El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Crecemos en una cultura en la que la violencia se justifica como medio para solucionar conflictos, lo que tiene consecuencias. Varios expertos opinan.
A lo largo del año asistimos a episodios terribles que nos asoman a la oscuridad del ser humano. La muerte de cientos de pasajeros después de que el copiloto del avión de Germanwings lo estrellase, el ataque violento en el que un menor acabó con la vida de un profesor, o el reciente asesinato de dos niñas a manos de su padre, son sucesos que no han dejado indiferentes a la sociedad española.
Todo ello nos hace pensar en la violencia en nuestra sociedad. Muchos colectivos han expresado la preocupación por la violencia que desde diferentes ámbitos se ejerce y aún se promociona como forma de resolver problemas.
VIOLENCIA MEDIÁTICA
“La violencia siempre ha existido”, nos comenta Francisco Sánchez, profesor de secundaria, “pero la exposición cruel y diaria a la misma, a través de diversos medios es algo actual. Para colmo, también se comercia con ella a través de la industria del cine, la televisión y los videojuegos. Incluso en el ámbito deportivo se aprecia cada vez más”, expresa el docente.
Con esta reflexión concuerda la psicóloga Lidia Martín. “Todos, en general, estamos mucho más expuestos a la violencia” porque a pesar de movernos en entornos “aparentemente seguros”, la violencia es algo cotidiano y “el hecho de haber estado siendo tolerada durante un tiempo más que prudente, empieza a pasarnos factura sin contemplaciones”.
Esa exposición a la violencia, sobre todo a través de los medios de comunicación o en distintas formas de ocio tiene consecuencias en la formación y la imagen del mundo que reciben los niños. Para la psicóloga María Jesús Núñez “los niños víctimas de cualquier tipo de violencia (directa o indirectamente), serán los agresores del futuro” dado que “aprenden a hacer lo que han visto o han sufrido. Es una forma natural de aprendizaje, y la agresión y la violencia no son una excepción”.
¿UN HECHO AISLADO?
Aunque el ataque de un menor en Barcelona sea algo fuera de lo común, esto no significa que no haya que hacer una revisión en profundidad de los modelos de educación, sea esta familiar, docente o mediática. Para la criminóloga Priscila Romo, es un error buscar “una respuesta rápida”, como el hecho de apuntar a un “brote psicótico” de forma inmediata para dar explicación a lo sucedido.
“A veces” estos análisis en caliente “sólo intentan tapar la verdadera problemática: Falta de afecto, traumas infantiles, carencias, odio... Por supuesto, esto también puede hacer que una persona sea impulsada a hacer daño a otras personas. A veces, lo único que provocamos es apartarles de la sociedad, destacando que son enfermos mentales y entonces, nos lavamos las manos”, explica Priscila Romo. “Yo me centraría en conocer si existió alguna manera de impedir” el crimen o detectar un “comportamiento diferente” o “cuál es el trasfondo y/o verdadero motivo por el cual éste decidió cometer este hecho”. Y “más importante aún: qué podemos hacer como sociedad para evitar que un menor indeterminado lleve a cabo una acción criminal imprevisible”.
UNA CULTURA DE VIOLENCIA
Para María Jesús Núñez, muchos niños y adolescentes están creciendo en “una cultura de violencia”, donde se dan “el maltrato, la intolerancia, la falta de diálogo”. Son en este caso los adultos quienes “pareciera que sólo son capaces de gestionar sus problemas a través de la violencia, algo que en una "cultura de paz" se haría a través del diálogo”. Y este modelo se transmite.
“La gente está alterada en general, a la defensiva, casi paranoica en algunos asuntos”, advierte la psicóloga Lidia Martín. “No pensamos bien unos de otros, pensamos directamente lo peor, por si acaso... Hemos admitido la violencia como forma de gestión de problemas y de conflictos. Hemos asumido que "todo el mundo lo hace", como si eso fuera verdad. Nos creemos que "para que la gente te haga caso hay que ponerse firme", que no suele significar ser firme sino ser borde, desagradable, o incluso violento. Y seguimos promocionando este tipo de comportamiento como algo que es normal. Y así nos va”, lamenta Lidia Martín.
El profesor Francisco Sánchez apunta a la responsabilidad que todos tenemos en la transmisión de valores. “La violencia existe todos los días en el mundo. Cada persona, de manera individual, y la sociedad, en su conjunto, puede generar violencia o evitarla. En este sentido, nadie está al margen. Todos decidimos qué hacer a favor y en contra”, comenta Sánchez.
Para Priscila Romo, los actos de violencia como el de Barcelona son “la punta del iceberg” de un problema profundo, que en su análisis, responde a una falta de valores y la eliminación de la autoridad.
¿QUÉ VALORES TRANSMITIMOS?
Hace pocos días, Protestante Digital se hacía eco del aumento de denuncias de padres agredidos por hijos. También en el ámbito educativo han aumentado las agresiones hacia profesores, por parte de alumnos, y las coacciones por parte de padres o familiares.
“Debemos preguntarnos en qué hemos fallado”, dice la criminóloga. “Los episodios de violencia nos están advirtiendo algo: los jóvenes necesitan límites, consejos, disciplina, orden, creencias, obligaciones, porque si no es así, no podrán madurar nunca. Estamos creando una sociedad enferma y esta epidemia se extiende como la pólvora, quizás es ahora cuando estamos empezando a ver los frutos de ésta generación de la cultura del atajo, del todo vale, de una generación sin valores, sin “noes”…”.
La experiencia de la psicóloga Lidia Martín, trabajando en prevención con menores a diferentes niveles, le confirma la necesidad de ser conscientes del problema. “Si hay alguna actividad que cuesta promocionar y atraer público es la que tiene que ver con dotar a los chicos y chicas, niños y niñas de estrategias de habilidad social, de inteligencia emocional, de autocontrol, de estrategias de toma de decisión y solución de problemas... Para muchos eso les suena a manido y creen que lo tenemos superado. Pero no lo tenemos superado ni los jóvenes ni los mayores. Sólo hay que ir a un partido de fútbol infantil para ver hasta que punto todos podemos ser absolutamente disfuncionales si el tema nos toca lo suficientemente de cerca”, explica Lidia Martín.
LA FAMILIA, ÁMBITO CLAVE
María Jesús Núñez advierte igualmente que “el estilo educativo que adoptan los padres y madres en el hogar tiene consecuencias muy importantes para el ajuste socio-emocional de sus hijos. Un estilo educativo demasiado permisivo o negligente, provoca en los niños baja autoestima, baja empatía, no acatan normas, no reconocen la autoridad... En el otro extremo se sitúa el estilo autoritario, que genera niños pasivos y sumisos, con tendencia a la depresión y escasas habilidades sociales. En el justo equilibrio se encuentra el estilo democrático, hacia el que están enfocadas todas las escuelas de padres y madres hoy, que consiste en padres afectuosos pero firmes en las normas y los límites” y que “educan en valores como la generosidad, la tolerancia, la solidaridad, y no descuidan el cuidado de la parte espiritual de sus hijos e hijas. Este estilo educativo es el que estimula en los niños la competencia social, la autoestima y el desarrollo moral, verdaderos antídotos contra la violencia”.
Para Francisco Sánchez no hay mejor lugar para aprender valores que en la familia. “Entiendo que los padres deben pasar más tiempo con sus hijos. El ritmo de trabajo actual (turnos partidos, rotativos, sueldos bajos que obligan al pluriempleo) perjudica seriamente “la salud” de la familia. El gobierno debería revisar su política familiar para hacer una valoración crítica sobre la situación real de las familias en España”, considera el docente.
EL DESAFÍO EDUCATIVO
Si bien el ejemplo y la educación que transmita la familia más cercana es fundamental, los expertos consultados advierten también la necesidad de revisar en profundidad el sistema educativo.
María Jesús Núñez opina que colegios e institutos necesitan “políticas educativas que incluyan los principios de la "cultura de paz" que antes mencionaba: el diálogo, la tolerancia, la igualdad, las técnicas de resolución de conflictos...”.
Los profesores tienen un gran reto, admite Francisco Sánchez. Para este docente el ejemplo del profesor puede ser clave en la educación en valores. “Los docentes que saludan cortésmente cada día, llaman a cada alumno por su nombre y escuchan las inquietudes que éstos tienen, empatizan más con el alumnado. Están en una posición de ventaja para cuando surja el conflicto”, explica.
“La capacidad continua de aprender a solucionar conflictos es algo que debemos fomentar constantemente”, dice Francisco Sánchez.
“Quizá no nos lo estamos tomando en serio”, concluye Priscila Romo, que aboga por un cambio en el que todos participemos “enseñando de nuevo a nuestros niños y jóvenes, que una vida sin valores, no tiene valor”.
Como un agente que debe actuar está también la iglesia, considera Francisco Sánchez. “creo que la lglesia debe dar ejemplo como lo dio la persona que más violencia ha sufrido en este mundo: Jesucristo. Sé que está pasado de moda e incluso se consideran tabú términos como “pecado”, “eternidad”, “cielo” e “infierno”; pero sin las estacas espirituales que supone la aceptación de la creación, la caída, la salvación y la transformación tendremos una mesa coja en alguna de sus patas porque el hombre no es bueno por naturaleza”.
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