El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios de fe evangélica explican cómo están experimentando la crisis del coronavirus.
España superaba el viernes día 20 de marzo la cifra de 20.000 infectados y 1.000 fallecidos, llevando los hospitales a una situación que comienza a ser “límite”, según han explicado a Protestante Digital médicos, enfermeras y otro personal sanitario que trabaja en diferentes zonas del país.
“Los hospitales comienzan a estar llenos, estamos abriendo plantas especiales”, explica Lydia, que coordina el trabajo social en nueve centros sanitarios de una ciudad cercana a Barcelona. Todo ha cambiado en pocos días, y hay “personal que está dando positivo en coronavirus”. La “muy buena predisposición” de todos los trabajadores sigue, pese a los nervios. “Hay pacientes que llegan a urgencias con lo puesto, y ya no vuelven a ver a sus familiares”. El aislamiento es especialmente complicado para pacientes con espectro de autismo y otras personas dependientes.
Nadie sabe hasta cuándo durará la crisis, pero “esto tendrá una repercusión emocional muy dura”, cree Lydia. En lo que hay por delante, “las iglesias y los cristianos tendremos que estar disponibles para dar apoyo a la gente (…) Nuestro testimonio debe basarse en cómo tratamos y ayudamos a los que nos rodean”. Se empieza con gestos sencillos, como “quedarse en casa”.
En Zaragoza, cuenta Cristina, enfermera de un hospital con muchos pacientes mayores y paliativos, “día a día se nos insta a hacer un uso muy responsable de las mascarillas” porque hay que “aprovechar al máximo los recursos”. Los que luchan en primera línea sanitaria “están muy sensibilizados y acostumbrados a convivir con la enfermedad, el dolor, el miedo y el estrés”, pero las necesidades “afectivas y emocionales” de muchos pacientes son enormes, especialmente cuando el aislamiento corta las visitas externas. Hay que “guardar las propias limitaciones para ofrecer ayuda, consuelo y tranquilidad a quienes lo necesitan”, explica.
Cristina es madrileña, y ante las noticias de gente que enferma o pierde el trabajo en su ciudad de origen, tiene sentimientos encontrado e incluso “miedo, ¿por qué no decirlo?”. Habla de “la necesidad de depender de Dios, especialmente cuando todo se desmorona a nuestro alrededor”. Han sido días de recordar las promesas que hay en la Biblia, como el Salmo 46:1. Y se abre un tiempo también, para “hablar a otros del Señor que conocemos, siempre desde el amor y la humildad”, y orar que “al ver nuestra pequeñez humana, mucha gente se acerque a Dios y le conozcan”.
También es enfermera Elisabet, que está activa en un hospital de Madrid. También ella describe el buen ánimo de personal sanitario, “siempre tendiendo la mano, es una bendición sentirse tan arropada en estos momentos”. Comenta las situaciones difíciles con compañeros, “y compartimos la carga emocional también”. La situación de los pacientes “es muy dura”, porque se juntan “soledad, incertidumbre y dolencias, como las respiratorias”. Como enfermeras, “intentamos animarles y mostrar cariño, pero no es fácil, porque “no hay nada como el cariño de los familiares”.
Hablando con su marido, que también es sanitario, “comentábamos que, en especial para los jóvenes de nuestras iglesias, es un momento de cerrar más lo móviles (empezando por mí misma), y abrir más la Palabra. Que cuando esto termine (o mientras dure), la iglesia busque maneras de reinventar la forma de compartir el evangelio”. En un momento de conciencia de la “fragilidad de la vida”, puede haber “un avivamiento, ¿por qué no?”
Mónica es médico en Mataró, trabajando a domicilio con “personas en situación de final de vida”. Con sus compañeros, se han partido en dos grupos, “por si unos se contagian, los otros puedan seguir atendiendo a los pacientes”. Están preocupados, entre otras cosas, “por la falta de materiales adecuados para las visitas”.
La crisis actual le recuerda al libro de Daniel [en la Biblia] y el episodio del horno de fuego. “Aunque me encanta mi trabajo, y que tomo todas las precauciones, tengo muy presente mi fragilidad. Siento que el único que puede preservarme, y así seguir cuidando de los pacientes, es el Señor. Y si no lo hiciera, aun así creo debo de estar donde estoy y le pido fortaleza y sabiduría para mí y los míos, para afrontar lo que vendrá”.
Francine, en Girona, trabaja habitualmente con pacientes frágiles e inmunodeprimidos. Ya que los turnos ahora son semanales, para reducir riesgos, espera su momento en casa. “Como cristiana, tengo fe que Dios está al control de la situación”, dice. “Tenemos a un padre de lo imposible, y sabe el porqué de esta situación”.
“Cada vez tenemos más conciencia del peligro de contagio y propagación de este nuevo virus así que todos estamos tomando todas las medidas preventivas al respecto”, explica Javier, un farmacéutico en Granada. El ambiente en la farmacia, hasta ahora, “es muy bueno, y también con los pacientes”. En días de confusión, recuerda las palabras de Jesucristo sobre “hambres, pestes y terremotos en los últimos tiempos, y de cómo nos insistió en que no debíamos temer, sino aferrarnos a Él”.
José Luis, de Oviedo, trabaja en una cooperativa farmacéutica. Describe “una gran incremento de carga de trabajo para atender todas las solicitudes”, y en general, ve “preocupación” en el sector. Pero alaba que “los ciudadanos han sido muy conscientes de guardar la distancia de seguridad lo que ha generado colas a la entrada de las farmacias”.
En su caso, ha compartido el artículo del doctor Pablo Martínez sobre el Salmo 91 con compañeros de trabajo. Además, lleva unos días meditando en Hechos 27, un relato en el que tres grupos diferentes de personas sufren la misma crisis, “el mismo naufragio”. Pablo, desde su comunión con Dios, es un ejemplo al “tomar decisiones prácticas” en medio de la crisis, y en la medida de los posible, “sirve de orientación” a quienes tienen el mando de la situación.
En el centro de salud de Alicante en el que trabaja Carol en la recepción, el ambiente ha ido evolucionando de la calma hace unos días a “nerviosismo y tensión”. La mayoría de usuarios comprenden la cancelación de consultas por la situación de emergencia, pero otros “no está entendiendo la gravedad del asunto y vienen de todas maneras por cuestiones poco importantes que se podrían resolver en otro momento”.
En momentos así, dice, los cristianos “podemos ser luz y ayuda, poniendo nuestra confianza en Dios”. “Hay muchos factores en la vida que se nos escapan de las manos, pero podemos poner nuestra fe sobre la Roca”.
También en Europa La crisis del coronavirus ha enrarecido el ambiente. Así lo explica Anna, enfermera pediátrica en Bruselas (Bélgica), que relata una situación parecida de “intranquilidad tanto en la población como entre los profesionales”. Se hacen “horas extras” y “faltan recursos”, pero “es de bendición poder servir en mi lugar de trabajo. A pesar de las dificultades me siento protegida bajo el manto de Dios”.
En Inglaterra se encuentra Noemí, que es recepcionsta en residencia de ancianos en el sur del país. A menudo usan el humor para sobrellevar la tensión, explica. La mayor preocupación la ve entre sus compañeros de trabajo jóvenes y los que no creen en Dios.
Como cristiana, cree que la crisis es una “oportunidad para compartir la esperanza de nuestra fe”, de una forma sencilla, “tan solo decir a la gente que tenemos que orar, que estamos en las manos de Dios, que Dios tiene control. Es un buen tiempo para volver a “la lectura de la Biblia, en la cual encontramos ayuda, guía, consuelo y la oración”. También ha reflexionado estos días “en la providencia divina”.
Mientras tanto, en Latinoamérica, a miles de kilómetros del epicentro actual del Covid-19, los países también se preparan. Vicente, un médico que trabaja en La Paz (Bolivia), cuenta que se están trabajando “hasta donde se puede, ya en estos días escasearon barbijos (cubre bocas) y alcohol gel”.
El gobierno ha puesto en marcha medidas de prevención y “estamos en cuarentena progresivamente más estricta”. Pero hay algunos sectores de la población que “se oponen a estas medidas, por ignorancia (políticos de áreas rurales, o del anterior gobierno)”. Las reuniones de más de 100 personas se han prohibido, y “las iglesias cerraron cultos y reuniones”. Vicente concluye: “Este tiempo es un desierto que probará la fe de muchos, esperamos que muchos se afirmen en su fe y conocimiento de Dios”.
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