27 millones de de mujeres, hombres y niños son esclavos en el mundo, según la ONU. Una cifra que algunas entidades elevan hasta 30 millones y que demuestran que la esclavitud sigue siendo un problema real y global en el siglo XXI.
Es la cifra más alta de esclavos en toda la historia de la humanidad. Se estima que el 80% de ellos son niños y mujeres. De estos 27 millones, el 79% está siendo explotado sexualmente, un 18% está siendo explotado laboralmente y un 3% está siendo víctima de otro tipo de explotación (mendicidad, sacrificios religiosos, tráfico de órganos, niños soldados, etcétera).
En el blog especializado en Protestante Digital
Fin de la Esclavitud desarrollado este verano, se explica que “la trata de seres humanos se está convirtiendo en la industria de más rápido crecimiento, después del tráfico de armas, y es la actividad criminal más lucrativa”.
Este panorama ha hecho que en los últimos años se despierte la inquietud por actuar para cambiar las cosas. En el ámbito evangélico, tanto personas a nivel individual como organizaciones están impulsando proyectos y programas para denunciar la esclavitud y para ofrecer ayuda a las víctimas.
HISTORIA DE LUCHA
Una
figura histórica importante en la lucha abolicionista es la de William Wilberforce. Parlamentario británico en el siglo XIX, lideró la prohibición de la esclavitud en todo el reino, oponiéndose a los poderes económicos de la época hasta conseguir su objetivo. La película Amazing Grace ha ayudado a recuperar la memoria de este intelectual evangélico que actuaba movido por su fe.
“La motivación para enfrentarse a una tarea que parecía imposible de alcanzar le vino de su experiencia de conversión a Cristo por un lado, y de un renovado estudio de las Escrituras por otro”, comenta José Moreno Berrocal, que ha escrito una biografía sobre Wilberforce.
Fue “la experiencia de la Gracia de Dios en Cristo lo que le motivó para luchar desinteresadamente por el bienestar de los más oprimidos”, explica el autor.
En el panorama español también se destaca la figura de Julio Vizcarrondo, nacido en Puerto Rico, diputado y miembro fundador de la Sociedad Abolicionista Española. Este evangélico luchó por la libertad de los esclavos, lo que selló la primera República Española en 1873.
PROSTITUCIÓN ES ESCLAVITUD
La abolición de la esclavitud pasa en la actualidad por atender a dos problemas ligados: el tráfico de personas y la prostitución. Así lo denunciaba el
Observatorio Cívico Independiente de la Alianza Evangélica Española en un amplio informe publicado en 2009.
“El tráfico, la trata de personas y la prostitución suponen un atentado a la dignidad y libertad de la persona”, expone este informe, que cuenta con recomendaciones para que la sociedad avance en el camino de la abolición.
Entre ellas, hace un llamado a concienciar a la sociedad. El informe denuncia que prácticas que son “aceptadas” o toleradas, como la prostitución, tienen que combatirse desde la educación y la información. Todavía muchos no saben que el 90 por ciento de las mujeres prostituidas es una víctima de trata y lo hace obligada.
“Debemos remodelar el código de valores comúnmente aceptado”, expresan. Algo que “lleva mucho tiempo conseguirlo. La mayoría de la sociedad considera denigrante el ejercicio de la prostitución y nadie lo querría para sus hijas, pero también lo entiende como inevitable”. Ante ello la Alianza expresa: “no podemos aceptar como inevitable una práctica que atenta a la integridad y dignidad humanas, comprándolas por precio”.
LA LUCHA ACTUAL: QUE NO PAREZCA LO NORMAL
“Hemos normalizado el problema”, comenta Loida Muñoz, activista contra la esclavitud y
fundadora de una web de información sobre la trata. “A los españoles nos parece normal ver la prostitución en la calle, y no nos lo cuestionamos... No nos paramos a pensar lo que hay detrás de estas chicas, cuando sabemos que el 90 % son esclavas: están ahí obligadas”.
Recientemente visitó España Don Brewster, activista que lucha desde Camboya por rescatar a niñas que son traficadas.
“En España – decía en una entrevista - tenéis un problema terrible de tráfico de chicas de otros países y hay gente intentado combatirlo que necesita vuestra ayuda. Para ser conscientes de ello hay que acercarse a la realidad de las chicas”.
En ese camino de concienciar a la sociedad se perciben algunos adelantos. Por ejemplo, la Policía está desarrollando una campaña contra la trata, intensificando la vigilancia y detención de tratantes y la protección de las víctimas.
POR UNA IGLESIA IMPLICADA
En la iglesia, cada vez hay más voces levantándose. “Estoy muy orgullosa de ver como la iglesia se está levantando para luchar contra la trata”, dice Loida Muñoz. “La lucha no corresponde a partidos políticos o a gobiernos, sino sobre todo a la iglesia”.
Dani Banegas, presidente de Esclavitud XXI, reflexionaba en
un reciente artículo sobre la necesidad de esta implicación. “Seamos capaces de salir de nuestras iglesias y combatamos y denunciemos las injusticias, impliquémonos en la solución; pidamos a nuestros políticos que elaboren leyes eficaces.
Es fundamental que ataquemos la demanda, nadie vendería personas si no hubiera quien las comprara/consumiera, por tanto concienciemos a la sociedad que nos rodea de que las personas son dignas, porque cuanto más clara tengamos la dignidad de las personas, menos nos trataremos unos a otros como objetos de consumo y más entenderemos que las personas no se deberían poder comprar ni vender, ni humillar ni ridiculizar”.
Porque “cuando la gente actúa, las cosas cambian”, según recoge el lema de la coalición Stop The Traffik. “No tenemos que ser expertos en el tema, pero sí podemos informarnos de los recursos existentes para poder intervenir de forma eficaz e influir en aquellos que tienen el poder de hacer que las cosas cambien”.
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