En la sociedad contemporánea se considera que, en general, las religiones han sido un obstáculo en la participación e integración de la mujer. Así se denuncia en el día de hoy desde diversas entidades de defensa de los derechos humanos que ponen énfasis en situaciones injustas que mujeres están sufriendo, simplemente por su condición, en países en los que una religión está aliada al poder.
Sin embargo
en el cristianismo la perspectiva podría ser distinta. “Dios nunca ha marginado a la mujer, ni la ha considerado de segunda categoría, según la Biblia y desde un punto de vista protestante”, afirma Asun Quintana, pastora evangélica en Madrid, en una entrevista en Protestante Digital.
Quintana apunta a la necesidad de rescatar una correcta interpretación de la Biblia para descubrir que aunque “las religiones han aportado algo negativo,
Jesús devuelve la dignidad a la mujer, retomando el plan original que Dios expuso en Génesis”.
UNA HISTORIA DE OPRESIÓN
Esta perspectiva no ha sido compartida a lo largo de la historia de la iglesia. “El cristianismo como tal, desde los padres apostólicos, da un concepto de la mujer bastante negativo. Y esta concepción negativa venía heredada de la cultura grecolatina, donde la mujer era un ser sin derechos, de segunda categoría, absolutamente inferior, que sólo servía para procrear”.
@MULT#DER#57803@Para esta pastora el cambio de mentalidad en el seno del cristianismo surge “cuando llega la Reforma”, al producirse “un regreso a los principios bíblicos, un despertar espiritual y entonces se empieza a aportar algo de luz. Por ejemplo, se suprime el celibato, que hasta entonces estaba establecido porque se presentaba a la mujer como algo pecaminoso”.
Igualmente
los movimientos liberadores que se gestaron en el siglo XIX tienen históricamente mucho que ver con esta lectura reformada de la Biblia. “El primer documento colectivo que hubo en pro de los derechos de la mujer fue elaborado en una capilla metodista en Nueva York, promovida por mujeres protestantes”, recuerda Asun Quintana.
La historia también es importante para
Noa Alarcón, bloguera y escritora.
“Creo que los adelantos en igualdad y justicia social del siglo XX hunden sus raíces en la esencia del más puro cristianismo”, coincide con Asun. Este esfuerzo del ser humano para que la mujer recupere su espacio en la sociedad “no es más que un reflejo de Cristo... El problema es que
no se puede vivir la redención de Cristo sin Cristo, que es algo que la sociedad moderna occidental está tratando de hacer, y surgen muchos desequilibrios por pretender aplicar métodos sin adscribirse a las esencias”.
DESIGUALDADES ECLESIALES
Porque a pesar de los grandes avances sociales en el siglo XX, las mujeres siguen teniendo una consideración de inferioridad. La escritora
Isabel Pavón lo suele denunciar en sus columnas.
“En términos generales - cuenta a Protestante Digital – a la mujer se la recluye al ámbito privado del hogar. La autoridad es patriarcal. Esto es aceptado y asumido, por desgracia, por ambos sexos”, añade.
Pero para Isabel Pavón nos equivocamos al querer culpar de esta situación a la sociedad o a la religión como “entes etéreos”.
“Son las personas que las integran las que obstaculizan el desarrollo de la mujer”, apunta.
“En lo religioso – explica Noa Alarcón -
el ser humano no sabe cómo tratar nuestra condición de seres caídos e intenta solventar los defectos que tenemos hombres y mujeres con reglas y normas morales. Por esa razón todo lo religioso es un obstáculo para la mujer la mayor parte de las veces”.
La desigualdad se percibe también en el ámbito evangélico. Isabel Pavón advierte que
“se han cometido y se cometen errores sacando textos de contexto siempre que puedan servir para hacer de la mujer una minusválida espiritual. Esto no ocurre en todas las iglesias, pero sí en la mayoría”.
“Hay dos tipos de trato en estas iglesias: uno, directamente y a las claras en nombre de Dios se discrimina a la mujer. El otro es que no se habla de ello y de manera subliminal se las hace creer que tienen el mismo estatus que los varones. Se les otorga diferentes responsabilidades auxiliares bajo la supervisión de algún varón”, considera Isabel Pavón.
VOLVIENDO A JESÚS
Estas tres mujeres, sin embargo, encuentran una respuesta distinta en Jesús. ¿Quizá sea este uno de los aspectos en los que la religión cristiana más se ha alejado de su modelo?
“En cuanto a Jesús, cuando tiene que ver en una relación directa de discipulado con él, la cosa cambia. Dios no hace acepción de personas, y lo que vino a hacer Jesús es, junto con la redención, precisamente redimir la condición original de la mujer”, explica Noa Alarcón.
La misma idea la remarca Asun Quintana. “Jesús fue un revolucionario con respecto a los esquemas religiosos, culturales y de tradiciones en cuanto a la mujer.
Es la máxima expresión de lo que la Biblia dice acerca de la mujer, con su trato digno, respetuoso, natural, sin discriminación”.
“El papel de Jesús en el evangelio – afirma Isabel Pavón - ha sido claro y contundente. Tenemos en las Escrituras suficientes referencias. Jesús restaura a la mujer en todos los sentidos”.
DAR PASOS PRÁCTICOS
Si “una de las consecuencias del pecado es que la mujer dejó de ser vista y entendida como realmente fue creada”, como apunta Noa Alarcón, la iglesia tiene mucho por hacer.
Lo primero para Isabel Pavón es “dignificar a la mujer dentro de las iglesias, aceptando la igualdad y los dones otorgados por el Espíritu. Cuando esto se cumpla se podrán trazar planes para honrarla en la sociedad. Si se da el primer paso, el segundo viene solo”, porque “si en las iglesias se usan textos contra la igualdad, difícilmente se ayudará a buscar la igualdad fuera de ellas”.
En la Biblia se encuentra una famosa descripción de la
mujer “virtuosa”. Noa Alarcón considera que en este pasaje en Proverbios 31 “refleja una mujer temerosa de Dios, confiada y segura de sí misma, trabajadora, emprendedora, con una visión global y a la vez familiar y preocupada de los pequeños detalles necesarios para la vida cotidiana. Creo que
esa es la imagen más cercana al original de Dios. Normalizar la visión de esa mujer (una que no va a ninguno de los dos extremos, que ni se queda en casa limitada como ama de casa ignorante ni rechaza tener una familia porque lo considera un lastre laboral) viviéndola en nuestras vidas, es la mejor forma de dignificarla”.
La pastora Asun Quintana apunta que aún hay mucho por hacer.
“Tenemos que enseñar a que no se tuerza la enseñanza bíblica. Tenemos que cortar cualquier tipo de humillación y marginación a la mujer, vengan de donde vengan, tanto hombres como mujeres. Posicionarnos, no permitir ciertas bromas, chistes denigrantes, y cualquier hecho de marginación. En la publicidad deberíamos oponernos a que se exponga la mujer como objeto o trofeo, también en los medios de comunicación”.
Y finalmente
Asun hace un llamado claro a que ésta es una lucha de todos: “Es importante que los hombres también se posicionen. No son sólo las mujeres las que tengamos que luchar, sino que juntos tenemos que trabajar”.
Pueden participar en la encuesta abierta "¿Crees que la iglesia evangélica discrimina a las mujeres?".
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