Y parece que todo estaba ya preparado en las respuestas. Los defensores a ultranza de la nación de Israel, apoyando lo acontecido como un acto de defensa ante un terrorismo soterrado pero real. Los anti-Israel, denunciando la brutalidad y el asesinato sin motivo alguno de nueve personas que sólo querían llevar ayuda humanitaria a Gaza.
La labor informativa generada alrededor de lo ocurrido no ha sido nada satisfactoria, en el sentido de que ha sido fundamentalmente querer apoyar sus posiciones e ideas preestablecidas, antes que buscar conocer la verdad. Sinceramente, a día de hoy nos resulta harto difícil emitir con un mínimo de seguridad una opinión razonable tajante.
Es imposible creer que el ejército de Israel es una banda de sanguinarios asesinos, que matan casi por placer y autosuficiencia, de manera inhumana.
Por otro lado, es también imposible escapar a las imágenes en las que unos soldados armados hasta los dientes terminan con la vida de nueve personas en una situación de indefensión por el claro desequilibrio de fuerzas.
Por otro lado, hay que entender además que estamos ante el complejo rompecabezas que es la encrucijada actual de Oriente Próximo. Por ejemplo, junto a acciones desmedidas y condenables en el pasado por parte del ejército israelí, a nadie se le deberían escapar situaciones brutales que sufre Israel (a menudo silenciadas), como son el uso por parte de terroristas de mujeres y niños como escudos humanos, o el terrorismo indiscriminado contra civiles de toda condición en el suelo de Israel.
Aunque flaco favor se ha hecho a sí misma Israel al negarse a que se abra una investigación oficial e independiente de lo ocurrido. Esta decisión sólo sirve para oscurecer y enturbiar aún más lo ocurrido, en una maniobra que no aboga a favor de su postura. Pero aún así, es más que difícil emitir más allá de la brutalidad en las formas un juicio de lo que realmente pasó en la trastienda de la actuación del asalto a la “Flotilla de la libertad”.
Hasta aquí un simple análisis de la perplejidad dolida ante todo lo ocurrido. Pero lo que queremos realmente tratar es una nota de prensa que hemos recibido de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) que informa del ataque sufrido la mañana de ayer lunes por el ciudadano israelí Eytan Levy cuando acudía como participante al Primer Encuentro Energías Renovables y Cleantech Hispano-Israelí en la Universidad Autónoma de Madrid. Un encuentro cuyo único carácter era empresarial y científico.
Según informa la FCJE los cinco ciudadanos israelíes miembros de la delegación científico-empresarial sufrieron el ataque de unos doscientos estudiantes que les insultaron, escupieron, les arrojaron pintura e hirieron -al parecer con una piedra- al Sr. Levy. “No es la primera vez que los estudiantes organizados y con intenciones en absoluto pacíficas, intentan boicotear un acto en el que participa algún miembro de la comunidad judía” en España, dice la FCJE.
Ante estos hechos se nos presentan dos aspectos tan terribles como lo acontecido en torno a la “Flotilla de la Libertad”.
El primero, que se mezcla la nación de Israel con el pueblo judío a todos los efectos. Es decir, sería igual de explicable que un ciudadano marroquí que asiste como experto en Filología a un encuentro europeo fuese agredido o insultado debido a la persecución y expulsión de cristianos por parte del Gobierno de Marruecos.
El segundo es casi peor. Es la actitud constante de enervación y agresividad contra Israel, mientras se cometen en el mundo barbaridades sin que casi nadie alce siquiera la voz en nuestro país. Ciñéndonos a nuestro entorno protestante, asesinatos masivos de cristianos en Nigeria, en la India, y en otros países de mayoría islámica. Asesinatos y/o expulsiones de evangélicos en Chiapas (México), Paquistán, Marruecos, China, Eritrea, Indonesia, Somalia… la lista sería interminable.
¿Por qué esta desmesura en las reacciones? La respuesta es sencilla. Se parte de una base de prejuicios antisemitas, que hace cegar los ojos y no querer conocer la verdad, mezclando a la nación de Israel con el pueblo judío y condenando a este de antemano.
No negamos, todo lo contrario, la necesaria condena a actos de violencia desmesurada o injustificable que haya podido cometer o cometa la nación y el ejército de Israel, o de Palestina, o de cualquier país. Pero para hacerlo, es necesario que el punto de mira no sea el de la escopeta del prejuicio, sino el microscopio de querer analizar y entender en profundidad lo que realmente está ocurriendo; y sobre todo sabiendo separar un Gobierno local (Israel) de un pueblo universal, como es el pueblo judío.
Si quieres comentar o