Tras el crimen de Seseña, los adolescentes y su psicología han vuelto a la primera plana pública. El debate se va enfocando en distintos aspectos, y uno de los que más llama la atención es la posible escasa valoración que las nuevas generaciones otorgan a las relaciones personales. El vago contacto con sus padres y las nuevas tecnologías impulsan la formación de este nuevo joven emocionalmente «autosuficiente» y que no ha aprendido a empatizar.
Dicen los expertos que los llamados jóvenes de lazo débil son aquellos que pasan poco tiempo con «personas significativas» –los padres, en la mayor parte de los casos– y otorgan escaso valor a las relaciones porque apenas tienen vínculos mínimamente fuertes. Se trata de un fenómeno que, sin ser nuevo, se ve acentuado por el auge de las nuevas tecnologías, con su capacidad absorbente y adictiva, con sus casi ilimitadas posibilidades de ocio solitario.
Esta actitud puede ayudar a explicar alguno de los más crueles casos de violencia juvenil de los últimos tiempos: el más reciente, el de Seseña (Toledo), en el que una chica de 13 años, Cristina Martín, murió desangrada en un hoyo, supuestamente asesinada por una compañera de instituto un año mayor, un suceso que ha vuelto a sacar a la luz el binomio entre adolescencia y violencia.
MAYOR REPERCUSIÓN
«Cuidado», advierte Rosario Ortega, catedrática de Psicología de la Universidad de Córdoba, fundadora del Observatorio Europeo de la Violencia Escolar y autora del reciente libro Agresividad injustificada, bullying y violencia escolar (editorial Alianza). «El índice delictivo es muchísimo menor que el de hace años. Lo que ocurre es que se le da bastante más trascendencia. Décadas atrás, un suceso como el de Seseña solo habría ocupado la portada en un diario como El Caso, pero ahora aparece en todos los periódicos. Y eso, aunque puede generar una falsa imagen de que el problema resulta mucho más grave y común de lo que es, tiene consecuencias positivas, porque indica el mayor grado de sensibilización de la sociedad hacia la agresividad de los jóvenes».
Ejemplo de ese aumento de la conciencia son las cifras que ofrece Encarnación García, presidenta de la Asociación contra el Acoso Escolar (ACAE). La entidad, formada en un año tan reciente como el 2005, recibe cada año cerca de 10.000 denuncias por este tipo de comportamiento. «Y eso que los padres tienen mucho miedo a hablar del tema. El acoso escolar sigue siendo el gran tabú», sostiene García, que fundó la asociación después de que su hija fuese víctima de hostigamiento.
AMISTADES FRÁGILES
«Vivimos en una sociedad de lazos débiles», opina Nora Rodríguez, pedagoga, especialista en violencia infanto-juvenil y autora de Guerra en las aulas (Temas de Hoy). «Los jóvenes que se encuentran en este tipo de situación suelen pensar: ´¿Para qué voy a cuidar a un amigo si lo voy a acabar perdiendo igual?´. Es un problema que puede llevar a situaciones destructivas y autodestructivas. Yo diría que ahora se ve agravado tanto por las nuevas tecnologías como por algunas consecuencias del aumento del poder adquisitivo en este país: las demostraciones de afecto se convierten para algunos padres solo en demostraciones materiales».
La experta precisa que esto afecta a todas las clases sociales: «No tiene que ver tanto con la cuantía del regalo como con el regalo en sí. Hay padres que negocian con sus hijos dándoles todo lo que quieren, para así, según dicen, ´mantenerlos calmados´. Y luego, quizá tras unos años, cuando esos niños de lazo débil estallan, los padres creen que son peligrosos para la sociedad. Pero el germen ya estaba ahí desde mucho antes».
Si quieres comentar o