Al pequeño Conner Long le costaba aceptar que no podría compartir con su hermano Cayden momentos de ocio jugando al básket o al fútbol americano, ni montar en bici con él por las calles de White House (Tennessee). Con cuatro años no entendía cómo su hermano pequeño no podía moverse. Sus padres le explicaron que a los cuatro meses de nacer,
los médicos descubrieron que Cayden padecía una parálisis cerebral, que genera rigidez de movimientos e impide a quien la sufre caminar o hablar.
Pero con el paso del tiempo quedó demostrado que
el lazo fraternal es más fuerte que cualquier discapacidad física. La enfermedad de Cayden ha reforzado su relación con Conner y el mayor de los Long se desvive por su hermano: “Me encanta hacerle cosquillas, siempre tiene una sonrisa en los labios, nunca se enfada”. Conner le cuida, le da de comer y, sobre todo, juega con él. Pero lo más impactante es que corre triatlones con su hermano. "Nunca correría solo, no sería justo para Cayden", afirma este valiente niño de 9 años.
SUPERANDO BARRERAS
Cayden ya ha cumplido 7 años y va a la escuela en autobús cada día como cualquier chaval de su edad. “Tras el dolor inicial de ver que tu hijo no será como los demás, llegas a la conclusión de que él no ha de vivir recluido en casa. Cayden puede hacer muchas cosas, sólo era cuestión de voluntad. Si se quiere, se puede”, comenta Jenny Long, madre de los dos niños.
Desde su silla de ruedas, Cayden mira al mundo con la inocencia que encierran los ojos de un niño. Ha aprendido a interpretar el lenguaje con señas y se siente especialmente feliz cuando se zambulle en la piscina. Ahí, sumergido en el agua, su cuerpo flota y se mueve con la misma facilidad que su hermano. “Lo que más duele es no oír expresar a tu hijo sus pensamientos, sus necesidades. Muchas veces me pregunto cómo sería su voz”, comenta Jenny.
EL DÍA SEÑALADO
A Conner le dolía no poder practicar deporte junto a su hermano hasta que sucedió algo muy particular. En la primavera de 2011, Jenny leía en la revista Sumner Parent un artículo sobre el Triatlón The Kids Nashville. Los ojos de Conner se iluminaron al ver a niños como él en el agua, encima de una bici y en plena carrera.
“¿Puedo participar con Cayden?”, preguntó a su madre. El corazón de Jenny dio un vuelco. “Nunca le quieres decir que no a tu hijo, no supe qué contestar”, recuerda.
Jeff Long, padre de los pequeños, contactó con los organizadores. Esta prueba había tenido participantes con necesidades especiales como niños con diabetes o que les faltara algún miembro, siempre ayudados por alguno de sus padres, pero nunca por un hermano de corta edad. Los Long recurrieron también a Mandy Gildersleeve, un entrenador de triatlón juvenil de Florida, que les facilitó el material necesario para comenzar el entrenamiento.
En junio de 2011 el sueño se convirtió en realidad. Conner se lanzó al agua para completar los 100 metros de natación. Una cuerda le unía con una balsa en la que viajaba Cayden. Luego llegaron cinco kilómetros en bici. Gildersleeve le acompañó en una moto, que llevaba enganchado un transportín con Cayden. Pero Conner quería pedalear con su hermano y cubrió los últimos metros con dicho transportín en la bici.
JUNTOS HASTA LA META
Después d ela prueba en bicicleta quedaba el último tramo. Casi un kilómetro de carrera. Conner se calzó las zapatillas, mientras sentaban a su hermano en un carrito. Zancada a zancada cubrió la distancia, mientras empujaba a su compañero de aventura.
Eran dos hermanos felices.
Poco les importó cruzar los últimos la meta con un tiempo de 43 minutos y 10 segundos. Era lo de menos. Casi nadie podía imaginar que ambos lograran competir juntos. Ni sus padres. “Estaba emocionada, les veía a los dos juntos en la meta, no dejaba de llorar. Vi cumplido el sueño de cualquier madre”, comenta Jenny. “Sabía que podía terminar la carrera, fue el mejor día de nuestras vidas”, afirma Conner.
SUEÑOS MAYORES
La presencia de los hermanos Long se ha convertido en habitual en otras carreras.
Ya han participado en 14 eventos, incluido un Iron Kids en Georgia. Siempre los dos juntos. Quizá pronto sean un equipo de tres. El pequeño Cooper (3 años) se perfila como un posible integrante del Team Long Brothers.
Por muchas medallas que cuelguen de su cuello, para Conner no hay mejor premio que ver feliz a su Cayden. “Nunca correría solo. Sin Cayden no seríamos un equipo, me siento bien sacándole de su mundo y que sienta que me ayuda a ganar un carrera”, apunta Conner. Y a continuación puntualiza: “Porque algún día entraremos en primer lugar”.
Su gran objetivo es, cuando la edad se lo permita, competir en el Ironman de Hawái. “Pero no sin mi hermano”, recalca.
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