Es de agradecer que haya un encuentro que valore la familia tradicional o natural. Otra cosa es el sesgo que tenga el encuentro, que hace que lo que podría ser muy positivo se quede en un nivel mucho menor.
Y nos referimos al matiz católico que ha tenido este encuentro celebrado del 25 al 27 de mayo en Madrid, en el Palacio de Congresos.
Lo cual no quita en absoluto que se deba hacer
una valoración muy positiva de que los organizadores hayan invitado a representantes de otras confesiones, como varios destacados evangélicos (Juan Varela, César Vidal, Sixto Porras, Matts Tunnehag).
Valoración que es aún más alta si vemos que
voces “ultras” católicas encienden alarmas ante la presencia protestante en el Congreso “avisando” acerca de que la visión evangélica y la católica tradicional difieren en aspectos teológicos y prácticos importantes, aunque secundarios desde la visión global del tema del Congreso; como son el papel de la mujer, el divorcio, el matrimonio como sacramento, y la planificación familiar.
Pero hay un aspecto de enorme importancia ¿Se quiere un encuentro católico que apoyan representantes de otras confesiones, o realmente un encuentro que sirva de apoyo a la familia tradicional en la que existe consenso desde diferentes sectores sociales en cuanto a su valor y defensa?
Porque
tal y como se ha planteado el Congreso ha sido más bien para reafirmación de un sector social estrictamente vinculado a la Iglesia Católica, que se ve persistentemente cuestionado por el resto de la sociedad. Es decir, un Congreso en términos de reafirmación de identidad de grupo. Esto es una opción legítima, pero con escasa ambición, sólo defensiva.
Sería mucho más creativa e impactante una propuesta ambiciosa mucho más abierta, que estableciese un verdadero diálogo sin temor con otras opciones “no católicas”.
Pero finalmente la impresión que deja el programa y su desarrollo es haber sido algo cerrado y para consumo interno, aunque pretendiese ser un encuentro
cara a y para la sociedad.
La presencia de algunos representantes aislados de otras confesiones (protestantes, ortodoxos, judíos, mormones) aparece como una apertura que se queda más en la imagen, porque el meollo del programa se dedica a una defensa y reafirmación de los valores propios de la institución católica.
Por poner sólo un ejemplo, choca que una sesión de contenido científico se dedique a la defensa de los métodos "naturales" de anticoncepción frente a los demás, algo que para nada supone un beneficio para la familia, y supone tan sólo una defensa específica de la postura de una iglesia concreta, la Católica.
Este congreso responde, en fin,a una particular cosmovisión católica, que busca la notoriedad de las manifestaciones masivas para defender lo propio, algo que choca a una mentalidad protestante, permanentemente abierta al diálogo con posturas diferentes, escasamente impresionable por las manifestaciones multitudinarias, convencida de que la verdad se busca en la consistencia de los argumentos y no en el número de sus defensores.
Seguro que entre los españoles no comprometidos ni identificados con la Iglesia Católica hay muchísimos defensores de la institución de la familia tradicional, pero las puertas de este Congreso han quedado cerradas a ellos y su voz no ha sido escuchada.
Que la familia sea defendida sólo por sectores católicos y de la derecha tradicional no impresiona a la sociedad española; lo que le habría impresionado y calado habría sido ver manifestar esta defensa a otros sectores de la sociedad. Es una oportunidad perdida para persuadir al resto de la sociedad de que la familia es fundamental en el tejido social por muchas más razones que las que vienen del Vaticano.
Por todo ello en la práctica hay cuestiones importantes que afectan a la familia que no se han abordado o se han hecho de manera muy sesgada, y que no habría ocurrido si la participación evangélica o protestante hubiese ido más allá de estar como invitados pero sin más opciones en cuanto al contenido del Congreso.
Por ejemplo, ha existido una total ausencia de autocrítica. La familia de Walt Disney es imperfecta al lado del concepto que se da a entender. Y la familia tradicional es el ideal, pero lo ideal no significa que en la práctica esté exento de problemas. Por ello, hubiese sido saludable y realista un análisis de la crisis de la familia tradicional, no sólo de la necesidad de apoyo (que es importante), sino de otras cuestiones del mismo valor.
Dentro de este vacío de autocrítica se incluiría también no haber abordado el maltrato de la mujer en la familia (
sólo existe al respecto en castellano una pastoral cristiana, de la Alianza Evangélica Española). Y también –como se ha mencionado- se ha tratado
la planificación familiar sólo contemplando el uso de anticonceptivos naturales.
También
se ha echado en falta la atención a familias rotas (separación, divorcio, viudedad) o afectadas por la crisis económica. ¿Por qué no una declaración contra el peligro y abuso de políticos y bancos de la estructura familiar y de la sociedad en su conjunto?
En esta misma línea de seguir los caminos recorridos por el catolicismo en España,
se vivió un vacío de diálogo y búsqueda de vías de consenso con quienes no opinan como los organizadores del Congreso (la llamada tercera vía).
Todo lo cual indica que falta mucho para que este tipo de encuentros sea abierto, realmente plural, y sobre todo que llegue a convencer a la sociedad y a las confesiones no católicas de que se cuenta con ellas más allá de una cierta presencia y participación.
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