Tener un padre famoso: ¿es un regalo o un castigo? La pregunta es más bien un dilema, cuya respuesta
depende de varios factores: la decisión de los padres de exponer a sus hijos en los medios, el tirón mediático que tengan y, en último término, la opción de vida que elige el niño-famoso cuando se hace mayor.
Los hijos de Julio Iglesias e Isabel Preysler; Ana Obregón y Alessandro Lecquio; Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo; de Rocío Jurado y Pedro Carrasco; Ángel Cristo y Bárbara Rey nacieron con una «cámara» bajo el brazo. Por cuna, también deberían haber corrido la misma «suerte» los hijos de Ana Belén y Víctor Manuel, de Marisol y Antonio Gades, de Palomo Linares y Marina Danko, de Lolita y Guillermo Furiase o de Raphael y Natalia Figueroa. Sin embargo, sólo los grandes entendidos en prensa del corazón sabrían decir los nombres de pila de los vástagos de estos últimos.
DISGUSTOS Y AGRESIVIDAD
¿Qué diferencia a unos de otros? Parece claro que la complejidad de la vida sentimental de los progenitores es proporcional al interés por su descendencia. Así, tras la separación de Fran Rivera y Eugenia, el diestro llegó a pegar a unos fotógrafos que intentaban hacerle unas fotos con su hija en un parque. Otros niños tratan de defenderse por sí mismos de la Prensa, como el hijo de Ana Obregón, que llegó a contestar con un gesto obsceno a los fotógrafos. La posibilidad de que se emitiesen esas imágenes costó más de un dolor de cabeza a la bióloga.
El panorama internacional también deja casos de niños sometidos a la encrucijada mediática por la fama de sus padres. La británica Jane Goody, ex concursante de Gran Hermano fallecida por un cáncer, e icono de cómo convertir la desgracia en «show». Vendió sus últimos días a los medios con el objetivo de asegurar económicamente el futuro a sus hijos. Pero tras su muerte, los niños se han convertido en el objetivo de los «paparazzi» hasta el punto de que el padre ha pedido públicamente que se respete su intimidad.
La estela de Jade Goody la continúa en Estados Unidos, Nadya Suleman, que acaba de dar a luz a octillizos y que ya ha firmado la realización de un «reality» sobre su vida diaria criando a los 14 hijos que ya tiene. La apuesta televisiva llega a Estados Unidos después de que otra pareja –los Gosselin–, padres de ocho niños y con derecho a «reality» para mostrar su vida, rompieran en directo y con los menores como testigo.
Lo que está claro es que las consecuencias de exponer a los niños a los focos pueden acabar causando un daño irreversible a los pequeños, que se convierten en «juguetes rotos», como Michael Jackson, Macaulay Culkin, Joselito, Marisol, las hermanas Olsen –una de ellas aquejada de anorexia–, Lindsay Lohan o Drew Barrymore –ingresada por alcoholismo a los 12 años–.
Pero, lejos de detenerse, la maquinaria para crear niños-escaparate aumenta. ¿Lo último? El «gran hermanos» con menores que ya han emitido Estados Unidos y Reino Unido, repletos de críticas, pero éxito de audiencia.
REINVENTANDO A «PAQUIRRÍN»
Si hay un «niño escaparate» que ha sabido reinventarse, éste es Francisco Rivera Pantoja. El hijo de «Paquirri» e Isabel Pantoja era famoso desde antes de ser concebido, pero el trágico fallecimiento de su padre le catapultó al más absoluto de los estrellatos. No había cumplido un año cuando el pequeño –rebautizado por la Prensa como «Paquirrín»– se convirtió en el complemento perfecto para la historia de la viuda desconsolada.
Desde ese momento, España quiso saber más de ese niño: sus primeras palabras, cómo acompañaba a su madre cuando se volvió a subir a un escenario, su primer día de clase... Precisamente, la integración en el colegio de este «niño escaparate» le supuso convertirse en el hazmerreír de sus compañeros, como el día que un «paparazzi» que intentaba captar una fotografía del niño ofreció caramelos a los otros compañeros para que lo acercaran a la verja. ¿El resultado? Una avalancha de niños aplastando al pequeño Rivera Pantoja contra la verja, que ilustró las portadas de las revistas del corazón la semana siguiente. Traumatizado o no, «Paquirrín» ha pasado de ser un hazmerreír a reírse de sí mismo en entrevistas de todo tipo y en el programa de humor televisivo en el que está contratado.
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