Una deuda que clamaba al cielo al comparar con el trato dado no sólo a la confesión mayoritaria en España, sino a las otras dos que junto con los protestantes son consideradas “religiones de notorio arraigo”: judíos y musulmanes. Una forma de actuar que rompía con la necesaria idea de que el Rey de España lo es también de «todos los españoles», y que en lo esencial ha sido subsanada.
Llama por ello más aún la atención que la única institución democrática que mantenga esta misma vieja deuda sea el Gobierno de la España democrática. Más aún si hemos podido ver al Presidente del Gobierno actual en un acto con evangélicos de Estados Unidos, cuando aún no ha saludado a sus correligionarios en España de manera pública y oficial en toda su presencia al frente del Gobierno español. Al margen de otros análisis, es sin duda un argumento que lleva a un punto único como solución y respuesta.
Hacemos un paréntesis. Dicho sea de paso, y frente a los apóstoles y profetas del laicismo decimonónico,
el Desayuno Nacional de Oración no viola la separación Iglesia-Estado. No es un acto que organiza el Estado, ni ninguna Iglesia; porque se trata de un encuentro realizado por personas a título individual, en el que ejercen su libertad de reunirse como políticos, como creyentes, o como ambas cosas a la vez. Y queremos añadir a quienes han tachado tan alegremente de fundamentalistas cristianos (o cosas peores) a los creyentes protestantes que participan y organizan el desayuno, que ya querrían los tolerantes que los condenan ser mínimamente parecidos en invitar a quienes disienten con ellos; de la misma forma que en el Desayuno de Oración se ha invitado como oradores principales a Tony Blair, la madre Teresa de Calcuta, o Zapatero, que evidentemente nada tienen de cristianos protestantes por uno u otro motivo.
Pues bien, las circunstancias de la vida han ofrecido de manera casual una coincidencia imprevista.
A finales de febrero visita España el máximo cargo de una de las tres principales entidades cristianas del mundo, que son el Vaticano, el Consejo Mundial de Iglesias y la
Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés). Esta tercera
aglutina a 430 millones de cristianos protestantes en el globo terráqueo, y su máximo representante
, Geoff Tunnicliffe, visitará España a finales de febrero (por cierto, Tunnicliffe estaba como invitado en este último Desayuno Nacional de Oración). Y aclaramos que su cargo nada tiene que ver con un Papa, para que ningún despistado se llame a error. Es un cargo de enorme peso, pero electo democráticamente según los estatutos de la WEA.
Es la primera vez que un Secretario general de la WEA visita oficialmente España. En sus visitas a diferentes países es recibido por los distintos Gobiernos y altos cargos. El Gobierno español tiene una oportunidad desde la normalidad de zanjar su deuda con el protestantismo español (y de paso no hacer un feo mayúsculo a nivel nacional e internacional, si lo vemos en negativo)
Sería deseable, es un gesto de justicia, una ocasión de oro, que el Gobierno acoja adecuadamente a Tunnicliffe. De manera clara y que no lleve a equívocos o a mensajes ambiguos. Un gesto de equidad, de empatía y de alejar fantasmas del pasado. De un pasado donde no todos los españoles eran iguales ante la Ley. Un pequeño paso para nuestro Gobierno, un gran paso para nuestra nación.
Antes de acabar este Editorial,
todo nuestro agradecimiento a Geoff Tunnicliffe por hacer el enorme esfuerzo de estar presente en la entrega del “Premio Unamuno, amigo de los protestantes” de este año, y que otorga este medio Protestante Digital. Nos consta que ha tenido que ajustar su agenda más allá de donde le era posible, con lo que tiene nuestra gratitud mucho más allá de las palabras.
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