El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Una nueva moda entre homosexuales en Europa mezcla droga y relaciones en fiestas privadas donde se está disparando el contagio del virus.
En España se calcula que hay diez nuevos casos de VIH al día. La enfermedad está todavía lejos de ser erradicada y hay contextos sociales en los que su extensión es más habitual.
Así lo ha advertido el British Medical Journal, que apuntaba recientemente en un editorial del peligro de contagio de enfermedades de transmisión sexual –entre ellas el VIH- en las “chemsex”, unas fiestas que han desembarcado en la comunidad gay en Reino Unido y se expanden a otros países.
Se trata de fiestas privadas que pueden durar varios días en las que se practican relaciones sexuales entre hombres bajo el efecto de las drogas. Las metanfetaminas y otras sustancias provocan sensación de euforia y se utilizan para facilitar sesiones sexuales con múltiples parejas.
Esta “moda” se ha convertido en una prioridad en salud pública al aumentar el riesgo de adicción y contagio de VIH, explica la prestigiosa revista de salud británica.
DROGAS Y RELACIONES SIN CONTROL
Un equipo de investigadores se ha encargado de estudiar el fenómeno. Hannah McCall, primera autora de este trabajo, enfermera sénior en el Central and North West London NHS Foundation Trust, considera que “la creciente popularidad de las chemsex puede estar aumentando el riesgo de VIH y otras infecciones de transmisión sexual en los usuarios, así como graves problemas de salud mental por la consiguiente dependencia de drogas”.
Según las cifras que se manejan en el Antidote, un servicio especializado de medicamentos para la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros en Londres, muestran que alrededor del 64% de los asistentes que busca apoyo para el consumo de sustancias afirmó haber usado drogas en chemsex en 2013 y 2014. Es más, de los usuarios de metanfetamina cristalizada y GHB/GBL, la mayoría dijo que las usaban para facilitar el sexo.
El fenómeno de estas fiestas privadas llegó a Reino Unido, y de ahí a otros países europeos como España, procedente de EE.UU. Según explica a Sinc Sergio Torres Rueda, investigador colombiano que trabaja en la School of Hygiene & Tropical Medicine de Londres, “se cree que la mefedrona y el GHB empezaron a aparecer de manera generalizada en la ciudad en 2011 o 2012”.
“Esto ocurrió por cambios en el mercado de las drogas, ya que los precios de estas sustancias son más bajos que los de la cocaína y el MDMA, y por sus propiedades sexuales. En cuanto a las metanfetaminas, ya circulaban por Londres desde la década anterior, pero en baja medida. Solamente en los últimos cuatro años se ha incrementado su uso”, continúa.
No obstante, no hay un perfil generalizado de los usuarios. Es un grupo ecléctico en cuanto a edades, niveles de educación y estatus socioeconómico; y los participantes son tanto VIH-positivos como VIH-negativos.
“Se cree que dentro del grupo de hombres que son VIH+ hay un mayor porcentaje que participa en estas actividades de chemsex que dentro del grupo de hombres que son VIH-negativos”, apunta Torres Rueda, uno de los autores de uno de los análisis sobre el contexto del chemsex. “Esto no quiere decir que los que son VIH-positivos se hayan contagiado así. Esto no lo sabemos”.
Con respecto a si se trata de una práctica aislada a las grandes ciudades, el experto sostiene que tienen constancia de una concentración de uso en Londres, “aunque no tenemos evidencia de que se haya expandido en otras ciudades”.
Para el caso de España, Alberto Martín-Pérez, responsable de la Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), subraya que de momento está localizado en Madrid y Barcelona y, en un principio, circunscrito a saunas o clubes de sexo. “Ahora ocurre sobre todo en domicilios privados. El carácter privativo de estas fiestas hace más complicado el control. En Barcelona se estima que cada fin de semana hay unas 40 fiestas de este tipo”, señala Martín Pérez.
AUMENTO DE CONTAGIOS
El escenario actual en materia de VIH no es el mejor. Europa registró en 2014 más de 142.000 nuevos casos, cifra que supone un récord anual, según las instituciones sanitarias. Mientras que la transmisión heterosexual es el principal responsable del incremento en Europa del Este, en el resto del continente lo es el sexo entre hombres, que ha aumentado del 30% en 2005 al 42% en 2014.
Y en este caldo de cultivo de contagios potenciales de VIH, no existen aún estudios que avalen de manera concluyente si esta práctica ha incrementado la incidencia del virus. “No existe evidencia todavía que muestre esta causalidad”, afirma Torres Rueda. “Existe un incremento en el riesgo ya que los hombres tienden a tener más parejas sexuales cuando están participando en dichas actividades debido a los efectos desinhibitorios de estas drogas”.
“Y, dado que muchos hombres que participan son VIH-positivos, es posible que haya un aumento en la incidencia de otras enfermedades de transmisión sexual, aunque no necesariamente del VIH”, insiste.
PREVENCIÓN Y SOLUCIONES
Ante la falta de datos, ¿qué se puede hacer para evitar las posibles consecuencias de esta práctica? “Las intervenciones en este campo deben ser de reducción de daños”, prosigue el especialista colombiano. “Un gran problema dentro de las chemsex es la sobredosis o dosis incorrecta que lleva a problemas médicos”.
“También es necesario que las mediaciones sean, hablando de manera más amplia, psicoterapéuticas. El uso de estas drogas dentro del contexto sexual está ligado a motivaciones psicológicas complejas. Abarcar este tema solamente por medio del ángulo de la salud sexual no captaría la complejidad del fenómeno”, recalca.
Por su parte, Alberto Martín-Pérez sostiene que quizá el uso de nuevas tecnologías –aplicaciones de contacto mediante geolocalización como Grindr, Brnder, Scruff– sea un medio para hacer un trabajo de sensibilización y prevención, ya que aún no se vive como un problema para los usuarios al tratarse de un consumo que se ciñe al de las relaciones sexuales.
“No creen que tengan una adicción porque no les afecta a otras esferas de la vida cotidiana. No es como el consumo de otras drogas, que sí puede afectar más claramente al desempeño laboral o a otras áreas de la vida”, opina.
La falta de estudios sobre la composición real de estas sustancias y sus efectos a largo plazo, así como de la definición del riesgo vinculado a esta práctica, provoca que los expertos pidan prudencia. Mientras, solicitan un mayor apoyo de las autoridades sanitarias para continuar luchando contra los aliados invisibles del VIH.
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