“No podemos permitir que el mundo ateo se apropie de una teoría científica y la contraponga a la religiosidad”

El debate sobre la relación entre ciencia y fe ha generado ríos de tinta entre círculos académicos de cristianos a lo largo de los últimos años. Quizá por eso, a veces resulta algo complejo orientarse en el vasto océano de informaciones publicadas. Con la intención de ofrecer herramientas al respecto, el Centro Evangélico de Estudios Bíblicos (CEEB) ha inaugurado este mes de abril su seminario ‘Ciencia y fe’. 

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

“A través de este seminario se pretende descubrir y desarrollar la visión de las relaciones entre el cristianismo y la ciencia y, en particular, la posición sobre los orígenes del universo y de la vida. El objetivo es fortalecer la fe en Dios y desarrollar una gran admiración por la ciencia moderna, incluida la teoría de la evolución”, señala el presidente del CEEB, Francisco Mira.

La intención, añade, es “enriquecer el pensamiento evangélico y aportar un enfoque sobre ‘el principio’ y la relación ciencia y fe poco conocido en nuestro contexto eclesial y secular”. “Queremos dar a conocer este enfoque riguroso, fiel a la Palabra de Dios e inspirador para la gran cantidad de estudiantes y científicos que tenemos en nuestras filas”, añade.

El seminario, que combina tanto la modalidad presencial como la virtual, está estructurado en diez sesiones (cada lunes) y la última está programada para el 26 de junio. Joaquín Guerola, doctor en Historia de la Ciencia, es el responsable del curso.

Pregunta: Siempre se habla del eterno debate entre ciencia y fe. ¿Cómo se plantea este seminario?

Respuesta: Es muy importante reforzar la autoridad de la Biblia. Esta es mi motivación al haber dedicado tiempo en preparar este curso. Me parece que, a día de hoy, la Biblia necesita reforzar su autoridad y que defendamos que contiene verdades espirituales que son inerrantes, que no contienen error, pero que hay que separarlas de las otras afirmaciones que hace sobre el universo y la naturaleza. San Agustín ya decía que tuviéramos ojo con los no creyentes porque ellos saben de ciencia y conocen la naturaleza, y pueden hacer unas afirmaciones que pongan en entredicho las nuestras, en relación especialmente con el literalismo bíblico en materias científicas.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

Me motiva un versículo que dice que tenemos que dar razones de nuestra fe (1 Pedro 3:15). Me parece que hay razones suficientes para entender que la teoría de la evolución ofrece explicaciones al relato de los orígenes de la vida. En este sentido, pienso que se puede ser un cristiano conservador, en el sentido riguroso del término, aceptando los milagros y la soberanía de Dios en el mundo, y se puede aceptar también la teoría de la evolución. 

P: ¿Cómo se estructura el curso?

R: Lo primero que trato de realizar es deshacer el mito de que a lo largo de la historia, ciencia y cristianismo han estado peleados. Eso es completamente falso y un invento de la segunda mitad del siglo XIX. Así que en la introducción hago un breve recorrido desde la predicación de Pablo en Listra y en el areópago hasta el tiempo de Galileo, demostrando que los filósofos naturales de la época eran personas religiosas y no separaban el cristianismo, la Biblia y su actividad científica. Lo que quiero demostrar es que el método científico fue introducido por cristianos y que fueron ellos los que eliminaron de los ambientes académicos a Aristóteles con sus afirmaciones sobre el universo. Cuando aparecen los primeros instrumentos y el primer telescopio con Galileo se consolida lo que ya Francis Bacon había anunciado con la introducción del método científico como algo para buscar la verdad en la naturaleza.

En el primer apartado del seminario hago énfasis en una tesis doctoral de un sociólogo norteamericano, Merton, que hizo un estudio de la importancia que tuvieron los cristianos puritanos en la actividad de la Royal Society en Inglaterra y cómo muchos de ellos estuvieron al frente de los avances científicos en los inicios de la ciencia moderna. También quiero incidir en el papel que el mundo protestante tuvo en la elaboración de la enciclopedia francesa. Aquí Diderot y D’Alembert se llevan el reconocimiento, pero una cuarta parte de los artículos proceden del ámbito protestante, de Louis de Jaucourt. Los hombres que habían hecho ciencia hasta ese momento eran profundamente religiosos y la Biblia tenía un alto valor para todos ellos.

Después analizo la visión de la astronomía que había antes de Galileo, y que de alguna forma recoge también la Biblia. Un astronomía antigua que es también la de las apariencias en la que se interpreta lo que se ve y luego se formulan teorías. A partir de aquí, introduzco el caso Galileo, que es el caso paradigmático y aquel en el que nos debemos reflejar hoy para no cometer los errores que se cometieron en el pasado. Se trata de poner de manifiesto que, en aquel momento, la Biblia no se equivocó, sino sus intérpretes, lo cual provocó el conflicto reconocido de las teorías que no se corroboraron hasta cientos de años después. Hoy ya nadie va a discutir las afirmaciones de Galileo en el mundo protestante. 

P: Pero hoy también hay debate y discrepancias entre científicos cristianos. Sin equiparar las circunstancias actuales con las de entonces, ¿cómo afecta esto a la percepción de la relación entre ciencia y fe?

R: En la inspiración a los autores de la Biblia, Dios permitió que se recurriera a la ciencia del momento para transmitir las verdades espirituales. Si vamos a la Biblia de forma literal, podemos encontrar errores. Los conejos no son rumiantes, como lo afirma el Antiguo Testamento. Jesús dijo que el grano de mostaza es la semilla más pequeña, lo cual tampoco es cierto. Hay muchas afirmaciones en la Biblia que, desde el punto de vista científico, no se corresponden con la realidad. 

Por eso, pienso que hay que insistir en el hecho de que para transmitir las verdades fundamentales de la Biblia, Dios permitió que se utilizara la ciencia del momento porque era una herramienta que permitía la mejor comunicación posible. Por ejemplo, la Biblia utiliza el preformismo, según lo cual la mujer no interviene a la hora de elaborar el embrión, sino que es el hombre el que deposita en el seno de la mujer un ser que luego es cultivado y crece hasta el momento del parto. De hecho no se cita a ningún hombre estéril, sino solo a mujeres. ¿Vamos a discutir sobre esto? Creo que no. Más bien, tenemos que comprender que en aquel momento se entendía de esa forma. Y en el curso presento brevemente esa visión antigua de la ciencia. 

Hay que huir del literalismo porque la ciencia demuestra y tiene una teoría plausible sobre la antigüedad del universo, la expansión y evolución del universo a nivel cosmológico y geológico, etc. Pretendo que quienes participan en el seminario sean conscientes de que tanto la ciencia como la teología buscan la verdad. No podemos permitir que el mundo ateo se apropie de una teoría y la contraponga a la religiosidad. Debemos defender la complementariedad entre ciencia y fe, y ser conscientes de la enorme potencialidad que tiene el mundo en su interior a causa de la acción divina. Hasta el punto que las criaturas se pueden hacer a sí mismas. La embriología es una evidencia de la capacidad que Dios puso en el inicio de la creación para que las criaturas se hicieran a sí mismas. Cuando una persona nace, lo hace por la potencialidad que Dios ha puesto en el cuerpo de la mujer y del hombre, para crear un embrión y desarrollarlo.

P: ¿Qué lugar ocupan Darwin y la evolución en el seminario?

R: Procuro ser muy prudente con las afirmaciones que hago de la teoría de la evolución. Creo que muy poca gente conoce bien la figura de Darwin y he querido dedicar un poco de tiempo a su espiritualidad. A mí me parece que Darwin no era darwinista. Él fue una persona como todas, con una evolución en su pensamiento y unas luchas internas y unas guerras externas enormes. También vivió unas experiencias personales muy duras, como la muerte de un hijo, o el hecho de recorrer medio mundo. Todo ello le condujo a una serie de vivencias espirituales, algunas alejadas del cristianismo, pero nunca alejándose de Dios. En ningún momento abomina de Dios, aunque a veces se declara agnóstico. En muchas ocasiones, la huella que dejó la escuela dominical de la iglesia anglicana a la que iba con sus hermanas estuvo ahí. A Darwin le faltaron categorías filosóficas para no descalificar la Biblia, esas que a uno le permiten discernir lo que es inerrante de lo que es una adaptación a la ciencia del momento.

En todo caso, Darwin no fue el apóstol de los ateos. Por eso recomiendo leer su autobiografía. En el seminario yo daré algún ejemplo de evolución, más que explicar toda la teoría en sí. No se trata de pontificar sobre la teoría de la evolución, sino entender la espiritualidad de Darwin, lo cual nos puede ayudar a conciliar la visión actual del mundo con la Biblia. Al final, yo defiendo lo que decía Agustín: que Dios se ha revelado de dos maneras, una a través de su Palabra y la otra por medio de la naturaleza. De una forma sutil, cuando Dios pide al ser humano en Génesis que ponga nombre al resto de criaturas, de alguna manera les está pidiendo que hagan ciencia. 

La naturaleza revela a Dios, tal y como dicen el Salmo 19 y Romanos 1, y a través de la Palabra. Nosotros tenemos la obligación de llegar al fondo de la ciencia, pero viéndola como la obra por medio de la cual Dios se revela y nos permite alabarle a través de ella. 

P: ¿Por qué crees que es importante que en un centro de estudios bíblicos se hable de estas cuestiones?

R: El estudio de las relaciones entre ciencia y teología es una cosa bastante reciente. De hecho, creo que hay que situar su categoría académica en la década de los 90. En esta actividad académica se están realizando muchísimos cursos y formaciones. Hay cientos de profesores en el mundo, sobre todo el angolsajón, que se dedican a relacionar la ciencia y la fe de una forma complementaria. En este sentido, Richard Dawkins ha sido un aliciente porque ha promovido una apologética muy interesante en sus debates con científicos y teólogos creacionistas. 

En nuestras escuelas dominicales no podemos seguir enseñando a nuestros niños ciertas cosas. Debemos ser muy prudentes porque cuando luego llegan al instituto y a la universidad se encuentran con una información sobre las cuestiones de la creación y del ateísmo que no se corresponden con lo que han aprendido los domingos y esto les crea muchas problemas de fe. Esto ha estado fomentado por una visión literal de la Biblia y por teorías como la del creacionismo de la tierra joven o la del diseño inteligente. Y hay que distinguir la creencia en el diseño inteligente de la teoría del diseño inteligente. Como mucho otros creyentes, creo que todo lo que existe no se ha hecho a sí mismo ni ha sido fruto del azar, sino que es obra de Dios. 

En una entidad que está formando a responsables de iglesia, es muy importante tener esta visión. No se trata de adoctrinar a nadie, sino de desmentir categóricamente ciertas cosas y provocar que el estudiante se interese y profundice más en el tema. Al final, debemos reforzar la autoridad de la Biblia y no podemos consentir que la acusen de ser falaz. Por eso, debemos tener unas categorías y unos conceptos para tratar estas cuestiones y poder afirmar que la Biblia contiene afirmaciones que son espirituales, que no contienen error, pero que se expresaron por medio de la ciencia del momento, que era la mejor entonces. Pero como cristianos debemos aceptar también la mejor ciencia del momento que vivimos.