“¿Se va Dios de vacaciones?” La pregunta parece un sinsentido, sin embargo no son pocos los cristianos que reconocen tener dificultades para mantener un tiempo diario de calidad en el que cultivar su relación con Dios. Nos preguntamos sobre cómo aprovechar bien el verano mientras disfrutamos de unas semanas de descanso al sol. Rubén Miyar y Benjamín Barba, ambos pastores evangélicos, nos dan algunas respuestas.
El verano definitivamente llegó a todos los rincones de España. Julio y Agosto serán los meses en los que disfrutarán del descanso la mayoría de los que tienen el privilegio de tener un trabajo fijo. Son semanas en las que muchas dinámicas cambian: desde los horarios para comer o dormir hasta la forma de relacionarse con otras personas.
Y, ¿qué pasa con la fe?¿Qué sucede cuando nos vamos de vacaciones? ¿Sigue nuestra relación con Dios ahí?
“Es imposible hacer vacaciones de Dios, a no ser que identifiquemos a Dios únicamente con el templo o la asistencia a la iglesia”, dice Rubén Miyar, pastor evangélico de una iglesia en Sant Boi de Llobregat (Barcelona). Sí se puede hablar de “hacer vacaciones del ministerio” o no asistir a la propia iglesia durante algunos domingos. “¿Pero de Dios?”, se pregunta.
“Si uno entiende que Dios es su Padre, no puede congelar esa relación durante dos meses”.
Benjamín Barba, pastor de otra iglesia, en Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias), relaciona la pregunta inmediatamente con la figura bíblica de Jonás. A éste, “Dios le encarga la misión de proclamar un mensaje de juicio sobre la ciudad de Nínive, y en lugar de cumplir con ella, se va de vacaciones a Tarsis”. Lo que muestra su actitud es “rebeldía hacia Dios”. El poner en pausa el contacto con Dios, sea con la excusa del verano o con cualquier otra, muestra que “esa relación personal se ha convertido en religiosidad”.
NO ENCONTRAR TIEMPO PARA LEER LA BIBLIA
Resulta especialmente interesante como precisamente en vacaciones, cuando el tiempo abunda, muchos reconocen no encontrar espacios para leer la Biblia.
“Es posible, a mí me ha pasado en más de una ocasión”, dice Barba. Desde su propia experiencia explica tres barreras en este sentido. Por un lado está
“la pereza que va en aumento cuando has llevado un ritmo de trabajo estresante”. Por otro, “la ausencia de un horario establecido para cada cosa que deseas realizar en ese tiempo” y, relacionado con ello, “el no tener planificado un plan flexible para trabajar ciertos aspectos de la relación personal con Dios”.
También Miyar habla de su propia lucha con este tema, en tiempos de vacaciones. “Funciono mejor con un horario de trabajo, el horario me ayuda”, explica, mientras que
“demasiado tiempo libre me desordena”. “Dice mi hija mayor (21 años) que ella como se disciplina para la relación con el Señor, en verano asocia vacaciones a relajación y eso incluye relajar la disciplina”.
Así que la clave parece estar en la concienciación y en mantener los hábitos también a nivel espiritual. Una regularidad que tiene que estar ahí ya antes de empezar las semanas de relax. “Si de forma regular no cultivas la relación con Dios ¿por qué lo vas a hacer en vacaciones?”. Para Barba “es una cuestión de prioridad” porque “si la relación con Dios es importante en el día a día, trabajarás para que en las vacaciones, el tiempo devocional, lo sigas realizando”.
EL SOL Y LA PLANTA QUE SE SECA
A la hora de la verdad, ¿qué se pierde uno si aparca su crecer espiritual durante el verano?
¿Tiene consecuencias el ‘desconectar de Dios’ durante 3-4 semanas?
“Es un tema vital, como no comer. Si no comes no tienes nutrientes, te debilitas, te puedes enfermar”. Mantenerse conectado a las palabras de Jesús “es vital, si no, nos secamos como pámpanos y no damos fruto”, dice Miyar. Y ante el mito de que el verano debe romper con la normalidad, el pastor de Barcelona recuerda que “en verano también hay que dar fruto: el buen carácter es un fruto, y cuanto más lejos estoy de Dios, menos paciencia, mas irritado, más amargado, etc.”
Para ponerlo gráficamente, sirve la ilustración de “una planta que no se riega durante ese tiempo de verano”. Poco a poco se va secando, cree Barba. “Espiritualmente también nos vamos marchitando, no llevamos fruto como el amor, el gozo la paz, la paciencia, la bondad”.
CONSEJOS PRÁCTICOS
Las semanas sin estrés son, de hecho, un momento idóneo para reflotar unos hábitos que pueden haber quedado enterrados en medio del día a día.¿Cómo refrescar este tiempo con Dios en verano?
Cree Barba que “la disposición” es básica. Hay que empezar por “no ver el cultivar la relación como una carga, sino como un privilegio”. Durante las semanas en las que hay el tiempo, uno puede guardarse “un tiempo cada día” para encontrarse con Dios.
“Escoger un libro de la Biblia, como Proverbios, o, una carta del Nuevo Testamento”. Estas nuevas iniciativas pueden ser algo especialmente importante si se amplía este tiempo de lectura a la familia. Es muy bueno crear espacios en los “cada uno haga sus aportaciones, buscando aplicaciones de las verdades estudiadas a la vida diaria”.
El tiempo con Dios no sólo es importante para la fe, sino “para sobrevivir, para respirar, para no morir”, cree Miyar. Explica que debe verse como “un asunto de vida o muerte”. Pero la cosa tiene que ir más allá de sólo cumplir rutinariamente con un espacio de lectura de la Biblia. “La relación con Dios es más cosas: obedecer puro y duro también es relación con Dios”.
Estar en sintonía con Dios es algo integral. “Deberíamos relacionarnos con Dios, como nos relacionamos con la gente que nos interesa”. Una relación “no depende de las circunstancias, depende de la realidad de la presencia de los demás”. Por tanto, concluye,
“si fuéramos más conscientes de la presencia de Dios siempre con nosotros, esta relación con Él, sería más natural”.
IR A LA IGLESIA EN AGOSTO
Y por último, ¿valdría la pena buscar una iglesia a la que asistir mientras estamos fuera, de vacaciones?
“Yo si lo recomendaría, porque es enriquecedor”, dice Miyar, “pero tampoco sería legalista con esto”. La madurez de la fe de una persona no se puede medir exclusivamente por la cantidad de veces que pisa una iglesia.
Más allá del propio crecimiento espiritual, Barba encuentra otras razones por las que no dejar de asistir a una iglesia en vacaciones. “Creo que siempre es bueno visitar a hermanos y hermanas que se reúnen en otros lugares”. Además, es ayuda a
“conocer nuevas formas en las que se desarrollan los cultos en otras iglesias”. Y por qué no, conocer gente nueva: “Muchas veces en estas visitas comienzan amistades que perduran para la eternidad”.
Si quieres comentar o