El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Un trabajo de investigación genética ubica a los primeros seres humanos modernos en la región que hoy ocupa el país del sur de África. Científicos cristianos aseguran que no es concluyente y que el debate sobre nuestros orígenes continuará.
En el norte de Botsuana y hace 200.000 años. Es la nueva propuesta para explicar el origen del ser humano moderno que plantea una investigación genética publicada este mes de octubre en la revista Nature y liderada por Vanessa Hayes, del Instituto Garvan de Investigaciones Médicas de Sidney.
Según la publicación, la región desértica de Makgadikgadi-Okavango, al sur del río Zambeze, en el norte de lo que hoy se conoce como Botsuana, habría servido de punto de partida para la civlización humana actual dadas las buenas condiciones para el crecimiento de la vegetación y la riqueza de recursos naturales que poseía hará unos 2.000 siglos.
El estudio se ha realizado a partir de muestras de ADN mitocondrial de diferentes grupos que pueblan en la actualidad la región austral del continente africano, como los khoisan. “Los fósiles hallados hasta el momento apuntaban hacia un origen en el este de África, mientras que los estudios basados en análisis genético habían sugerido que los humanos modernos surgieron en el sur de África”, ha subrayado Hayes.
“QUEDA MUCHO POR HACER”
Hasta hace dos años existía un consenso general en la comunidad científica que situaba el origen de los humanos en el este de África, en la zona que hoy ocuparía Etiopía, también hace 200.000 años. El descubrimiento en 2017 de los restos de tres adultos jóvenes de 315.000 años de antigüedad en Jebel Irhoud, Marruecos, había planteado nuevas conclusiones. “Hay un acuerdo generalizado entre los científicos sobre el origen africano de la especie humana. Sin embargo, hay amplios debates sobre en qué región más concretamente habría que situar su origen. De hecho, el lugar al que se refiere esta investigación sería el lugar al que se remontarían los antepasados más antiguos de los humanos actuales, pero eso no quiere decir que hayan surgido allí, sino que se habrían dispersado a partir de ese lugar, pero podrían haber llegado de otro sitio”, dice el doctor en biología molecular y coordinador del Centro de Ciencia y Fe de la Facultad de Teología SEUT, Pablo de Felipe.
El también biólogo y teólogo Antonio Cruz asegura que con la publicación de Hayes “se ponen de manifiesto las discrepancias que surgen con cada nuevo descubrimiento, que obligan a reescribir los planteamientos previos”. “El problema se multiplica cuando se tienen en cuenta otros fósiles humanos procedentes no de África sino de Eurasia, como el hombre de Denisova que supuestamente vivió entre hace un millón y 40.000 años; o el hombre de Dali, datado también en 300.000 años de antigüedad. Esto destruiría la hipótesis del origen africano del hombre porque evidenciaría que éste ya existía en otros continentes”, señala Cruz.
En la misma línea, de Felipe señala que el hecho de “que haya fósiles más antiguos en el otro extremo de África puede querer decir que los orígenes humanos son todavía más antiguos que esta población”. “El problema de algunos de esos fósiles, como los datados hace 300.000 años en Marruecos, es que no se ha podido recuperar ADN de ellos para estudiar si están o no emparentados con la población de Botsuana descrita en ese artículo. La población de Marruecos podría ser una rama lateral del árbol humano no emparentada con nuestros antepasados directos. Claramente queda mucho por hacer”, remarca.
ENTRE EL ADN Y LOS FÓSILES
La reivindicación que hace el estudio sobre el valor del ADN para determinar determinadas conclusiones sobre el origen de los humanos lleva a la pregunta de cuál es el lugar de los descubrimientos paleontológicos y los fósiles. “No deberíamos tener que elegir. Una respuesta global al problema de los orígenes humanos debería integrar todos los conocimientos que podamos acumular. No se puede despreciar ninguna evidencia, y menos porque no ‘encaje’. Hay que trabajar con todos los datos disponibles. Estas discrepancias apuntan a que todavía no tenemos una visión global, sino estudios parciales”, señala de Felipe.
Desde otra perspectiva, Cruz apunta a que tanto fósiles como genética “se basan en supuestos previos” y deben su conflicto a que “los primeros tienden a dar fechas más antiguas que los segundos”. “Si a esto se añade que casi con cada nuevo descubrimiento fósil se suelen modificar los esquemas anteriores, el desconcierto está servido”, reitera.
Según de Felipe lo novedoso del estudio es haber estudiado a “tantas personas”, unas 1.200, lo que “ha permitido descubrir muchos genomas mitocondriales nuevos y poder hacer la mayor comparación hasta la fecha”. Sin embargo, recuerda, también se han planteado críticas “por basarse solamente en el genoma mitocondrial, una parte pequeñísima de la información genética humana, que es más fácil de estudiar que todo el genoma, pero que da información de la línea materna, no paterna”, y porque “se ha centrado en una región, sin incluir genomas de otras zonas”. “Algunos investigadores consideran que habría que analizar también en detalle otras regiones africanas que podrían tener otros linajes tan antiguos o más”, explica.
POCO CAMBIO EN EL DEBATE SOBRE LOS ORÍGENES DE LOS HUMANOS
Más allá de la discusión que ha generado, las diferentes opiniones concuerdan en que el estudio no cierra ni de cerca el debate sobre los orígenes humanos. “Este trabajo no va a tener demasiada relevancia porque choca contra las opiniones de muchos otros científicos evolucionistas de todo el mundo”, manifiesta Cruz, que también recuerda que el artículo “ha sido ya calificado de ‘simplista’”. “Se ha dicho que la cuestión de los orígenes humanos sigue estando abierta; que probablemente hubo muchas salidas del Homo sapiens fuera de África y muchas entradas, es decir un flujo de poblaciones en ambas direcciones, que el trabajo tiene un problema de muestreo insuficiente, que basarse sólo en el ADN mitocondrial es un punto flaco o que no es correcto presuponer que la actual distribución de linajes sea la misma que la de hace 200.000 años”, considera. Por todo ello, dice, “no es, en absoluto, concluyente” sino que “viene a añadir más leña al fuego de los orígenes humanos”.
De Felipe explica que “este campo está en ebullición tanto por el estudio cada vez más profundo del genoma de las poblaciones actuales como por la posibilidad de recuperar ADN de huesos antiguos y estudiar sus genomas”. “La combinación de ambas fuentes de información, la de los descendientes actuales y la de poblaciones antiquísimas, ayuda a reconstruir el árbol genealógico de la familia humana. Aunque es difícil que cambie lo principal: la conexión genética entre todos las personas actuales de la Tierra y que su origen ancestral está en África hace decenas-centenas de miles de años, los detalles sobre el lugar y la época del origen, las diferentes emigraciones fuera de África y las mezclas de poblaciones son temas de debate candente y es de esperar que haya muchas novedades en un futuro no muy lejano”, defiende.
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