La prestigiosa revista médica The Lancet ha publicado recientemente un informe sobre los efectos en la salud del ejercicio físico. O, mejor dicho, sobre lo malo que es no hacerlo.
Ningún certificado médico de defunción dice que alguien murió de sedentarismo, sin embargo,
en términos absolutos, la inactividad es algo más mortal que el tabaquismo, ya que las muertes que los investigadores atribuyen al tabaco son 5,1 millones de muertes anuales y las provocadas por la falta de ejercicio 5,3 millones.
Hay que reconocer que si se considera proporcionalmente, todavía fumar es peor, porque lo hace menos gente: aproximadamente el 26% de la población mundial, mientras que los inactivos, según los datos del trabajo, ascienden a un 30,1% de la población mundial.
Al director del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiología de la Obesidad y la Nutrición (Ciberobn), Felipe Casanueva, la comparación entre sedentarismo y tabaquismo le parece “ocurrente, quizá amarillista, pero oportuna”. Además, no le resulta novedosa: “Nosotros solíamos decir que la obesidad iba a ser una epidemia en el siglo XXI como el tabaquismo en el XX. Ellos le han dado la vuelta”, afirma.
“Sabíamos que era importante, pero esos 1.500 millones de persona que no hacen una actividad física suficiente son muchísimos”, reconoce Casanueva.
La OMS recomienda practicar al menos 150 minutos de ejercicio moderado a la semana.
LA LISTA NEGRA
El cálculo del efecto extremo mortal de la inactividad, lógicamente, no se puede hacer directamente. Pero
las defunciones que produce el sedentarismo se obtienen a partir de una fracción de las producidas por enfermedades que se sabe que se agravan por no hacer ejercicio. O las que mejoran por hacerlo. Son, de una manera resumida, enfermedad coronaria, hipertensión, infarto, síndrome metabólico, diabetes tipo 2, depresión y caídas.
La lista no culmina aquí. Se ha visto que
hay una relación con dos de los cánceres más frecuentes: el de mama y el de colon. Y, en realidad, prácticamente no hay tipo de enfermedad que no mejore en personas que hacen ejercicio con regularidad: las que tienen que ver con el sistema circulatorio, las de metabolismo, pero también las mentales. O incluso las que en apariencia no tienen nada que ver, como los tumores, pero si se ha visto una relación clara con los dos mencionados, la posibilidad de que lo estén con el resto no se excluye.
La única excepción son las enfermedades infecciosas -lo que en el lenguaje del trabajo llaman comunicables, porque son transmisibles y porque algunas hay que notificarlas para evitar que se expandan-, donde el ejercicio no parece que tenga tanta relación.
POR PAÍSES
El efecto de la inactividad varía según las distintas regiones del mundo. Esto es lo esperado, ya que no es un factor que actúe solo.
En líneas generales, el 27,5% de la población africana no hace el suficiente ejercicio; en América la proporción llega al 43,3%; en lo que la OMS llama Mediterráneo del Este (Oriente Próximo) es del 43,2; en Europa, el 34,8%, en el sureste asiático, el 17% y en el Pacífico Occidental, el 33,7%.
Por países, por poner los extremos, la proporción de sedentarios va del 4,7% en Bangladesh al 71,9% de Malta. Las mujeres son, en general, menos activas que los hombres (el 33,9% frente al 27,9%).
Estas cifras, aclaran, se trata de una medida que incluye el ejercicio que resulta de la suma del propiamente ocupacional o laboral junto con el del tiempo libre:
No se aclara en el trabajo cómo se contabilizan las actividades domésticas. Para los países donde los trabajos han perdido el carácter físico, como los más ricos, es la actividad durante el ocio la que cuenta más; en otros, es la propia de la actividad laboral (labrar, cortar o acarrear agua).
CAMBIO DE MENTALIDAD
Casanueva reconoce que, hasta ahora, los trabajos de grupos como el suyo sabían que el sedentarismo era un factor importante, pero se centraban en la obesidad. “Por eso hace año y medio creamos un programa de actividad física que lleva Empar Lurbe. Si no lo cuantificas, las autoridades no lo consideran importante”, opina.
El problema es tan grave que “los médicos solo podemos llamar la atención y tocar la corneta. Aconsejar a la gente que haga ejercicio no es suficiente. Hay que buscar los métodos para que esta práctica sea atractiva”.
La clave del indispensable cambio está en los colegios, afirma. “Los padres, si les quitan una hora de Matemáticas, creen que sus hijos van a ser menos competitivos en el futuro, pero no piensan lo mismo si les reducen las horas de gimnasia; entonces no protestan”.
Hay otro factor a tener en cuenta es que no todas las personas tienen la misma afición por el ejercicio. The Lancet dedica otro de los artículos de la serie a los factores que influyen: La edad, el sexo, la salud, y hasta el entorno.
TAMBIÉN LA IGLESIA EVANGÉLICA
La mayoría de evangélicos no fuma, fundamentamente porque además de verse como una adicción física y psicológica se entiende que es atentar contra la salud, siendo el cuerpo "templo del Espíritu Santo". Ante este estudio, parece también lógico que se enseñe un estilo de vida sano que incluya el ejercicio como parte normal y responsable del cuidado de la salud personal, familiar y social.
Si quieres comentar o