Muchos tópicos sobre la educación de los hijos quedan en entredicho tras el estudio publicado por la Fundació Jaume Bofill. El sociólogo Javier Ezlo, catedrático de la Universidad de Deusto presentó las conclusiones del informe elaborado con los datos de una gran encuesta realizada a hijos, padres y profesores. Tal vez
la más llamativa de todas las conclusiones es que junto a los desfavorecidos de toda la vida, algunos de los peores padres están en una franja de población privilegiada: buenos ingresos, buena educación e ideales progresistas.
El estudio se centra en familias con hijos de entre 7 y 12 años y el resultado global es que «las familias catalanas tienen una nota media de notable, pero la media siempre esconde casos de disfunciones». El estudio permite separar a las familias en cuatro categorías: progresista-extravertida, conservadora-introvertida, conflictiva y convivencial-armónica.
La conclusión ha sido que la mayor parte de los niños con conductas incívicas proceden de las familias progresistas-extravertidas, que suponen el 23,3 por ciento del total de las familias, y de las conflictivas, que son el 15,2 por ciento.
Las primeras, las progresistas-extravertidas, se caracterizan por defender ideas políticas progresistas y disponer de un nivel cultural y económico alto. «En este entorno es fácil encontrar padres que tienen una vida social activa y que dan más importancia a su promoción personal que a la familia, por lo que suelen desatender a los hijos». Unos hijos que tienden a saltarse las normas y a veces provocar problemas graves. Destrozos del mobiliario urbano, robos... Un retrato que recuerda a lo sucedido hace unos meses en Pozuelo de Alarcón, con el ataque de cientos de jóvenes procedentes de los «barrios ricos» a la Comisaría.
En estas familias hay una desatención a los hijos preocupante. «La falta de supervisión de los padres es la variable más relevante a la hora de explicar la conducta antisocial de los niños», explica Ezlo. «Prefieren delegar en la escuela, en familiares o en personal de apoyo, esto último entre otras cosas porque se lo pueden permitir». En estas familias «faltan el cariño, los abrazos, las felicitaciones...» y esto produce una reacción negativa en los hijos.
La teoría del sociólogo vasco es que la familia, al menos como concepto, es una cuestión de derechas. «Cuando desde las fuerzas conservadoras se valora tanto la familia parece que se crea la idea de que es una cosa de derechas. Y esa es una idea que se queda ahí».
EL VALOR DE LA FAMILIA
El otro grupo del que proceden los niños con conductas antisociales son las llamadas familias conflictivas, que se caracterizan por un nivel adquisitivo y cultural bajo en las que «los padres están desbordados». Estas familias necesitan ayuda de las administraciones para salir adelante y poder así dedicar más tiempo a la educación de sus hijos.
Por otra parte,
el estudio también refleja que los hijos «perciben una menor implicación del padre que de la madre» en su educación, en todos los estratos sociales. «Es incorrecto achacar los déficit educativos a la incorporación de la mujer a la vida laboral porque no se puede criticar que la mujer haya salido de casa sin hablar de por qué el hombre no ha entrado».
En las conclusiones, Elzo destaca que «la combinación más adecuada para que los hijos tengan conductas prosociales» la consiguen las «familias cohesionadas, que permiten que los hijos expresen sus sentimientos, refuerzan los comportamientos correctos y mantienen la disciplina».
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