El lunes 1 de septiembre tendrá lugar el segundo funeral, que se celebrará en la madrileña catedral de La Almudena. La iniciativa surgió del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, horas después de la tragedia y contó con el visto bueno tanto del Gobierno autonómico que preside Esperanza Aguirre como del Gobierno de España, presidido por Rodríguez Zapatero.
EL VALOR DEL PLURALISMO
Debe decirse que ambos funerales cuentan con el respaldo de las distintas fuerzas políticas –lo que, por otra parte, contribuye a resaltar el valor del pluralismo en la política-, que tales actos además conectan con la sensibilidad de la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país y que parece adecuado calificarlos como funerales de Estado. Nada –por consiguiente- ha de reprocharse a unos o a otros. Enterrar con dignidad a los muertos es tarea insoslayable en el ámbito personal y, por supuesto, en el colectivo, como es el caso.
LA CONSTITUCIÓN VIGENTE
Pero estos funerales de Estado llegan sin que se haya modificado un ápice su carácter religioso católico. Hace muy pocos meses, con motivo del último Congreso del PSOE, volvió a plantearse el debate de cómo convertir este género de actos en ceremonias laicas, propias de un Estado no confesional como proclama la Constitución vigente, aprobada en 1978.
“CON LA IGLESIA HEMOS DADO…”
Cuando parecía que, por fin, los socialistas iban a dar un paso al frente en defensa del laicismo o de la laicidad –o de la separación del poder civil y el de la Iglesia católica-, hubo frenazo y marcha atrás. Lo cual cabe entender en atención a la coyuntura, aunque no debe perderse de vista que resulta cada vez más irritante que vaya transcurriendo el tiempo y parezca que sigamos con los mismos temores y recelos que en la época de Don Quijote de la Mancha: “Con la Iglesia hemos dado, amigo Sancho”.
PLURALISMO RELIGIOSO
Practicamos –por fortuna- el pluralismo político, según he subrayado línea arriba. Pero apenas el religioso. En este país hay católicos y también quienes profesan otras creencias, como musulmanes y protestantes, por ejemplo. Y hay agnósticos y hay ateos. Estos funerales –que no son privados, sino públicos, organizados desde el Estado que aquí incluye a autonomías y municipios- no tendrían que celebrarse en las catedrales ni en los templos de cualquier religión. Han de buscarse fórmulas que acojan a todos y que no molesten a nadie. Como mínimo, habría que procurarlo.
EL CÉSAR Y DIOS
De que los funerales de Estado sean verdaderamente del Estado, y no de `la´ Iglesia, depende en buena parte de usted, Sr. Zapatero. No se amedrente. No levante el pie del acelerador y recupere ser impulsor y garante de las libertades civiles. Empiece esta tanda con la Iglesia católica. Algunos se rasgarán las vestiduras, pero incluso muchos católicos partidarios de que el César y Dios vayan cada uno por su carril, lo aplaudirán también.
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(*) Nota de la redacción: Este Editorial se corresponde con el publicado por Enric Sopena, en
El Plural el pasado 25 de agosto. Faltan dos párrafos completos, que hemos eliminado por su contenido ideológico, político, o ajeno al tema central del tratado en nuestra revista (por no ser el tema de este Editorial, que además quiere ser neutral en otros aspectos ajenos a la libertad religiosa); y dos frases en lo publicado, por el mismo motivo. En ningún caso el texto faltante quita o distorsiona sentido al resto. No obstante, si alguien tiene interés en leerlo completo, puede verlo aquí en
El Plural.
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