Todo lo contrario, debemos defender su derecho a la libertad de expresión y de conciencia. Principalmente, para quienes somos cristianos, porque Dios nos hizo diferentes al resto de la creación precisamente por nuestro libre albedrío para elegir entre el bien y el mal; incluso sabiendo que el ser humano le daría la espalda.
Por si alguien no se convence con el razonamiento anterior, que a nosotros nos parece más que suficiente, hay otro de menor peso pero muy importante: si les negamos la libertad a otros porque difieren de nuestras ideas, algún día ocurrirá a la inversa.
De hecho, creemos que éste es uno de los grandes problemas de las instituciones religiosas que han permanecido durante siglos en una región o país. Han acabado unidas al poder político, generando abusos terribles, injusticias dolorosas, y todo tipo de perversiones.
Ninguna religión se escapa, desde el catolicismo con una auténtica saga de historia negra que no citamos porque no es nuestro deseo herir, hasta el islamismo radical que sufren hoy en día quienes viven en países de mayoría musulmana, sin que ninguno escape a este fundamentalismo islámico, que incluso se extiende –en menor grado- donde se forman núcleos islámicos en países occidentales. De ahí el temor generalizado, que lleva a la consideración injusta que todo musulmán o todo islámico es un peligro; pero no podemos dejar de decir claramente que sí lo es como sistema de pensamiento, mientras no llegue a superar su visión integrista que no admite la disidencia y el derecho a la libertad de conciencia y de expresión.
También el mundo judío, con el rabino que hace pocos días achacaba el incendio en Israel al castigo de Dios, tiene su propia carga que llevar. Como los protestantes, que en personajes como Pat Robertson muestran una religión con un Dios airado que castiga a homosexuales y paganos haitianos (nunca a los ricos explotadores), que con tal de castigar a los –según él- moralmente culpables se lleva por delante a muchas personas que –estamos seguros- posiblemente serían un ejemplo moral muy superior al propio Robertson.
La ventaja del mundo judío y protestante es que carece de auténticas jerarquías o sistemas cerrados. Su pluralidad y su propia base de estudio razonable -desde la fe- de un texto sagrado ayuda a que las desgracias sean parcheadas y de mucha menos intensidad que lo ocurrido en el catolicismo (la pederastia, por ejemplo) o el islamismo (no hay sharias, ni ejecuciones a los infieles, por poner otro ejemplo extremo).
Y dicho sea de paso, los sistemas políticos antirreligiosos (comunismo radical, ateísmo político militante) han sido tan o más nefastos que las propias instituciones religiosas.
En cualquier caso, con todo este discurso donde queremos llegar es no sólo al uso legítimo del derecho a la libertad de expresión, sino a la necesidad de un diálogo auténtico. No hablamos de que nadie pierda sus ideas, sus valores, sus creencias. Hablamos de que no estamos en una guerra de religión y ateísmo, algo que debería ser rechazado especialmente por quien se llama cristiano y por lo tanto sigue a Jesús.
No somos empresas competidoras, ni instituciones cuya respetabilidad o poder sean más importantes que saber sentarse al lado de quien no piensa igual, y ser capaces de sentir al otro ser humano, e incluso una cálida y sincera amistad en medio de la confrontación de ideas y posturas. Eso es precisamente lo que hizo Jesús: nacer para sentarse junto a quienes no pensaban como Él para dar su vida por ellos.
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Las `campañas ateas´ me parecen....
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