Así lo explica José Buendía, profesor de Psicopatología de la Universidad de Murcia, en su libro El impacto psicológico del desempleo. Lo más usual es la sensación de derrota y fracaso. Tener un empleo es una «expectativa social y cultural desde la infancia, reforzada a través de los años en la escuela, la familia...», explica Buendía.
Además, el trabajo tiene una serie de funciones que se pierden. Funciones no sólo manifiestas como es el salario, sino también latentes, ya que el empleo supone imponer una estructura de tiempo, implica experiencias compartidas y relaciones personales más allá de la familia, lleva al individuo a alcanzar metas más allá del propio yo, determina y clarifica un estatus social y una identidad personal y requiere de una actividad cotidiana y habitual. Perder o carecer de esto puede resultar destructivo en la personalidad del sujeto que pierde un trabajo.
Uno de los impactos psicológicos destacados por Buendía es el llamado «síndrome de la invisibilidad», por el que la persona sin empleo siente que no le ven, que no forma parte de un mundo (el mercado de trabajo y el engranaje productivo) que no deja de funcionar a su alrededor, pero del que no forma parte. Se agrava cuando la persona no pide ayuda por vergüenza u orgullo.
DIFERENCIAS POR EDADES
Los efectos psicológicos de no tener trabajo son distintos entre jóvenes y mayores. En el primer grupo, prolongar la dependecia de los padres tiene consecuencias adversas de muchos tipos: desde un aumento de agresividad del sujeto, hasta el aumento de la pasividad, la depresión, reducción de la capacidad para relacionarse con personas o búsqueda de otras vías de socialización, como la delincuencia.
Al final, repetidos fracasos en la búsqueda de empleo suelen acabar en apatía, vergüenza ante allegados y resignación, incluso en un sentimiento de culpabilidad al pensar que es uno mismo el principal responsable de la situación. En muchos casos, esa apatía se traduce en pasar largas temporadas en casa, dedicando la mayor parte del tiempo a ver la televisión o escuchar música dando de lado a la búsqueda activa de trabajo.
Generalmente se llega a un sentimiento de culpabilidad y gran sensación de vacío, pero en jóvenes y mayores se sufre de forma diferente. En el caso de personas con más edad se pasa por varias fases: shock (sorpresa, desorientación y miedo), creencia de que se trata de un periodo vacacional (por no interiorizar que se han quedado sin trabajo), hiperactividad en el hogar (se hacen cargo de aquellos arreglos pendientes en casa), ansiedad e irritabilidad (ante repetidos fracasos al buscar empleo), hasta trastornos psicofisiológicos.
Al final, como en el caso de los jóvenes, aceptan su condición de desempleados, pero como un fracaso personal y social. Esto desemboca en largas temporadas en casa, dormir más horas de lo habitual y una gran sensación de vacío. Dependiendo de la salud de la persona y el estilo de vida que lleve, existe el riesgo también de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
AYUDANDO A UN DESEMPLEADO
Este especialista ve muy importante no transmitir lástima ni ser caritativo con el desempleado. Debe percibir un mensaje en el que entienda que es una situación transitoria hacia otro trabajo. Mientras tanto ha de forzársele a mantener una actitud denominada como ´de las 3 C´s´: combativa, comprometida y controlada (control de la situación).
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