En 1970 los ciudadanos catalanes que se declaraban no creyentes no superaban el 2 por ciento. Hoy, alcanzan la friolera del 29,1 por ciento. En 1980, los católicos prácticantes eran el 33,8 por ciento, pero hoy apenas alcanzan el 18,7 por ciento, lo que representa una caída de 15 puntos en un corto periodo de tiempo.
«Me ha sorprendido –dice el autor– esa transición tan rápida hacia una Catalunya poscatólica». De las comparaciones entre comunidades se desprende que Catalunya es la más laica, junto con el País Vasco y las Baleares. «Pero el proceso –dice Serrano– es similar en todas partes y con una evolución espectacular, aunque quizás otras comunidades estén 10 o 15 años por detrás de Catalunya».
Otros datos corroboran este cambio. Los matrimonios civiles han pasado en Catalunya del 9,7% en 1983 al 62,8% en el 2006. El descenso del asociacionismo religioso, la caída del número de seminaristas o la reducción de alumnos que cursan la asignatura optativa de Religión en la escuela son otros elementos que corroboran la tesis principal.
Jordi Serrano, apoyado en estos datos, concluye que «Catalunya ha dejado de ser católica» y lo ha hecho «a un ritmo impresionante». El autor señala que el poder del que aún dispone la iglesia catalana y española viene más del pasado o de privilegios como el Concordato que de la realidad sociológica.
LOS JÓVENES NO VAN A MISA
Según Jordi Serrano, «el espectacular cambio generacional que se refleja en el ámbito religioso no tiene precedentes en ningún otro campo de los valores o de las actitudes». Una encuesta entre jóvenes catalanes de 18 a 24 años indicaba hace tres años que un 87 por ciento no acudía casi nunca a misa, y no llegaban al 4 por ciento los que lo hacían semanalmente.
Una encuesta del Observatori Català de la Joventut del 2002 reflejaba la desconfianza de la juventud en la iglesia. Sólo un 17,8% de los jóvenes de 18 a 29 años decía sentir «mucha o bastante» confianza en la iglesia. En una escala de 17 instituciones, la Iglesia ocupaba el último lugar, por detrás de las fuerzas armadas.
El análisis por sexos indica que la religiosidad sigue siendo más alta entre las mujeres. En Catalunya, el porcentaje de mujeres católicas está 15 puntos por encima del de los hombres (y en España la diferencia se eleva a 21 puntos). Sin embargo, entre los más jóvenes esta diferencia por género tiende a desaparecer. Los chicos catalanes que se declaran no religiosos o ateos son el 75% del total, y las chicas ya son el 67%.
OTRAS CONFESIONES CRECEN
Otras confesiones, sin embargo, están creciendo, aunque no son objeto del estudio. «La crisis ha provocado un aumento de la religiosidad entre los musulmanes», explica Mohammed Chaib, diputado y presidente de Ibn Batuta. «Quizá porque la mezquita –añade– es un espacio social y punto de encuentro donde la gente se ayuda y habla».
No es la única confesión que aumenta en su práctica, siempre alentada por la inmigración. Los inmigrantes del Este han favorecido el crecimiento de la Iglesia ortodoxa. Sacerdotes ortodoxos han llegado incluso a acuerdos aislados para hacer sus celebraciones en templos católicos. También ha crecido la iglesia evangélica, gracias a los latinoamericanos.
Pero no hay datos precisos de estos fenómenos. Chaib cree que la inmigración más que cambiar el escenario religioso «ha hecho ver que existen más confesiones y nos puede ayudar a crear un marco más laico y respetuoso con las distintas creencias».
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