¿Maldecir la oscuridad o encender una luz?

Estamos en un momento de profundo desencanto, de aflorar por un lado y por otro corrupciones, escándalos políticos, robos legales, alegales e ilegales. También de leyes injustas, contrarias a la ética de los valores (cristianos) que han servido para cimentar la sociedad occidental de la que ahora disfrutamos.

Por no hablar del terrorismo yihadista que invade un espacio cada vez mayor.

Pero parándonos por un momento, quisiéramos preguntar qué llama estás/estamos encendiendo en medio de tantas tinieblas.

Sin duda hay que condenar la oscuridad, pero la respuesta es encender una luz, por pequeña que sea.

Es fácil decir lo que está mal, entrar en la confrontación, sobre todo si es ajeno a nuestra vida, a nuestra responsabilidad, si no nos implica ni nos complica la vida.

Pero es indispensable que asumamos que además de estar inmersos en el problema común, somos también parte de la respuesta y de la solución.

Si miles de luces se encendieran cada día en medio del eclipse global que estamos viviendo, la noche sería como el mediodía.

En tu casa, con tus amigos, en tu trabajo, en la iglesia (si eres parte de ella).

¿Estás marcando la diferencia?

Eso es lo que hizo Jesús, es indudable que condenó la hipocresía, la maldad, el egoísmo, pero su esencia fue alumbrar: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. (Juan 1:4-5)