Noel Navas
Efectos inesperados del movimiento de adoración.
Ya hablamos de la híper expresividad corporal, la sobre valoración del performance, la subvaloración de la iglesia local, la exclusión del adulto mayor yel destierro de los himnos como daños colaterales del movimiento de adoración contemporánea. Pero por favor, no olvide lo que dije desde un inicio: soy de los que creen que este movimiento trajo más beneficios que perjuicios, más cosas buenas que malas. Que mi intención de compartir estos siete daños es simplemente motivarle a la reflexión. Seguramente usted estará en desacuerdo con algunos puntos descritos, ¡y me parece bien!; pero por favor, vea mis planteamientos como lo que son: mi opinión muy personal de cosas que sucedieron y que pienso que deberíamos enmendar.
Dicho lo anterior hablemos de los dos últimos daños colaterales:
6. El debilitamiento de las letras
La marea de canciones que trajo consigo el movimiento de adoración tenía una característica muy particular: la mayoría de ellas eran cortas. A diferencia de los himnos de antaño con tres o cuatro largas estrofas, las nuevas canciones de adoración contaban con estrofas y coros cortos comparado a sus predecesoras los himnos.
Si gusta haga el ejercicio y busque las grabaciones: “Digno de alabar”, “Jehová es mi guerrero”, “Glorificad a Jehová”, “Santo es el Señor” y“Más que vencedor” de la iglesia Palabra en acción. O… “Proyecto AA”, “Tú y yo en vivo”, “En ti en vivo”, “Cantemos a Jesús en vivo”, “Dios altísimo en vivo” y“Roca mía en vivo”, todas de Canzion Producciones. Estos son algunos de las primeras grabaciones de alabanza y adoración congregacional que moldearon la adoración de miles de iglesias a inicios de los 90´s.
Si escucha las canciones y lee las letras, notará que son cortas.
La justificación era muy simple: “Debemos ayudarle a las personas a que puedan unirse a nosotros a adorar y para lograrlo las canciones deben ser fáciles de aprender”. Esto implicaba que las melodías debían ser emocionantes, pero eso sí, con letras breves.
¿Fue bueno ese nuevo énfasis en la composición de canciones congregacionales? ¿Estuvo bien que los ministerios musicales más sobresalientes siguieran el camino de la brevedad en las letras?
Sí y no.
Sí, porque la profundidad de una canción no estriba en cuán larga o cuánto corta es su letra, sino más bien, en su contenido. Hay canciones amplias que no dicen nada y canciones cortas que contienen grandes verdades. Como afirmó Marcos Witt la vez que lo entrevisté para mi blog: “Hay grandes himnólogos que compusieron grandes ponencias teológicas pero que no son congregacionales. Lo que yo quería era saber si las canciones eran lo suficientemente sencillas para estar declarando verdades profundas pero de manera sencilla”.
En este sentido, desde el inicio algunas de las canciones breves del movimiento de adoración tuvieron una riqueza bíblica y doctrinal respetable; sin embargo, y aquí explico el daño colateral, un gran porcentaje de las canciones congregacionales que han venido apareciendo durante la última década no tienen el mismo calibre. Sí, son emocionantes; sí, tienen arreglos llamativos; pero no hay contenido bíblico ni teológico que nutra la mente del creyente con verdades que le hablen más allá de la emoción.
Hemos llegado a un punto de la adoración congregacional que muchas canciones son tan cortas y los directores de adoración las cantan tanto tiempo durante las reuniones que en lugar de adorar al Señor pareciera que estuviéramos recitando mantras.
Si vamos a la Biblia y estudiamos el modelo de los Salmos, fácilmente evidenciaríamos que el parámetro de la composición de canciones dentro del pueblo de Dios es más alto del que nos hemos planteado. Revise los salmos y verá que el 90% son canciones amplias versus un 10% relativamente cortos. En la actualidad las canciones de adoración que cantamos son todo lo contrario: 90% cortas y 10% amplias.
¡Estamos haciendo las cosas al revés!
Quienes excusan este tipo de tendencia diciendo que lo hacen para facilitar la participación de las personas olvidan las palabras del Señor Jesucristo cuando dijo: “Amarás al Señor tu Dios con toda tu mente” (Mateo 22:37). Lo cual implica que el adorador debe esforzarse intelectualmente durante la adoración.
En mi opinión, no deberíamos temerle a las letras amplias dentro de las canciones de adoración congregacional. Eso sí, más que amplias deben contener pensamientos profundos, ser bíblicamente sólidas y literariamente hermosas.
“¡Pero es que si cantamos canciones con letras largas la gente no va a cantar!” dirá alguien. Bueno, eso podría pasarle la primera y la segunda semana que estrene la canción, pero si se ha discipulado eficazmente a la iglesia y se le ha enseñado a amar a Dios con la mente comprenderán que parte de nuestro “culto racional (inteligente)” (Romanos 12:1) implica memorizar las letras y esforzarse por cantar junto al equipo de alabanza independientemente de si la canción es amplia o no.
Mi punto es que el deterioro de las letras es tal que los contenidos de muchas de ellas no nos ayudan a obedecer el mandamiento de amar al Señor con la mente. Por eso desde hace algunos años para acá me estoy preguntando a mí mismo y a quienes nos gusta componer canciones de adoración: ¿y cómo nuestras canciones van a ayudar a que la iglesia ame a Dios con la mente ni siquiera a nosotros mismos nos ha costado esfuerzo intelectual componer nuestras letras?
7. La simplicidad de la música
Si algo hizo el movimiento de adoración que arrasó las iglesias de todo el continente durante los 90´s fue hacer que la música de alabanza fuera más asequible para las masas. “Asequible” significa: “fácil de alcanzar, de lograrse o realizarse”. Si por siglos la música fue un arte para algunos pocos privilegiados, el movimiento de adoración hizo que casi cualquier cristiano pudiera cantar y tocar las canciones por lo básicas, simples y breves que eran, al extremo de que ejecutarlas era prácticamente viable para un músico a penas estudiado.
Un amigo me contó que Daniel Calveti relató la vez que algunos de sus músicos le expresaron que sus canciones eran demasiado simples, de apenas dos o tres acordes y ya. Cuando Calveti llegó a casa le comentó a su esposa que se sentía un tanto desilusionado por lo que sus músicos le habían dicho de que sus canciones eran de apenas dos o tres acordes. Su esposa le contestó: “Mi amor, es cierto, tus canciones son de dos o tres acordes, pero con dos o tres acordes compraste esta casa. Con dos o tres acordes tenemos el auto que tenemos y con dos o tres acordes Dios te está usando en las naciones”.
¡Risas plis!
Mi punto es que aunque estuvo bien que la música fuera más asequible para todos, un daño colateral fue que la simplicidad permeó nuestras canciones al punto que no solo las letras sufrieron deterioro, sino que muchos perdieron el gusto por la música más elaborada.
Usted lo sabe, la letra y la música van de la mano. Una letra amplia implicará figuras melódicas y progresiones armónicas más amplias, y probablemente más complejas. Es decir, el hecho de que las canciones de adoración sean cortas por default simplifica la musicalización.
Un amigo me brindó información de primera mano de cómo una de las disqueras más importantes de la música cristiana en español decidió no promover en cierta región un disco por el alto estándar que poseía. Ellos dijeron: “Por el tipo de música bien elaborada que posee, no nos conviene promover este disco en Centroamérica. Por lo tanto, lo venderemos únicamente en EE.UU. y algunos países de Suramérica como Argentina”.
¡Hasta las grandes compañías saben que poseemos poco gusto musical!
En parte esto es lo que ha llevado a la industria cristiana en español a no producir proyectos instrumentales. El mercado cristiano está saturado de canciones cantadas, no de piezas musicales. El cristiano promedio en Latinoamérica no sabe apreciar el arte instrumental debido a varios factores, entre ellos su poca cultura y educación. Me atrevería a decir que algunos de nosotros no aguantaríamos asistir a un concierto de música clásica de una hora y media de duración porque nos aburriríamos al instante.
Tengo en mi mente un par de músicos graduados de conservatorio que me confesaron que cuando se dio todo este despertar musical en los 90´s no se impresionaron mucho, exceptuando el fervor de las iglesias por adorar y algunas contadas excepciones, la mayoría de canciones de adoración que sonaban carecían de complejidad. Más recientemente he escuchado observaciones de amigos que afirman que salvo el lindo espíritu de adoración que transmiten, la música de MIEL San Marcos, En Espíritu y Verdad, Hillsong y otros más, son demasiado simples armónicamente hablando.
Ante esta realidad debemos reconocer que la apreciación del arte musical nunca fue un objetivo del movimiento de adoración; sin embargo, muchos modelos de musicalización que desarrollaron ministerios que aparecieron en el tiempo intervinieron en que la iglesia no aprendiera a tener en alta estima la música más elaborada.
Por mi parte, qué bien que se simplificara la música, pero no tanto.
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