El lunes 17 de mayo, un grupo de amigos se encontraba en una playa de Ceuta celebrando un cumpleaños. El plácido y alegre final de la tarde fue interrumpido por una llamada telefónica: la hermana de una de las invitadas les rogó que regresaran a sus casas. “Han entrado dos mil inmigrantes”, dijo alarmada. “Pensamos que exageraba o se había confundido al decir el número. Pocos minutos después, otra llamada nos informó que eran cuatro mil. No lo podíamos creer. Nos parecía imposible, pero luego comenzamos a escuchar las sirenas y el ruido de los helicópteros”, comenta a Protestante Digital Rut Skrie, esposa del agasajado.

Lo que sucedió a partir de ese momento es de público conocimiento. Durante varios días la prensa nacional e internacional publicó noticias y fotos impactantes. La cifra de los inmigrantes que llegaron a nado desde Marruecos ascendió a ocho mil, muchos de los cuales fueron devueltos “en caliente”. Tres personas fallecieron antes de alcanzar la playa.

Hoy la ciudad autónoma intenta recuperar su ritmo normal y la policía continúa patrullando las calles. No se sabe el número exacto de los que permanecen ocultos en algún lugar, durmiendo a la intemperie. “Salen a ciertas horas en pequeños grupos para pedir comida, ropa, mantas. Algunos dicen que son mil, otros creen que sobrepasan los mil quinientos”, comenta Rut.

Más vida

Nuestra entrevistada, quien junto a su esposo Fabián dirige la Asociación Acción + Vida, reconoce que han sido días difíciles. “La ciudad fue conmocionada, los niños no han ido a la escuela la semana pasada y nosotros tuvimos que suspender los cursos porque no venían los alumnos. Esta semana estamos recomenzando, pero todavía no a un ritmo normal”, explica. En el local de Acción + Vida, los Skrie y un grupo de voluntarios de diferentes nacionalidades dan clases de apoyo escolar para niños, inglés, español y alfabetización para mujeres.

Desde la Asociación han brindado ayuda a los inmigrantes recién llegados, aunque no de la manera abierta que hubieran querido hacerlo. “Hemos salido a repartir mascarillas, bocadillos, ropa, pero muy discretamente porque los ceutíes, que en general son muy solidarios, en esta oportunidad se sintieron sobrepasados, tuvieron miedo. Incluso escuché a una señora que normalmente ayuda a los llegan, decirles que se vuelvan a Marruecos, que esto no puede ser. También hemos visto a algunas personas que no se atrevían a salir a la calle, pero sin embargo arrojaban ropa desde los balcones. Debemos mantener las buenas relaciones con los vecinos, ayudar sin que ellos lo desaprueben. Un día preparé una gran olla de cuscús y, para que no me vieran repartiendo, la dejé en la esquina, así los jóvenes podían llegar y servirse”.

Rut comenta que junto con la ropa y la comida también han entregado ejemplares del Nuevo Testamento (Injil). “Muchos inmigrantes los agradecían y algunos lo besaban al recibirlo”, dice. Normalmente, el viernes es un día especial en la Asociación porque organizan un té evangelístico para mujeres. El viernes pasado, en medio del ambiente de incertidumbre y confusión, la reunión fue dedicada a orar por la ciudad. Mujeres musulmanas y cristianas se unieron en clamor a Dios.

De cara al futuro

Ese mismo día llegaron al local un hombre marroquí y una niña de mirada triste, de unos seis o siete años, que habían cruzado la frontera tres días atrás. La madre de la niña ya había partido para la península, colgada de un ferry, y ellos estaban durmiendo en la calle. “Les dimos ropa, desayuno, juguetes… El muchacho es chef profesional y dejó su tierra en busca de un futuro mejor. Este lunes también vinieron seis o siete jóvenes subsaharianos, buscando ropa, comida y mantas. No sé que va a pasar con estos jóvenes. Ellos están dispuestos a todo y no miden las consecuencias; me temo que muchos van a morir intentando cruzar a la península”, lamenta Rut.

Ante la nueva realidad en la ciudad, los Skrie han comprendido que por más que las autoridades trasladen a niños y jóvenes a centros en otras ciudades, muchos se quedarán en Ceuta y, además, otros seguirán llegando. “Nuestra meta ahora es crear una escuela de oficios para jóvenes y mujeres. Pronto vamos a lanzar una campaña de recaudación de fondos, y esperamos contar con voluntarios de España y otros países. Desearíamos brindar capacitación laboral a cualquier persona, tenga o no tenga papeles, pero vamos a ver qué nos permiten hacer las autoridades”, reflexiona.

Por lo pronto, en junio recibirán a un grupo de cristianos de la península y van a salir junto a ellos para repartir mascarillas, ropa, comida y ejemplares del Injil, sin hacer distinción de status legal.

[photo_footer]Rut Skrie, de la asociación Acción + Vida.[/photo_footer]