Algún día España verá la luz

Hace unos días fue noticia que una pequeña parroquia local bautista del Sur de EEUU no quiso casar a unos novios porque él y ella eran de raza negra, algo que hizo que se casaran en la parroquia evangélica de la manzana de al lado de la misma ciudad. Salió en todos los medios. Un hecho condenable sin medias tintas por su racismo, pero encuadrándolo dentro del marco de lo excepcional y curioso.

Poco antes, la Convención Bautista del Sur (SBC por sus siglas en inglés) eligió a Fred Luter, un pastor negro de Nueva Orleans, como el primer presidente afroamericano de su historia como denominación. Se trata de la mayor entidad bautista en el mundo, y la mayor denominación protestante en los Estados Unidos con más de 16 millones de miembros y más de 42.000 iglesias, por lo que su decisión supone un paso inmenso. Pocos medios reflejaron la noticia.

Es una muestra de cómo se mide la importancia de los hechos en nuestra sociedad actual, a ritmo de anécdota. En temas religiosos y en especial en España, los árboles no dejan ver el bosque.

Se habla por ejemplo mucho del fenómeno wasp (anglosajón, blanco y protestante) en EEUU, del tea party y demás aspectos del conservadurismo norteamericano. Sin embargo, ha tenido como presidente a un católico (Kennedy) y a un negro (Obama).

En España, por contra, todos los presidentes han sido blancos, y desde luego ninguno de otra confesión que no sea la católica (como mucho ateo o agnóstico de facto, nunca de otra confesión; no hablemos ya de un rey o reina que se declarase no católico). Lo mismo es aplicable a cualquier cargo público importante, o en los grandes partidos políticos

¿Quién está más anclado a sus conservadurismos históricos? Y al hablar de conservadurismo hablamos tanto del católico de la noche de los tiempos, como el del anticatolicismo y la antireligiosidad que ha crecido como reacción contra su sombra y amparo.

Estados Unidos cambiará porque hay fuerzas culturales (de raíces protestantes) que catalizan su vida más allá de sus grupos de poder. España es difícil que lo haga, porque no existe esa cultura, ni existió una revolución francesa en suelo hispano.

Seguiremos viviendo en la relación de amor-odio Estado español-Vaticano cuyos acuerdos nos convierten en una franquicia angry bird con ciertas libertades, pero también con muchas restricciones.

Hasta que Dios quiera. Porque Dios está muy, pero que muy, por encima del Vaticano y del Estado español. Y de las religiones e iglesias.

Hace mucho, un día, el dueño del imperio de turno dictó una orden sojuzgando al mundo, censando a sus súbditos. Y, sin saberlo, ordenando que un niño naciese contra todo pronóstico en Belén, cumpliendo las profecías de las Escrituras; haciendo exactamente lo que Dios quería.

Ese día de cambio y de luz llegará para libertad del Evangelio en España. Léase bien, del Evangelio, sin verlo a través de religiones, normas, políticas, iglesias o anécdotas.

Será para su bien, quizás en medio de esta crisis. No por méritos humanos, días de ayuno u oración, o actividades políticas, sin que nada de eso sea malo. Llegará porque será el momento de Dios y Dios así lo ha dispuesto.