El límite que dista entre el «sexting» y la «sextorsión» es apenas reconocible. Quien juguetea con el envío de imágenes íntimas tiene que ser consciente de lo que arriesga. Basta una leve traición o un ligero malentendido para que su vida entre en una espiral de chantaje y miedo de la que parece imposible salir.
La situación es preocupante: las asociaciones que velan por la seguridad en internet afirman que el número de afectados se ha incrementado entre un 30% y un 50% en el último año. Y no sólo entre los más jóvenes. Con este panorama, era evidente la necesidad de reformar un Código Penal que se ha había quedado rezagado respecto a las nuevas tecnologías. Y de paso, rellenar un vacío legal: ¿es delictivo que alguien reenvíe imágenes que nosotros mismos le hemos facilitado?
La ONG Pantallas Amigas da fe del incremento. En los últimos doce meses han atendido 230 casos en los que ha mediado la «sextorsión»; anteriormente, podían registrar alrededor de 150. Un 53% de incremento que conduce a varias reflexiones. Por ejemplo, que
sería un error creer que el «sexting» y la consecuente «sextorsión» son una «travesura» exclusiva de los menores. «Hemos atendido bastantes casos de adultos, sobre todo en lo que se refiere al envío de imágenes por una ex pareja», dice Jorge Flores, fundador y director de Pantallas Amigas. Con todo, priorizan los casos que afectan a niños. «Una persona adulta, en una situación así, la puede manejar, tiene experiencia. En los menores es más gravoso. Si las imágenes de un adolescente salen a la luz, puede ser víctima de un hostigamiento continuo», añade.
La gran pregunta: ¿qué hacer si alguien es «sextorsionado»? Nadie puede asegurar que ceder a la extorsión ponga fin al problema. «No se debe ceder al chantaje si con eso haces más fuerte al chantajista. En algún caso, puede ser conveniente seguir la pista durante un tiempo, ir consiguiendo datos para probar que existe un delito. Aquí no hay un rehén que puede cambiarse por dinero; no hay ninguna garantía», afirma Flores.
NUEVA LEY
Tras el anuncio del pasado viernes por parte del Consejo de Ministros, la nueva legislación incluirá dos artículos que trataran de paliar el daño.
En primer lugar,
estará penada entre seis meses y un año de cárcel la divulgación no autorizada de grabaciones o imágenes íntimas obtenidas con el consentimiento de la persona, pero luego divulgadas sin su conocimiento, cuando afecten gravemente a su intimidad. Dicho de otra forma: lo que algunos llaman la «cláusula Olvido Hormigos», en referencia a la edil socialista de Los Yébenes (Toledo) que, hace un año, vio cómo un vídeo erótico protagonizada por ella y que había enviado previamente a un amigo –un caso de «sexting»– daba la vuelta al ciberespacio.
En segundo lugar,
también se castigará el contacto con un menor a través de medios tecnológicos para embaucarle y que facilite imágenes pornográficas –lo que se conoce como «grooming»–.
¿PODRÁ LA NUEVA LEYE REDUCIR EL PROBLEMA?
«
Estos artículos serán efectivos en la medida en que se transmita a los jóvenes que, tras este tipo de conductas, hay una responsabilidad. Transmitirles que estamos ante un delito que acarrea medidas penales. Pero se necesitan también herramientas de carácter educativo», afirma Luis Estebaranz, director del Teléfono del Menor de la Fundación Anar.
La fundación ha sido testigo de cómo un problema que parecía anecdótico ha alcanzado un alarmante protagonismo.
A falta de tres meses para que finalice 2013, ya han atendido cerca de un centenar de casos relacionados con la «sextorsión»; hace dos años fueron 73, lo que supone un incremento superior al 30%. El auge de los «smartphone» –con una tasa de penetración del 66%, España es líder europeo en su uso– no es ajeno a este incremento.
LOS CASOS MÁS COMUNES
Está la extorsión de carácter sentimental y con una finalidad dañina. Algo que no es extraño presenciar a partir de los 15 años. Tras un ruptura, el novio, con imágenes íntimas de su ex pareja, las reenvía masivamente a sus compañeros del instituto.
Pero en otras ocasiones la finalidad es el chantaje. Un adulto, cuya identidad está oculta en las redes sociales, contacta con un menor –entre los 16 y 17 años–, se lo «gana», lo embauca con regalos –llega a ofrecerle móviles de última generación–, le convence para que le mande alguna foto insinuante, las peticiones van subiendo de tono y, al final, posee tanto material de la víctima que el chantaje es inevitable: o accede a mantener relaciones sexuales o enviará a sus familiares y amigos dichas imágenes. «Es gente que no improvisa; tiene un plan. Se meten en la mentalidad de un adolescente. Y son casos que quedan totalmente ocultos: los chicos dicen: ''¿cómo les voy a contar esto a mis padres?''», dice Estebaranz.
Pantallas Amigas alerta especialmente de una modalidad de «sextorsión» que no dudan en catalogar de «crimen organizado». Tras registrarse en un chat de «ligue» –uno de los más populares es «Chatroulette»–, la víctima –en torno a los 20-25 años– cree haber intimado con una mujer, cuando en realidad ha «picado» el anzuelo: las fotos eróticas que el joven le había enviado a su nueva «novia» se convertirán en objeto de chantaje que, dependiendo del poder adquisitivo de la víctima, puede ir de los 300 a los 6.000 euros.
UNA MISS PROTEGIDA POR EL FBI
Las «celebrities» son especialmente sensibles a la difusión de imágenes comprometidas que han sido previamente «robadas» de sus equipos. No en vano, suponen un «botín» muy codiciado por los «hackers». Le ocurrió a Scarlett Johansson, lo padeció Miley Cyrus y recientemente le ha tocado el turno a la «Miss Teen USA 2013» Cassidy Wolf. Con todo, su caso vino acompañado de un intento de «sextorsión».
El pasado mes de agosto, Wolf reconoció que, cuatro meses antes de ser coronada, un «ciberdelincuente» la extorsionó con una serie de fotos extraídas de su webcam, y que situaban a la víctima en su dormitorio. El caso llegó a tal extremo que fue necesaria la intermediación del FBI. De hecho, y desde su elección, Wolf se ha dedicado a concienciar a los estudiantes sobre cómo prevenir el delito cibernético. Desgraciadamente, no parece que el suyo vaya a ser el último caso.
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