Adriana Raquel Juez, de 37 años, se enteró de que tenía cáncer de mama una semana después de saber que sería mamá por cuarta vez. “No entendía a Dios. Me preguntaba por qué había permitido que me quedara embarazada sin buscarlo y, además, ahora tenía cáncer. Sentía que me estaba haciendo una broma de muy mal gusto. Enfadarme no me enfadé; si al fin y al cabo, él haría lo que quisiera. Pero no le entendía”.
Ella
es una de las mujeres que en los últimos seis años combinaron en su vida dos retos de grandes dimensiones: curarse un cáncer de mama y traer un pequeñajo al mundo, atendidas, acompañadas y apoyadas por un grupo de médicos de varias especialidadess de Vall d'Hebron, Barcelona. “Al final nos partíamos de risa, y el asunto no era para bromas..., pero mira que nos prohíben cosas durante el embarazo..., que si no podemos tomar ibuprofeno, ni un antibiótico, ni de nada, y a nosotras nos habían metido ¡una quimio tremenda!", cuenta hoy Adriana mientras sostiene en brazos a su hija Valentina, de dos meses.
Pero el momento en que se enteró que tenía cáncer fue terrible. “Aunque ya me lo imaginaba, fue un golpe muy duro. No me lo podía creer, era como si el mundo se me cayera encima. Pensaba sólo en el bebé, en cómo íbamos a llevar las dos cosas a la vez.
Tuve un poco de miedo, solo pensaba en el final de la historia, y no me lo imaginaba bueno, por eso tenía miedo, por mis hijos, por mi marido, por mi familia”, confiesa.
FAMA INESPERADA
Con motivo de la celebración el 19 de octubre del Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mamas,
Adriana Juez y otras pacientes del Programa de Cáncer de Mama en Vall d'Hebron fueron entrevistadas por la prensa escrita (en La Vanguardia) y televisiva (Telecinco, entre otros). Convertirse en una figura pública ha sido para ella “una experiencia más dentro de este proceso”, si bien “jamás me hubiera imaginado capaz de salir en la tele o de hacer reportajes para el diario; pero bueno, ya dice el dicho: no digas de esta agua no he de beber”, comenta risueña.
“No me siento nada especial –explica- Accedí a las entrevistas simplemente porque
pensaba en aquellas mujeres que están en la misma situación, en las embarazadas que tenían temor por sus bebés”, confiesa. Al mismo tiempo, la experiencia le permitió conocer a otras dos entrevistadas que estaban pasando por la misma experiencia que ella, y eso le hizo bien. “Me animó mucho conocer a otras mujeres que ya estaban avanzadas en el tratamiento, una con su hijito ya de 2 añitos y otra embarazada y a mitad de tratamiento”.
A sus hijos mayores –un niño y tres niñas- les hacía gracia ver a la mamá y la hermanita en la tele o el diario. “De todos modos sabían el por qué la mamá salía ahí”, dice Adriana.
EL AMOR DE DIOS
Adriana y su esposo César Barrachina, miembros de la iglesia Llibertat, en Sant Boi, decidieron decirles la verdad a sus hijos desde el comienzo. “Les explicamos que la mamá estaba enfermita y que tenía que dejar de trabajar, que le iban a poner un remedio que haría que estuviera cansada, que se le iba a caer el pelo y que iba a tener que ir muchas veces al médico”.
Además les dijeron que aunque no entendían por qué estaba sucediendo esto,
“teníamos que pedirle al Señor para que me cuidara y cuidara a la bebé”, explica Adriana. En tan dolorosa situación ella buscó la manera de darles a sus hijos testimonio del amor de Dios. “Les dije que
sentía que el Señor me quería mucho porque, por ejemplo, los médicos me cuidaban muy bien, las enfermeras y todos los que me atendían eran muy amables y me ayudaban mucho para que yo estuviera bien”.
Aunque le costaba comprender por qué Dios permitía que viviera esto,
se apoyó en su fe en él. “Pensaba en el versículo que dice que
todas las cosas nos ayudan a bien, y le decía al Señor: ya me dirás tú, en que me puede ayudar esto para bien”.
“La fe en el Señor me daba paz –añade- paz de saber que Él tenía en sus manos mi vida y la de mi bebé y que en cada cosa que iba viviendo, Él estaba a mi lado. Pasaba el tiempo y me daba cuenta que sólo en él podía encontrar consuelo, y aunque no tenía respuesta a la situación, me aferré a estar cerca de él”.
DILEMA DE UN PADRE CRISTIANO
Para César Barrachina las cosas no fueron fáciles al comienzo. “Cuando el médico me llamó para decirme que Adri tenía cáncer, yo ya sabía que esto era así, mi reacción fue de desesperación. Me planteaba qué iba a hacer yo si las ´cosas salían mal´.Pero mi mayor preocupación era el bienestar de Adri y de la bebé, aunque
tuve un gran dilema interno ético/moral/cristiano acerca de si debíamos abortar. Incluso lo consulté con algún hermano para saber cuál era la opción menos equivocada si finalmente debíamos decidir por interrumpir el embarazo”, explica hoy.
En el 2006,
el hospital Vall d'Hebron empezó a ofrecer a las mujeres embarazadas y con cáncer de mama la opción de no tener que elegir, sino de seguir adelante con ambas tareas. Primero, curarse. Y además, continuar el embarazo bajo la lupa semanal de oncólogos, obstetras, expertos en medicina fetal, cirujanos, radiólogos... "Porque contábamos con la evidencia de que el embarazo no empeora el pronóstico del cáncer de mama, el aborto no lo mejora y es posible hacer un tratamiento completo de ese cáncer sin dañar al feto", resume Javier Cortés, director adjunto del Programa de Cáncer de Mama en Vall d'Hebron y de su instituto de oncología (VHIO).
La aceptación de la apuesta ha sido general por parte de las distintas especialidades que tienen un papel en ese cáncer más complejo, en ese embarazo mucho más difícil. Llevan 24 casos de embarazo y cáncer de mama y la mitad de esos embarazos han necesitado quimio.
“La tranquilidad me vino al escuchar a los médicos de Adriana, el Dr. Córdoba y la Dra. Saura. Ellos
nos plantearon que el embarazo podía seguir y que el tratamiento lo empezaríamos tan pronto el bebé tuviera el tamaño preciso. Al escucharles, Dios me mostraba claramente lo que yo necesitaba escuchar, y creo que fue el momento de mi vida en que más gratitud he sentido hacia Dios”, dice César.
Quimio y cirugía se combinan en el tratamiento de ese tumor en función del momento del embarazo. Durante las primeras semanas no se puede tratar con medicación porque podría causar graves alteraciones al embrión o también provocar el aborto.
AYUDA PRÁCTICA Y ORACIONES
El cáncer de Adriana Juez dio la cara durante la semana doce de embarazo. "No me podían operar porque era un tumor grande". Por eso hizo una primera quimio y luego un segundo medicamento, y el tumor se reprodujo y hubo que dejar ese tratamiento y adelantar el nacimiento a la semana 34. Y después, la operaron.
En todo este tiempo ella no estuvo sola. “Me he sentido profundamente acompañada. Las oraciones de las personas que yo conocía y de aquellas que aún sin conocerme han orado por mí, han sido mi sostén en todo este proceso”.
Su esposo destaca la importancia del apoyo familiar.
“Hemos notado, sentido y vivido el amor de la familia, cuidándonos, mimándonos, atendiendo a nuestros otros 3 hijos e incluso a la bebé. También hemos visto su sufrimiento y su dolor y nuestra oración es que Dios les restaure y cuide cada día. Ellos nos han preparado la comida, han limpiado nuestra casa, han cuidado de los niños, los han llevado al parque, al cine, a dormir a sus casas... Esta ayuda es incalculable y una vez más han demostrado ser personas muy especiales, verdaderos hijos de Dios, quienes nos han sostenido con sus oraciones y con sus vidas”.
César habla también de la importancia del apoyo espiritual.
“Nuestra iglesia Llibertat, en Sant Boi y nuestra Iglesia eterna nos han cubierto con sus oraciones desde muchos rincones del planeta. He podido notar, sentir y vivir una paz indescriptible. La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, ha sido lo que nos mantiene día a día en esta ´lucha´. La que necesitamos y la que agradecemos”.
EL FUTURO
Adriana está ahora de nuevo con una quimio específica para su tipo de cáncer genético, un BRCA1. "Es cierto que no he podido disfrutar de mi embarazo cien por cien, porque vives al día, una cosa tras otra, sin caer en la cuenta de dónde estaba metida", reconoce.
Le quedan dos quimios y que el expansor de su pecho vaciado siga su curso para repararlo. Luego le quitarán el otro pecho como prevención. "Es una perspectiva mucho más clara de zanjar el asunto", comenta.
Por su parte, su esposo reconoce que “aún queda mucho camino por recorrer: tratamientos, muchas visitas a los médicos, las intervenciones pendientes y una larga espera para concluir esta andadura. Hay momentos en los que algunos sentimientos negativos también se hacen presentes y no queda otra opción que lidiar con ellos”. Y añade:
“A lo largo de este proceso Dios nos ha sostenido y lo sigue haciendo”.
“Que esto
sirva también para dar a conocer a Cristo a otros que sufren y, sobre todo, que él reciba toda la gloria y la honra”, concluye César Barrachina.
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