En este Editorial queremos analizar varios aspectos que se derivan del propio titular:
"El Gobierno y LA Iglesia acuerdan un nuevo modelo…".
“LA” IGLESIA
El primer aspecto es que se habla de “El Gobierno” y “LA Iglesia”. Nos imaginamos perfectamente a qué Gobierno se refieren, ya que sólo hay uno, pero no sabemos con qué Iglesia ha llegado a un acuerdo. ¿Con la católica? ¿con la protestante, o con la ortodoxa? ¿con la de la cienciología?
Ya sabemos que culturalmente se sobreentiende que es la mayoritaria, la católica, pero –por ejemplo- ningún medio diría "El Gobierno anuncia un acuerdo con EL sindicato" para señalar al sindicato mayoritario, ya que (además de echársele encima el resto de sindicatos) supondría estar dando un trato de favor a la mencionada fuerza sindical mayoritaria.
Es más, esta terminología es la misma usada por el ahora Papa Ratzinger en la encíclica "Dominus Iesus", en la que sólo reconoce como Iglesia a la católico-romana. Suponemos sin ninguna duda que los medios (al menos la mayoría) no quieren dar un trato de favor a la Iglesia católico-romana ("la" Iglesia, en su argot), ni pretenden alinearse con las tesis teológicas de Ratzinger.
Entonces, ¿por qué siguen usando este tipo de terminología? Por tradición, una tradición contraria al derecho del resto de “Iglesias”, a las que discriminan, aunque sea sin voluntad de así hacerlo, entre ellas la Iglesia protestante o evangélica.
IGLESIA Y JERARQUÍA
Un segundo nivel más de concepto sería identificar a “LA Iglesia” con su jerarquía, la Conferencia Episcopal Católica Española (CEC). Un error, ya que aunque la representación legal corresponde a la CEC la verdadera iglesia son las parroquias, los ciudadanos a quienes corresponden los derechos de libertad de conciencia o religiosa, y de los que la CEC es ante el Estado sólo su representante legal (aunque en la realidad pueda corresponder a una autoridad no elegida).
Esta idea es totalmente defendida y asumida por el protestantismo (hasta la fecha); que entiende que la libertad de conciencia radica en la persona; y que la iglesia por definición es la iglesia (¿parroquia?) local, de las que sus denominaciones o las interlocutoras legales ante las instituciones públicas son meras entidades organizativas o funcionales de trabajo, de gran importancia pero nunca creadas ni entendidas con la capacidad de convertirse en autoridad jerárquica o representativa única.
Esto plantea algunos problemas prácticos de trabajo (sobre todo si se tienen las ideas poco claras) pero deja fuera de dudas que nadie (persona o institución) puede hablar en nombre del conjunto del protestantismo español. De hecho, este Editorial es la postura de esta revista Protestante Digital, e indirectamente la de la Alianza Evangélica Española (de quien depende y es su Comité de Referencia). Aunque estamos seguros de que la inmensa mayoría de los evangélicos españoles –de esto estamos convencidos- coincide con los posicionamientos que exponemos.
PETICIÓN FINAL
Pedimos rigor a los medios de comunicación españoles (y, a ser posible, hasta el infinito y más allá) para que no confundan a “LA” Iglesia con “LAS” Iglesias. Y que en lo posible diferencien a quien representa a un colectivo en determinados aspectos muy concretos con el colectivo en sí.
Nos consta que no existe voluntariedad alguna en querer posicionar a la Iglesia católica como la única que existe, pero pedimos desde aquí que se aplique esa voluntad para que el lenguaje de la pluralidad y la multiculturalidad también llegue al aspecto religioso en la prensa española, de la misma forma que cuidan un lenguaje no sexista. Hemos tenido en nuestro país una transición política ejemplar, pero la religiosa es aún un deber pendiente.
Al menos, comenzamos como primer paso por poder expresar nuestra disconformidad. Aquí queda escrito. Gracias a quien quiera recoger esta petición, que nos recuerda a la misma situación de la de las mujeres que querían votar igual que los hombres: pedimos lo que no necesita justificación alguna: ser iguales unos a otros, ni más ni menos. Falta que nos escuchen.
Y para acabar, el resumen matemático del comienzo de este Editorial:
«no hay 1+1, sino 1+n»; hay 1 Gobierno, pero existen (n)umerosas iglesias.
MULTIMEDIA
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