El movimiento 15-M continúa dando que hablar a la sociedad española. Aún después de pasar las elecciones, cientos de jóvenes continúan acampados, a los que se unen miles cada día para participar en un movimiento que se ha instalado en varias plazas de importantes ciudades españolas.
Los
indignados tienen algo que decir a la sociedad y por eso, aunque las acampadas terminen, la sensación es que la actitud de los jóvenes – auténticos protagonistas del movimiento - ante el rumbo político del país no volverá a ser la misma. La generación que los medios mayoritariamente presentaban como anestesiada por el ocio electrónico, etiquetados como ni-nis (eufemismo de vago), y no siempre sin razón, ahora tiene algo que decir. Y no dudan de hablar de derechos, democracia, justicia o revolución.
Entre los indignados también hay evangélicos.
Jóvenes que, como los demás, tienen algo que decir sobre la situación que atraviesa España. Y algunos entienden que su fe también tiene mucho que ver con lo que está pasando en cada plaza.
Es el caso de
Ruth Mira, profesora de inglés en un colegio público, donde ha podido vivir en persona los recortes que el gobierno plantea realizar en el sector de la educación. “Este un derecho humano fundamental y es uno de los pilares claves de nuestra sociedad”, explica Ruth, que se unió al movimiento 15-M tras conocer y sentirse identificada con
las propuestas de los convocantes en la web .
Para ella el paso siguiente fue acercarse a
Plaza Catalunya junto a unas amigas, donde encontró un ambiente de discusión y reflexión sorprendente, entre personas de distintas edades e ideologías. “Me llenó de ilusión y esperanza”, cuenta Ruth, que desde entonces se acerca cada noche a las concentraciones.
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Las movilizaciones comenzaron
en Madrid, en Sol, donde todavía sigue activa la acampada y su programa de asambleas organizadas y decenas de “corrillos” de conversación entre los asistentes. Entre ellos está
Esteban Rodrigo (26 años), estudiante de telecomunicaciones y miembro de Asamblea Cristiana de Madrid. “Me parecía imposible a estas alturas vivir algo así: que la gente dejara la TV y el sofá y saliera de sus casas para protestar”, cuenta emocionado.
Una emoción que comparte el escritor
Miguel Ángel Moreno, que se acercó a Sol y se sintió “abrumado” al comprender que “la gente allí reunida pedía justicia, simplemente. Creo que mi fe ayudó a sentirme más identificado con el movimiento, a causa de esa búsqueda de justicia para todos, especialmente tratándose de mí, pues siempre me he considerado apolítico”, explica.
La micrópolis que se ha formado estos días en Sol tenía, para algunos de los jóvenes, un sentido muy especial.
Denis Suárez Sierra (20 años), estudiante de Filología Hebrea y asistente a la International Christian Fellowship de Salamanca, dice que le recuerda a la primera comunidad cristiana. “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas... Me recuerda lo que vi y viví en Sol: todo se compartía, todo era solidaridad y compañerismo, todo era de todos y para todos”.
INDIGNADOS, ¿POR QUÉ?
Toda protesta tiene un sentido y un objetivo, y en esta no es una excepción. La mayoría de los participantes explican su participación ante la decepción que les producen los gobernantes y también los engaños que encierra el sistema democrático actual.
Lucas Cudilleiro (24 años) es estudiante de magisterio musical en la Universidad de Santiago de Compostela y miembro de la iglesia de Asamblea de Hermanos de Ares, y participa en las convocatorias 15-M en la
Plaza de Obradoiro. “Me indigna que los políticos de este país ignoren a una gran parte de la población que se abstiene de votar, y aún perdiendo puntos, celebran la victoria de su partido que por fin podrá gobernar a su antojo”.
En la misma línea se expresa
Ruth Mira a mil kilómetros de distancia. “Me indigna la mentira, la falta de transparencia, la falta de libertad, el capitalismo, los privilegios de la clase política...”. La corrupción política y la escasa repercusión de ésta en la actividad de los partidos son el motivo de que muchos se hayan unido a estas manifestaciones. “Corrupción, fraudes, democracia irreal... digamos un todo para el pueblo pero sin el pueblo”, explica
Oliver Tarquis (18 años), estudiante que forma parte de Asamblea Cristiana de Madrid.
El uso de la política en nuestro país se percibe por estos jóvenes como “una pantomima en la que los ciudadanos no se sienten ni mucho menos representados por las personas que les gobiernan”, dice
Israel Suárez Sierra (19 años), estudiante de Derecho y Políticas en Madrid que asiste a la iglesia Buenas Noticias de Boadilla del Monte. “El nivel de vida que los políticos llevan: las pensiones máximas, los coches oficiales, la acumulación de cargos públicos” producen en él “la sensación de vivir en una nueva forma de dictadura”. A esto agrega
Denis el drama de la desigualdad que sufren “miles de parados, sin la seguridad de poder ofrecer a sus hijos todo lo que necesitan. Y me indigna que, en pleno siglo XXI, sigamos obligados a pagarle los lujos a un monarca innecesario”.
Con un 20% de la población activa desempleada, y cuando el paro juvenil roza el 50% en España, es lógico que el trabajo y las expectativas de futuro sean uno de los temas habituales en las plazas estos días. “Como pareja con escasos medios económicos, en semi-explotación laboral y sin posibilidades reales de conseguir una vivienda propia a corto plazo compartimos la esencia de la indignación social y por ello reclamamos un cambio”, expresa
Esteban Rodrigo.
Miguel Ángel Moreno hace un análisis preciso, comentando que “es evidente que entre políticos y ciudadanos ha ido creciendo, en los últimos años, una grieta cada vez más amplia. Cuando hemos comprendido que dicha grieta es insalvable, que los políticos ya no nos representan, hemos salido a la calle para recuperar una democracia real”.
EL PAPEL DE LA FE
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Justicia, igualdad, verdad y honestidad son conceptos que han vuelto a la primera plana informativa gracias a estas manifestaciones. Conceptos que tienen un sentido importante para cualquier cristiano. “No podemos quedarnos de brazos cruzados y callar, eso sería una irresponsabilidad, tenemos mucho que decir y que aportar a nuestra sociedad.
Nuestra cultura occidental sufre una crisis de valores y el sistema está corrompido”, alega Ruth.
“Siempre que se hable de problemas sociales tendremos algo que decir como cristianos”, agrega
Esteban, que ha participado en las asambleas activamente “dando nuestro punto de vista bíblico sobre los diferentes temas que se debaten”.
Oliver, por su parte, está convencido de que Jesús “estaría dando aliento en especial a aquellos jóvenes que pasan tanto tiempo allí. Nos estamos rebelando contra la injusticia y además de forma pacífica”.
Y ¿qué podemos aportar los cristianos a esta sociedad?
Israel cree que “tenemos la obligación de predicar con el ejemplo mostrando cómo debería ser un verdadero político, bajo el principio de liderazgo que abrazamos”. El gobernante ha de ser “una persona íntegra, humilde, respetuosa, trabajadora y, sobre todo, tiene que ser un buen siervo, tiene que trabajar por los demás”.
Denis está de acuerdo en que tenemos que transmitir ese modelo a la sociedad, plasmando
“lo que Dios exige de un gobernante: transparencia, integridad, honestidad y carácter probado”.
Esteban reconoce que ser cristiano le ayuda también a “ser cauto, analizar cada idea que surge y no dejarme llevar por lo que diga la mayoría pese a reclamar una democracia real”.
Miguel Ángel valora, además, el beneficio de una pluralidad de enfoques, ya que “el hecho de que seamos creyentes pueda aportar cierta sensibilidad al problema, pero sinceramente creo que es necesario contemplarlo desde todas las perspectivas”.
La participación en el debate público es, en todo caso, fundamental para estos jóvenes.
Lucas piensa que “nunca debemos dejar de participar”. Sucede que “
mucha gente está de acuerdo, pero por su condición de creyente no cree que debe estar ahí. Es una concentración totalmente pacífica donde todos estamos unidos a pesar de diferencias y todos nos respetamos. No veo ningún problema en reivindicar nuestros derechos. Quizá mañana tengamos nosotros que salir a la calle”, agrega.
Israel lo entiende también como una herencia histórica protestante, y lo expresa con rotundidad: “Lutero se declaró disidente y criticó las injusticias de la Iglesia de su época, creo que ahora hemos de tomar el relevo. No aceptamos ni nos amoldaremos a estas injusticias porque tenemos un Dios más grande que cualquier otro gobernante. Se avecina un cambio y hemos de participar en él”.
LAS RESPUESTAS DEL EVANGELIO
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, decía Jesús. Como también son bienaventurados los pies de los que anuncian las buenas noticias. Ese papel es el que están cumpliendo algunos jóvenes con su presencia y sus palabras en las concentraciones y las asambleas.
Ruth cree que una fe viva es la que aporta “esperanza y sentido en un mundo cada vez más caótico”. “El evangelio brilla como una luz” en una sociedad “que ha sustituido los valores por los intereses”, porque
el mensaje de Jesús “nos invita a pensar en los demás antes que en nosotros mismos, a mostrar un amor incondicional, a preocuparnos por los pobres, los marginados, a sufrir con los que sufren y a reír con los que ríen,... y eso lo cambia todo”.
“Como cristianos creemos que todo tiene origen en el corazón de las personas y aunque la voluntad social puede ayudar a mejorar las cosas, la única solución completa a los problemas se encuentra en Jesús”, afirma convencido
Esteban.
Oliver también lo tiene claro: es el momento “de iniciar un cambio.
Por fin los jóvenes hemos despertado. Este tipo de inquietudes van a ir más allá que el simple hecho de la política, creo que inquietudes espirituales también han despertado o despertarán en esta generación”.
“Nosotros creemos en la finalidad de las cosas”, dice
Israel. “Nada ocurre por casualidad, nada pasa sin ser voluntad de Dios. En este sentido, creo que este movimiento era algo necesario, inevitable, y confío en que Dios pondrá su mano para cambiar la situación en este país. No puedo evitar pensar en el evento de “
España, oramos por ti”. Tal vez esta revolución sea consecuencia de esa oración”.
Israel se adhirió al movimiento en Sol orando para que “esta revolución en la que estoy teniendo el privilegio de participar sea guiada por Dios para cambiar todo esto. Si la clase política no es capaz de ver la indignación del pueblo y hacer algo para resolver la situación, perderé definitivamente la fe en la justicia y en la democracia, ejes centrales de la carrera que estoy estudiando”.
“Los
indignados tienen que ver, a través de nosotros, que hay un Dios cercano y personal, que detesta la injusticia, y que apoya a quienes la sufren... Nosotros sabemos que
el cambio definitivo está en aceptar a Jesús como único y suficiente salvador”, argumenta
Denis.
LOS JÓVENES VERÁN VISIONES
Hay un clamor en los jóvenes por un cambio. Las ilusiones y las ganas de hablar, de compartir y de escuchar que se vive estos días en muchas plazas de España son oportunidades para poder compartir el mensaje “que realmente puede cambiar las vidas de las personas y la sociedad”, dice
Ruth.
Lucas cuenta que “lo bueno de estar allí es que conoces gente y puedes compartir (la fe) con ellos. Creo que es algo bueno. Llevo cinco años en Santiago y he podido compartir mucho y con gente muy diferente”.
Esteban, en Sol, ve una “excelente oportunidad para profesionales (o no) cristianos en los distintos campos que se están abarcando para dar respuestas bíblicas y un ejemplo personal de vida cristiana que de verdad pueda impactar a quienes quieren escuchar y aceptan opiniones de todo tipo, debatiéndolas y tratando de comprenderlas.... ¡toda una campaña evangelística del 2011!”
Denis está feliz de participar, pero cree que deberíamos “figurar en primera fila. He aprendido de mis padres que luchar contra la injusticia es uno de nuestros grandes deberes cristianos. No podemos permanecer callados ante lo que estamos viviendo. Debemos clamar a Dios con todas nuestras fuerzas para que Su justicia se establezca en nuestro país”.
¿Y qué dice la iglesia ante este desafío? En opinión de
Denis, “la iglesia debería haber visto la incomparable oportunidad evangelística que este hecho supone:
miles de personas se reúnen porque necesitan un cambio en sus vidas. Sin embargo, muchos siguen pasando por las plazas de toda España sin ni siquiera escuchar el nombre de Jesucristo. Espero que como pueblo de Dios seamos capaces de reaccionar antes de que sea tarde”.
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