Según la socióloga Rocío Treviño, investigadora del Centre d’Estudis Demogràfics de la Universitat Autònoma de Barcelona, el nacimiento de un primer hijo disminuye las posibilidades de ruptura en una pareja. Sin embargo, se da un aumento de las rupturas entre padres jóvenes cuando el primer hijo tiene entre 1 y 3 años. “A menudo, la ruptura es un proceso largo, pero es evidente que muchos conflictos empiezan cuando nace el primer hijo. Puede ser un momento de mucha tensión, pero en el que la gente está más vulnerable y ve a su hijo muy pequeño, por lo que la ruptura se retrasa”, explica.
El psicólogo Juan Luis Linares, director de la Escuela de Terapia Familias del Hospital de Sant Pau y coautor de la guía Sobrevivir a la pareja, tiene otra opinión. Este profesional afirma que las parejas suelen adaptarse a la llegada de un bebé cerrando su círculo y haciendo más rígidas sus costumbres para dar un marco de seguridad al bebé. Linares opina que la mayoría de parejas tienden a unirse con la paternidad.
PADRES INSATISFECHOS
Su colega, Pere Font, director del Institut d’Estudis de la Sexualitat de la Parella (IESP), afirma que, en su consulta y en los despachos de abogados, reciben cada vez a más padres con un hijo de alrededor de un año que han sido incapaces de reformular su relación de pareja. “Hay muchas más crisis de las que pensamos. A muchos hombres hechos y derechos les resulta difícil verbalizar que están celosos de su hijo”, dice. “Hay hombres –añade– que podrían explicar que se sienten instrumentalizados como sementales por sus parejas, que se han convertido en algo periférico y que eso no cambiará. Y al mismo tiempo, hay muchas mujeres decepcionadas que descubren tarde que encontrar una buena pareja de ocio y de fiesta no significa encontrar un buen padre”.
Por muy deseado que sea un bebé, el statu quo que la pareja tenía hasta el momento se rompe y la crisis exige revisar la estructuración del tiempo, la sexualidad y la convivencia. “Si seguimos el modelo clásico, el padre suele reincorporarse a la vida normal y la madre limita su vida social al teléfono. Está muerta de cansancio porque es novata y, a menudo, la familia, que había permanecido en un lugar periférico, encuentra la excusa para tomar su espacio”, dice Font.
Hoy se añade, además, el perfil de mujer joven que intenta mantener el nivel en una profesión muy exigente y ser la mejor madre. “Las tenemos todas en terapia”, bromea Font. Si la pareja no se apoya en unos cimientos suficientemente reales y sólidos, la relación queda desenmascarada y se rompe.
LA HORA DE LA PRUEBA
En cualquier condición, la paternidad es una experiencia definitiva que deja un sello distinto en cada persona. La periodista Elisabeth Pedrosa, autora de Criatures d’un altre planeta, descubrió que los problemas de salud que su hija Gina, de 6 años, había tenido desde muy pequeña se debían al síndrome de Rett, la segunda causa de retraso mental en niñas después del síndrome de Down.
Pedrosa decidió no vivirlo como una frustración, pero su pareja no pudo evitarlo. La relación no resistió la prueba. “Es posible que la enfermedad de Gina acelerara un proceso que hubiera estallado más tarde o que yo no me hubiera planteado nada, pero hay situaciones en la vida que te obligan a hacer una reflexión y a reformularte como persona. En nuestro caso, Gina nos colocó a cada uno en el lugar en el que nos encontramos más confortables”, afirma la periodista.
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