Sin duda, el logro de que se pueda dar la fecundación de un medio diferente al cuerpo humano con gametos de una pareja o donados por terceros, la transferencia de embriones a la mujer en donde se encubará el producto, la congelación de embriones y las posibilidades de experimentar sobre los mismos, han sacudido los cimientos morales del mundo entero.
Las consecuencias de esos ‘avances’ en el ámbito de la reproducción humana son ahora una realidad concreta ante la cual muchos cierran los ojos u optar por mirar hacia otro lado. Decenas de miles de embriones congelados esperan su destino; la ley permite destruirlos si no se reclaman, pero nadie se atreve a decidir.
En España, entre un 10% y un 40% de las parejas se desentienden de los embriones congelados que se conservan en los centros donde se les ha practicado una fecundación in vitro. Solo en Cataluña, la única comunidad con un registro, hay más de 61.000 congelados, de los que el 23% (unos 14.000) llevan más de cinco años, según datos de 2008 del Sistema de Información sobre Reproducción Asistida de Cataluña (FIVCAT.NET). Y el número no deja de crecer. En 2001 eran cuatro veces menos.
¿QUIÉN DECIDE?
En estos casos, la ley de reproducción estipula que los comités clínicos deben decidir qué hacer. La realidad es que no lo hacen, con lo que muchos centros acumulan embriones sin un destino y sin fecha límite. Estos óvulos fecundados son los sobrantes de los procesos de fecundación in vitro, y deben guardarse congelados por si la pareja quiere tener más niños, a no ser que ya de entrada indique lo contrario.
La ley fija que la pareja debe especificar qué desea hacer con ellos: guardarlos, donarlos para investigación, para adopción o que se destruyan. Cuando tras dos intentos de comunicación, en un periodo de cinco años, la pareja no ha dado señales de vida, se considera que se ha desentendido. Entonces, los comités clínicos de los hospitales y centros pasan a custodiarlos y son responsables de su destino.
Pero,
en la práctica, no deciden nada. "Para nosotros es un problema. No nos atrevemos por diferentes motivos. Además, tampoco estamos seguros de que esa pareja no reaparezca", afirma Alfonso de Lafuente, presidente del grupo de ética y buenas prácticas de la Sociedad Española de Fertilidad y director médico del Instituto Europeo de Fertilidad.
SATURACIÓN EN PUERTAS
"Aún no hemos llegado a estar saturados, pero lo estaremos. De momento, vamos comprando contenedores y nitrógeno líquido", dice Joaquim Calaf, director del programa de reproducción asistida de la Fundación Puigvert, en Barcelona. "Será un problema", coincide José Antonio Castilla, responsable del laboratorio de embriología del hospital Virgen de las Nieves, de Granada. "En una década hemos duplicado los embriones congelados. Y, con el aumento de la demanda y la mejora de las técnicas, la previsión es que en dos años se tripliquen", añade.
Una opción sería destinarlos a investigación. Antes los donaban al Banco de Células Madre de Andalucía, pero ahora no hay ningún proyecto en marcha con células madre embrionarias. "El problema está en que se deben donar a un proyecto de investigación específico, y no los hay
", dice Castilla.
En la misma situación se encuentran otras clínicas. "Los centros de investigación no los quieren", afirma Marisa López Tejón, responsable del Institut Marqués. En este centro se nota incremento de embriones abandonados: en 2010, un 48% de las parejas se desentendió de sus embriones, mientras que en el 2007 era un 39%.
Existe otra opción para el destino de los embriones. "Lo que querríamos es que hubiese más personas que los diesen en adopción", apunta Calaf. Pero tampoco esto es sencillo.
La ley contempla que los embriones para adopción deberán ser fruto de óvulos de mujeres menores de 35 años. Y la realidad es que la mayoría de las que recurren a esta técnica para tener hijos son mayores de esta edad. De hecho, recientemente un hospital público catalán solicitó a la
Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (CNRHA) que permitiese que se usasen embriones de mujeres de más de 35 años. La Comisión de Reproducción Humana Asistida de Cataluña apoyaba la iniciativa, pero la respuesta de la comisión nacional fue negativa.
RIESGOS DE LA DESTRUCCIÓN
En cuanto a destruirlos, existe un doble motivo por el cual los centros españoles no optan por esta decisión. Por un lado, a pesar de que la ley lo permite, existen reticencias y un temor a las reacciones de los grupos conservadores y religiosos. De hecho, cuando las parejas escogen se trata de la opción menos popular: menos del 10% lo elige.
Por otro lado, la ley estipula que la destrucción no se podrá llevar a cabo hasta que la mujer haya completado su edad reproductiva. Es decir, aproximadamente hasta que se encuentre alrededor de los 50 años. Y que esto deberá certificarse por dos médicos ajenos al centro que los guarda. "¿Cómo vamos a hacer eso con las parejas que no responden?", afirma López Tejón.
En el desentendimiento de las parejas hay centros que ven falta de responsabilidad. Otros, excusan a las parejas argumentando que la carga emotiva que supone decidir les bloquea. "No responden porque cambian de domicilio y no avisan, porque se separan, y no tienen en cuenta que hay unos embriones almacenados... Existe una gran variedad de situaciones", explica Calaf
. "También hay muchas que una vez acabado el proceso quieren olvidarse, les resulta incómodo decidir", afirma de Lafuente. "Muchas parejas nos dicen: decide tú por mí", explica López Tejón.
En definitiva, todos coinciden en que las parejas deberían ser más responsables. "Hay que hacer un esfuerzo para que tomen conciencia de que sus actos tienen una trascendencia de la que tienen que responsabilizarse", afirma Josep María Busquets, responsable de bioética del departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña. El funcionario reconoce que "Algún día, los centros y las Administraciones tendrán que tomar alguna decisión".
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