Manuel Morilloes licenciado en Políticas y Sociología, especializado en Empresariales y Derecho. Zaragozano, dirige la revista
Arbil desde hace diez años, y participa en tertulias radiofónicas en
Intereconomía y en el programa «La quinta columna» de
Radio Intercontinental; es columnista habitual en diversos medios, como el
diario Ya y
Religión en Libertad (ReL).
Pues bien, Manuel Morillo en su último artículo en ReL muestra su opinión respetable pero significativa de lo que representa este sector "ultracatólico" que subsiste en España.
Al margen de una defensa a ultranza del catolicismo-romano de Unamuno, algo que creemos que está indudablemente muy alejado de la realidad objetiva intelectual (*),
denuncia que sus inquietudes espirituales "han sido usadas de manera torticera para querer apropiárselo los protestantes (concretamente, a través de sus publicaciones la Alianza Evangélica Española). Y así hasta han secuestrado su nombre para dar un premio: El Premio “Unamuno, amigo de los protestantes”.
Simplemente aclaramos que es un hecho que
este “secuestro” fue consultado y aprobado por la propia familia de Unamuno,y que simplemente honra la defensa de todos conocida y documentada que el intelectual vasco hizo de su amigo, el pastor salmantino Atilano Coco (y a pesar de ellos fusilado por Franco), así como su amistad y contacto epistolar con muchos intelectuales evangélicos.
Nada más sensato que hablar de un “Unamuno amigo de los protestantes”. De hecho, sus familiares asistieron a la primera edición del Premio y a esta última –la séptima- en Salamanca.
Al margen de esta disquisición, dos apuntes. El primero que vivimos en una bendita libertad de expresión.
Nos alegra que Morillo pueda exponer su punto de vista y criticarnos (sin motivo a nuestro entender, pero está en su derecho de hacerlo), decir lo que él piensa y cree de forma pública. De la misma forma, que nosotros podemos responderle. Es lo mejor que tienen los medios de comunicación libres en un país realmente democrático.
Y el segundo apunte es queesta reacción es un síntoma de que a quienes son como Manuel Morillo les molesta la presencia digna, en la vida pública, del protestantismo español. No les molesta demasiado la subsistencia en la sombra de las catacumbas, sino la presencia en la luz. Señal de que en la luz andamos con este diario y con el “Premio Unamuno amigo de los protestantes”.
Pero sigamos.Morillo también ataca al premio Unamuno porque “está apoyado por la Fundación Pluralismo y Convivencia, dependiente del Ministerio de Justicia y la Dirección General de Relación con las Confesiones”.
Sigue nuestro tertuliano "ultracatólico" diciendo que la Fundación Pluralismo y Convivencia fue
creada por el ala laicista del PSOE, “que sirve para potenciar cualquier religión que "compita" con la Iglesia en diversos modos” y “apoyado por anticatólicos”. Es decir, para ellos ser cristianos (o de otra confesión) y no ser católicos es competencia y anticatolicismo.
Pero
no sólo le molesta el “ala laicista del PSOE”, también que el Premio de este año haya recaído en una Concejala del PP por haber mostrado “su apoyo, empatía, acogimiento en instalaciones municipales a las actividades culturales protestantes y a los eventos evangélicos que frecuentemente se realizan en Salamanca” en lo que la propia Fernández Labrador definió como “haber cumplido con mi trabajo”.
Esto no es admisible, a juicio de Morillo, porque “la concejala que es seguro, sociológicamente es irrefutable, obtuvo su cargo con el voto católico”.Es decir, hay un voto católico, unos políticos del PP que se deben a los (ultra)católicos, y una "actuación política católica" que debe significar negar un trato justo y empático a los ciudadanos no-católicos, como los protestantes. Como mucho –da a entender- que existan, pero que no se les vea, ni se les reciba, ni se les acoja.
Sin duda, gracias a Dios, la mayoría de los católicos españoles no están representados por Manuel Morillo y quienes piensan como él.
Pero asusta pensar que junto a personas que saben convivir en igualdad en una España democrática aún perdure el atavismo de esa otra España nacional-católica del franquismo que niega la presencia en la vida pública de quien no es católico. Y si alguna confesión “no católica” –incluso cristiana- aparece dignamente lo es porque la apoyan los “rojos malvados” del PSOE, o porque los políticos del PP traicionan el “voto católico” al no aplicar sus criterios de marginación a los cristianos evangélicos.
Queremos vivir nuestra fe en Jesús dentro de la pluralidad, del respeto a todos, incluso a quienes no nos respetan como el Sr. Morillo. Y siendo agradecidos con quienes nos dan un trato justo, sean de cualquier partido y de cualquier creencia o increencia.
Porque España necesita salir de una vez y por completo de la tabla rasa y monocroma gris que fue la Inquisición y el nacional-catolicismo que representa Manuel Morillo, para entrar en la policromía de la pluralidad, con todas sus maravillosas tonalidades y –por qué ocultarlo- también sus carencias y complejidades. Las benditas carencias y complejidades de la libertad.
(*) Vea la
serie sobre Unamuno en “El punto en la palabra” de Juan Antonio Monroy
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