Oradea está cerca de la frontera entre Rumania y Hungría. Allí trabaja Kevin Hoy, de la Fundación Sonrisas, que describe la pobreza que enfrentan. «En un país en desarrollo, especialmente si pertenece a la Unión Europea, uno esperaría que todo avance de una u otra forma». La decepción en cuanto al desarrollo se aprecia, sobre todo, en las comunidades gitanas. «Al conocer un poco te das cuenta que las comunidades gitanas no han avanzado nada. Están exactamente donde estaban hace diez o veinte años», explicó.
En la aldea gitana de Salard, han pasado generaciones alejados del resto de la sociedad rumana. «Por la forma en que han sido criados ellos sólo atienden sus necesidades inmediatas, pero no son capaces de trazar su vida en perspectiva», señala Adi Matis, de la Fundación Sonrisas.
Esta aldea gitana es una de las más pobres de la región. Muchas casas son construidas de adobe y se destruyen fácilmente. En este lugar los niños no tienen la oportunidad de ir a la escuela y eso no les permite soñar con el futuro.
Soñar con una vida mejor es más difícil para adultos como Roberto Mogiori, de 27 años, quien dice que es tarde para pensar en educación. «La única forma en que puedo ganar algo de dinero es estar ahí cuando la gente necesita ayuda para cultivar», explicó.
La esperanza es difícil de hallar aquí. «A veces deben ser violentos. No con nosotros, sino entre ellos», dice Matis. Kevin afirma que el camino de Jesús puede cambiar la situación de muchos gitanos. «La educación es un factor importante. Pero sea lo que sea aquello que los tenga atrapados, la verdad del Evangelio los puede librar».
AVIVAMIENTO EN LA ALDEA VIOLENTA
La imagen de los gitanos puede cambiar cuando se les conoce mejor, así lo confirma Marian Zaharia, miembro de la Fundación. «Antes, cuando no era cristiana, estaba muy molesta con esta gente, pensaba que daban mala reputación a mi país».
Uno de los campos de trabajo ha sido en la aldea gitana de Tileagd, antes conocida por el crimen y la violencia. Esta aldea alberga a 40 familias, en total son unas 500 personas. Todos han visto muchos cambios desde el año 2000. Ese año, Kevin hoy conoció a un joven gitano que mendigaba en la calle.
«Íbamos a comer y este niño tenía hambre y vino con nosotros. En dos horas aprendimos mucho sobre su comunidad y su familia. Después de estar con él, nos llevó a conocer a su madre a su padre y a sus ocho hermanos y hermanas», cuenta Kevin.
El padre del menor, Ghiuri Rostas, se mostró impresionado por el deseo de ayuda del equipo de la Fundación. Ghiuri explica su reacción: «Me sorprendí al verlos en la puerta. Le pregunté a mi hijo: ´¿Quién es esta gente?´ El respondió como si fueran grandes amigos».
Ahora ese niño tiene su propio hijo y en los últimos diez años esa amistad produjo agua potable para la aldea, una pequeña tienda, una escuela e incluso una iglesia donde los gitanos han podido conocer a Cristo.
«Cuando la gente pierde la esperanza, como tantos aquí, te das cuenta que en la situación económica de este país y en las limitaciones sociales, la única esperanza es Jesús» añade Kevin. La aldea de Tileagd es parte de un creciente avivamiento gitano que fue documentado por Tudor Petan, del canal de televisión Alfa Omega. «Dios en su misericordia decidió trabajar en este grupo que por siglos ha sido marginado aquí en Europa», dijo Petan.
Petan fue testigo del llamado «milagro Toflea». 500 gitanos del sureste de Rumania fueron bautizados tras aceptar a Jesús en 2009. Fue el mayor bautismo en la historia rumana, en un acto en el que el cantante Daniel Dinescu lideró la alabanza. «Los gitanos llevamos el canto en las venas, pero eso no tiene que ver con la fe. Cantamos de corazón porque somos un pueblo marginado. Recuerdo desde la escuela ser apartado y despreciado. Pero al nacer de nuevo, sentí una gran paz y gozo».
Otros cientos respondieron al llamado de Jesús este año. Kevin ora para que el avivamiento pronto alcance a los habitantes del Salard. La estrategia no tiene secretos: predican el evangelio y lo hacen de forma práctica. «Hay un lugar para hablar y en una sociedad educada, predicar la Palabra es fundamental. Pero mucha de la gente con la que tratamos, no es educada. Podríamos hablarles todo el día y no serán capaces de captar lo que decimos. La evidencia práctica del amor de Dios es lo que necesitan», concluyó.
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