La alarma empieza a generalizarse tras la advertencia de EEUU a sus ciudadanos de la necesidad de preparase ante un fenómeno de estas características. Nada menos que el Congreso de Estados Unidos fue quien ha hecho un extraño llamamiento a sus ciudadanos.
El objetivo era desarrollar un plan de emergencia de cara a una posible catástrofe debido a una 'tormenta solar'. Pero, ¿es realmente una amenaza real?, ¿qué es y cuáles son los efectos de un fenómeno de este tipo?, ¿estamos ante un posible apocalipsis, como muchas personas piensan?
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Hay que tener claro que es una esfera de gas y genera campos magnéticos, como un gran imán. Cuando estos campos cambian su configuración –cada once años aproximadamente– se libera energía de forma muy rápida y violenta, que es lo que se conoce como 'eyección de masa coronal', o CME por sus siglas en inglés. Esto hace que se lance el gas a su atmósfera y se libere luego en el espacio», explica Luis Ramón Bellot, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Si esta ráfaga está dirigida a la Tierra, entonces se trata de una tormenta geomagnética (la popular 'tormenta solar'). En ese momento, pueden ocurrir dos cosas: que el campo magnético terrestre, el 'salvavidas' natural del planeta contra la radiación solar, lo repela o que parte de las partículas que contiene este fenómeno penetren en la atmósfera de la Tierra a través de los polos, las zonas más sensibles del escudo terrestre.
«La Tierra está muy bien protegida, y este campo se deforma pero nunca se rompe.
Si hay tormentas pequeñas, se forman las auroras boreales y australes. Si es un fenómeno más intenso, entonces se pueden dar fallos en las comunicaciones y la red eléctrica», expone Bellot, que además forma parte del Instituto de Astrofísica de Andalucía.
Por ello, el mayor afectado será el mundo tecnológico como la televisión por satélite, Internet, radio, cualquier señal trasmitida, también GPS, móviles
La única solución es desconectar temporalmente las centrales eléctricas y las redes de telecomunicaciones hasta que pase el peligro. Se está trabajando en protocolos para hacerlo a tiempo.
LOS CICLOS DEL SOL
Desde hace más de dos siglos, los astrónomos saben que la actividad del Sol es cíclica, y aumenta y disminuye en periodos de once años, a los que llamamos ciclos solares. Actualmente estamos en el ciclo 24, número que sólo expresa el tiempo transcurrido desde que nos dimos cuenta de la existencia de esos ciclos hasta hoy.
Si multiplicamos 24 ciclos por 11 años cada uno obtendremos el número de años transcurridos desde que empezamos a observar sistemática y científicamente el Sol. En total, apenas 264 años... Un simple parpadeo si se comparan con los 5.000 millones de años de edad de nuestra estrella particular.
MAYOR ACTIVIDAD SOLAR
Venimos, además, de un ciclo (el 23) durante el cual el Sol estuvo inusualmente «tranquilo». La fase mínima de ese ciclo, en efecto, fue anormalmente larga y se prolongó durante años. Años en los que, sin embargo, la dependencia de las sociedades industrializadas de las redes de comunicaciones, la informática y la telefonía móvil no ha dejado de aumentar.
Si el ciclo actual es, como parece que será, notablemente intenso, la humanidad «tecno-dependiente» se enfrentará por primera vez a un periodo de intensa actividad solar. Algo que podría tener consecuencias nefastas para nuestra forma de vida si no se toman las medidas oportunas.
Algunos países como Alemania, Francia o Reino Unido, además del Gobierno estadounidense, están tomando cartas en el asunto.
CASOS PREVIOS
Ya a finales de los 80, una tormenta solar quemó varias centrales canadienses, dejando sin energía a un tercio del país. La mayor tormenta de la que se tiene noticia sucedió en 1856 y se conoce como «Evento Carrington».
En aquel tiempo, el único sistema eléctrico ampliamente extendido era la red de telégrafos, que quedó colapsada. Paradójicamente,
si sucediera ahora, sería la primera catástrofe natural que afectara solo al primer mundo, ya que apenas se notaría en las sociedades poco industrializadas pero resultaría devastadora para las más avanzadas tecnológicamente.
Días más tarde, auroras boreales eran visibles desde ciudades como Roma, Madrid, La Habana o las islas Hawai, latitudes un tanto extrañas, ya que este tipo de fenómenos afectan a zonas cercanas a los polos. El incipiente sistema de telégrafo en Estados Unidos e Inglaterra se llevó la peor parte y sufrió cortes y cortocircuitos que colapsaron las comunicaciones de la época. Es la mayor tormenta geomagnética registrada de la historia.
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