Jesucristo es tan sagrado como el profeta.
Asia Bibi, que asegura ser inocente, está en prisión desde hace año y medio. Su proceso judicial puede durar desde un par de meses hasta varios años, según los expertos. A pesar de la presión, aún existe la posibilidad de que sea ahorcada. El tribunal de Lahore ha dicho que no permitirá al presidente Zardari concederle el perdón.
Los grupos islamistas ya han advertido de reacciones violentas en caso de que se perdone a Bibi. "Estamos esperando la respuesta, pero nos manifestaremos en contra si no se ejecuta a la mujer", asegura Yahya Mujahid, portavoz de Yamat ud Dawa, una de las organizaciones más radicales.
FAMILIA AMENAZADA
El esposo de Asia Bibi y sus cinco hijos también se sienten amenazados. "Estamos huyendo, todo el mundo quiere asesinarnos", dice el marido, Ashiq Masih. Por eso dejaron su casa y no revelan su paradero. Su hija menor no va a la escuela desde entonces, explican desde un enclave cristiano en la ciudad de Sheikhupura, a 70 kilómetros de Ittan Wali, donde han sido llevadas para el encuentro por la Alianza de Minorías de Pakistán (Apma), que los protege.
Ashiq Masih parece exhausto. "Estoy seguro de que la acusación es falsa e injusta: mi esposa no ha blasfemado". Ha visitado a Bibi en la cárcel y dice que ella lo pasa muy mal en la fría y oscura celda de condenados a muerte de 2,5 por 1,5 metros. A pesar de todo, cuenta que está relativamente tranquila: "Confía en que Dios la salvará".
Sus hijas, Isham (nueve años) y Sidra (18), quieren volver a su casa y comer los guisos de su madre, sobre todo su arroz con pollo. "Mamá, vuelve pronto. Se acercan las Navidades y quiero que estés con nosotros", dicen.
La familia asegura que nunca fue fácil ser cristianos en una aldea de musulmanes. Para el marido era complejo acceder a un trabajo y Sidra afirma que en la escuela las niñas musulmanas se mofaban de ella. La organización de las minorías apunta que es común que los musulmanes no quieran comer o tomar agua con los cristianos (un 4% de la población). Aunque también hay ejemplos de solidaridad. "Tenía un amigo musulmán que me defendió tras la trifulca de mi esposa. Pero luego se vio obligado a callarse porque también le amenazaron", dice.
En Ittan Wali, de 1.000 habitantes, vivía otra familia de cristianos. También ha huido. Ahora solo queda la hermana menor de Bibi, Najma, con su esposo e hijos. A la defensa de la cristiana se ha unido el gobernador del Punjab, Salmaan Taseer. Su visita a la cárcel hace un par de semanas dio esperanza a la familia. "Pero luego fue peor porque los extremistas se han enfurecido aún más", dice el marido. El propio Taseer fue amenazado.
LEY DE BLASFEMIA Y VENGANZA PERSONAL
La ley de la blasfemia fue introducida en el código penal de Pakistán en los años ochenta, durante el mandato del dictador Muhammad Zia ul Haq en un proceso de "islamización de las leyes". Los que piden enmendar o abolir esta ley aseguran que "es un arma que se usa en venganzas personales o está motivada por prejuicios de religión, sectas o etnias".
Iqbal Haider, que fue ministro de Leyes durante uno de los mandatos de Benazir Bhutto, asegura que hasta el 95% de los juicios a los acusados por blasfemia no tenían base. Este activista de los derechos humanos es optimista y cree que Bibi no será ejecutada. Ella asegura ser inocente y aunque hubiera blasfemado se le debería perdonar si se arrepiente. Además, hay una ley que prohíbe la pena de muerte a las mujeres y los niños.
Antes de que entrara en vigor la ley de blasfemia, solo se registraron dos casos. Pero desde 1986 han sido casi 1.000 los acusados. "No creo que la gente se haya vuelto más blasfema, sino que seguramente se está abusando de la ley", asegura el ex presidente de la Asociación de Abogados de Pakistán, Anwar Kamal.
Hasta ahora no se ha ejecutado a nadie por este "crimen". Pero una treintena de personas han sido asesinadas por sus propios vecinos o por extremistas. El caso más reciente ocurrió el mes pasado. Imran Latif, de 22 años, acusado por profanar el Corán, fue ejecutado por un disparo dos días después de haber sido liberado de prisión.
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