La España "evangelizadora de la mitad del orbe", según Menéndez Pelayo ("España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma...; esa es nuestra grandeza; no tenemos otra", escribió el polígrafo santanderino en Historia de los heterodoxos españoles), es hoy un erial religioso, "un país de misión", según el diagnóstico del cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco.
El temor del Vaticano es que lo que califican como "fundamentalismo laicista" del Gobierno socialista se contagie al resto de Europa y en Latinoamérica. La ley que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo es el emblema de esas preocupaciones.
Los recelos no se han apaciguado pese a las buenas relaciones que mantienen ahora la Curia y el Ejecutivo español. El incremento por el Gobierno en un 34% de la cuota que cada católico puede destinar a su confesión en la declaración de la renta anual es uno de los ejemplos de ese entendimiento. También han pactado parar la reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, varias veces anunciada por el PSOE.
La ofensiva para "recuperar a España" la encabeza con entusiasmo Benedicto XVI, como ha demostrado con el viaje del pasado fin de semana. Es el segundo que hace, después de su visita a Valencia para clausurar, en julio de 2006, el V Encuentro Mundial de las Familias. El próximo verano regresará, esta vez a Madrid, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Son tres visitas en apenas seis años. Ningún otro país ha merecido, ni de lejos, tanta atención.
NO TODOS SON TRIUNFOS
El interés del Pontífice no se concreta en nombramiento de cardenales, por ejemplo. En este momento solo hay activos dos, uno en Madrid (Rouco, a punto de cumplir 75 años), y el de Barcelona, Lluís Martínez i Sistach, nacido 1937. Hay otros purpurados españoles, pero ya están jubilados (Carlos Amigo en Sevilla y Julián Herranz en Roma, entre otros), o trabajan en la Curia romana, como Antonio Cañizares (Utiel, Valencia, 1945), primado de Toledo hasta que Benedicto XVI le hizo en 2008 prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Las archidiócesis de Valencia, Valladolid, Oviedo, Santiago de Compostela o Burgos, entre otras, y la sede primada de Toledo esperan, algunas desde hace un siglo, que el Papa distinga a sus respectivos arzobispos con el capelo cardenalicio. En cambio, acaba de hacer cardenal al arzobispo José Manuel Estepa Llaurens, que fue vicario general castrense de 1983 a 1995 y va a cumplir en enero próximo 85 años de edad.
POSTURAS CRÍTICAS
Este viaje del Papa ha estado sumido en otras polémicas, especialmente por las organizaciones laicas. También han alzado la voz muchos católicos, como Redes Cristianas y la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Acusan al Gobierno de comprometer el carácter aconfesional del Estado. Otras críticas alcanzan al factor económico. Según Europa Laica, la visita le ha costado al Estado cinco millones, a razón de 200.000 euros por hora de estancia.
Otros reparos se refieren a la propia misión del Papa, "que tiene que ir por el mundo anunciando el Evangelio", subraya el teólogo José María Castillo. Los católicos de base se fijan en la pompa de unas visitas que "llenan estadios, pero vacían iglesias". "No hay líder mundial que se presente con la pompa con que lo hace el sucesor de Pedro, o sea, el sucesor de aquel modesto pescador de Galilea. Cuando Jesús mandó a sus apóstoles a predicar el Evangelio, les prohibió severamente llevar oro, plata, calderilla, alforja, dos túnicas, sandalia o bastón, según escribió el evangelista Mateo", afirman.
La tesis de la Asociación de Teólogos Juan XXII es que, aun cuando el viaje se presenta como una visita pastoral y con carácter religioso, no puede desconocerse el carácter eminentemente político del Papa al reunir en su persona la doble función de autoridad religiosa y jefe del Estado de la Ciudad de Vaticano. "La función de autoridad religiosa la ejerce de manera antidemocrática, y la de jefe de Estado nos parece un contrasentido, está en abierta oposición al Evangelio y es un contrasigno que, lejos de acercar, aleja de la fe en Jesús de Nazaret", dicen.
"Creemos que este viaje tiene muy poco que ver con los viajes apostólicos de Pablo de Tarso, cuya finalidad era anunciar a Jesucristo liberador y la buena noticia de la liberación, crear comunidades cristianas y fortalecer en la fe a las ya existentes, con riesgo de su vida por las amenazas de las autoridades civiles”. Según los teólogos, el viaje ha sido programado como un fenómeno de masas y de aclamación a su figura en un acto de papolatría, sin contacto con las comunidades cristianas vivas, y menos aún con los sectores más desfavorecidos. “Tiene mucho de folclórico y muy poco de expresión de fe genuina y auténtica", concluye esta asociación.
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