Poco a poco la explotación de mujeres en España se está convirtiendo un tema del que se habla. Varias organizaciones llevan un tiempo denunciando todo lo que la prostitución encubre, y ahora parece que tanto los medios de comunicación como el Gobierno están reaccionando ante la seriedad del problema. Prueba de ello es una serie de reportajes el diario ‘El País’ (de los que publicamos la siguiente información) sobre la esclavitud invisible que esconden la mayoría de prostíbulos.
Las actuaciones policiales, de la fiscalía, las declaraciones de las víctimas y las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo no dejan lugar a dudas: en España hay mujeres que son compradas y vendidas y obligadas a tener múltiples relaciones sexuales en la calle, en pisos o en burdeles contra su voluntad. A algunas las encierran bajo llave y controlan cada uno de sus movimientos. A otras les dan palizas o violan hasta que anulan su voluntad. En otros casos, las amenazan con hacer daño a sus familias en Rumanía, Rusia, Nigeria...
También las hay que saben que van a venir a España a trabajar como prostitutas, pero, una vez aquí, la realidad no es mejor que la de aquéllas que venían engañadas. Y, si se resisten, las medidas de coacción son las mismas. Si hubiera 45.000 prostitutas en España -las cifras más bajas de la ONU y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado-, y sólo el 10% estuvieran obligadas (porcentaje que calculan los propios empresarios del sexo), estaríamos hablando de miles de esclavas, un drama invisible que provoca una escasa preocupación social. Mientras tanto, las mujeres siguen llegando. Los traficantes hablan de ellas como “kilos de carne” o “terneritos”.
CONTRATOS DE ESCLAVITUD
Firman contratos en los que ponen su vida entera en manos de quienes les van a explotar. “Prometo pagar la suma de 40.000 dólares. Declaro que no infringiré las normas y que no diré nada a la policía. Si rompo las reglas, mi madame tiene derecho a matarnos a mí y a mi familia en Nigeria. Mi vida vale lo mismo que la cantidad que debo a mi madame. Declaro que me han explicado este acuerdo en mi dialecto y que será destruido cuando el pago total sea abonado”.
Los archivos policiales guardan multitud de documentos como éste. Un papel escrito en un inglés macarrónico, con letras mayúsculas y espacios en blanco para que una mujer escriba su nombre y ponga su vida a disposición de la red que la ha traído a España desde Nigeria. Se convierte en su esclava durante el tiempo que tarde en pagar los 40.000 dólares que le cobran por el viaje. Esto supondrá una unión inquebrantable con los traficantes durante al menos cinco años.
AUMENTA ESCLAVITUD, BAJAN PRECIOS
La prostitución en España ha cambiado radicalmente en los últimos 15 años por los flujos migratorios. Antes era un mercado marginal o de lujo. La llegada de las inmigrantes amplió la oferta y la democratizó: más mujeres, más guapas, más jóvenes, más exóticas y más baratas. Cualquiera puede pagar 30 euros por media hora con una de ellas. En estos momentos, entre el 85% y el 90% de las prostitutas son extranjeras, según cálculos de la UCRIF, la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsificaciones Documentales de la Policía Nacional.
El nuevo mercado ha tenido éxito. La demanda ha aumentado y el negocio se ha convertido en una mina de oro que necesita renovar la mercancía constantemente. Para eso los mercaderes han creado redes perfectamente diseñadas para abastecer nuestras calles, polígonos, pisos y clubes de carretera. El mismo sistema que se emplea para importar tomates: un recolector, un distribuidor, un transportista y un vendedor. En las escuchas policiales los agentes suelen oír frases como “tengo tres kilitos de carne” o “he traído unos terneritos”. Se refieren a mujeres de entre 18 y 25 años, las que se pueden colocar en cualquier sitio.
Vienen sobre todo de una decena de países. Las razones, una vez más, son puramente mercantiles: se basan en la pobreza del país de origen, su volumen de delincuencia organizada, unos rasgos étnicos que resulten atractivos en España y la facilidad de entrada. Las colombianas, por ejemplo, están dejando de llegar desde que se les exige visado. “El 58% de las mujeres proceden de Latinoamérica (especialmente brasileñas y colombianas), otro 35% son europeas (de países del Este, sobre todo rumanas y rusas) y el resto africanas (nigerianas y marroquíes)”, según indica la Guardia Civil en su Informe 2007 sobre trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Apenas hay españolas. Las asiáticas, chinas en su mayor parte, ejercen en pisos.
Aunque sí hay algunas que saben que llegan a España para prostituirse, y consideran que es una solución mejor que da más dinero que “estar limpiando escaleras”, la mayoría no saben exactamente qué va a ser de su futuro. “A veces el engaño es total”, explica Carlos Botrán, comisario jefe de la Brigada Central de la UCRIF y con 20 años a sus espaldas de lucha contra el tráfico de personas. “La mujer llega pensando que va a trabajar como camarera, limpiadora o secretaria, y una vez aquí es obligada a meterse en un club 12 o 13 horas al día para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero”, explica.
COMPRA-VENTA ENTRE CLUBES
Existe también otro tipo de engaño. Cuando la mujer sabe que viene para ejercer la prostitución pero cree que lo hará cuando y como quiera. Al aterrizar en España, se da cuenta de que su capacidad de decisión ha sido anulada. Si se resiste, le esperan los mismos métodos de coacción que se usan para doblegar la voluntad de quienes llegaron engañadas.
Las compran y venden, y las mueven de club en club para que sean rentables, no hagan amigos y los clientes del burdel tengan la mayor variedad posible. En Fuerteventura, el folleto de un prostíbulo colocado en la ventanilla de un coche vende como gran atractivo la renovación total del género cada 20 días.
VIOLENCIA EXTREMA
Las decenas de sentencias que el Tribunal Supremo ha dictado en los últimos ocho años sobre esta materia son relatos de terror: palizas, quemaduras de cigarrillo, cortes con cuchillos y tijeras, violaciones, dientes rotos, amenazas de muerte a ellas y a sus familias, puñetazos en la cara por no conseguir clientes, obligación de mantener relaciones sexuales con hemorragias, castigos por no ir a trabajar tras un aborto, 290 euros de multa por exceder el tiempo que se puede pasar con cada cliente, encierros, vigilancia constante, retirada del pasaporte.
La mujer traficada que llega a España está aislada e indefensa. No suele hablar el idioma y depende de su captor. “Hay chicas muy jóvenes, sin estudios, que no han salido de su pueblo nunca”, dice José Nieto inspector jefe de la UCRIF. “Están tan controladas que es difícil que logren escapar y denunciar”, explica Rocío Nieto presidenta de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (Apramp). Sonia, una brasileña víctima de trata que trabaja ahora para la ONG, habla del miedo que pasan estas mujeres. Del miedo a todo. Al proxeneta que les pega y amenaza. A la policía que las puede deportar. Y a volver a sus países. “Incluso los padres, novios o hermanos participan a veces en la venta de la chica”, relata.
No hay estudios con cifras concretas, pero es innegable que en España hay mujeres esclavizadas. “No conocemos el volumen pero sabemos que hay trata”, dice Joaquín Sánchez-Covisa, fiscal de sala del Tribunal Supremo y coordinador de Extranjería. Un número mínimo del que se puede partir es el de 951 víctimas: éstos son los permisos de residencia que se han concedido entre 2000 y 2008 en virtud del artículo 59 de la Ley de Extranjería. Se aplica a víctimas que han denunciado o facilitado a la policía información “relevante” para desarticular las redes que las han traído.
La cifra real es, sin duda, mayor. Hay muchas mujeres que no denuncian. Otras que lo hacen pero que no tienen información “relevante” que aportar y, por tanto, se les deniega el permiso -entre 2000 y 2008 se han denegado 648-. También las hay que no piden la residencia porque prefieren volver a sus países.
¿Y LA CONCIENCIA ESPAÑOLA?
“La sociedad no se ha preocupado por este tema”, opina el fiscal Sánchez-Covisa. “Son mujeres invisibles”. “Es muy fuerte la tolerancia que existe en España hacia el hecho de que se importen seres humanos como muebles”, dice Rocío Nieto, de Apramp. “Es un nuevo tipo de esclavitud al que todos estamos contribuyendo”.
Entre las pocas campañas de sensibilización están las de
Stop The Traffik y EsclavitudXXI. Pero la sensación es que la gente aún no habla del asunto. Y los consumidores de sexo no tienen la sensación de que la persona a la que están pagando quizá esté siendo explotada. “Algunos preguntan y se interesan por tu vida, pero son los menos”, dice Anka, víctima de trata que ahora trabaja ayudando a otras chicas que están pasando por lo mismo.
“Nunca me he preguntado si están aquí contra su voluntad”, dice un cliente que, por razones obvias no quiere dar su nombre. “Si me lo hubiera preguntado, probablemente no habría entrado. Cuando estás hasta arriba de alcohol no te preguntas esas cosas. No veo nada malo en irse de putas si la persona con la que estás lo hace porque quiere, pero sí, no suelo preguntarlo y si lo hago no creo que me vayan a decir la verdad”.
PROSTITUCIÓN: EN TERRENO DE NADIE
El tráfico de mujeres es un delito pero la prostitución es alegal: no está ni regulada ni prohibida, lo que dificulta la tarea de las fuerzas y cuerpos de seguridad y convierte a España en un país atractivo para las mafias, que encuentran rápidamente a españoles dispuestos a lucrarse con ellos. La prostitución en pisos y en la calle es una actividad que queda completamente al margen del control del Estado. Todo son ganancias netas y optimizar el beneficio. Los burdeles, tienen licencias como hoteles u hostales con bar y sólo declaran una mínima parte de sus ingresos. “Es un negocio que no requiere demasiado para montarlo. Se juntan dos, obtienen una licencia para montar un hostal y le ponen un cartel que diga ´Chicas´ y ya está. Si tienen la forma de conseguirlas tendrán pronto muchos ingresos”, explica Carlos Igual, de la Sección de Menores, Explotación Sexual Infantil y Trata de Seres Humanos de la Guardia Civil.
Como todo es economía sumergida, tampoco hay datos fiables sobre el volumen del negocio. Pero los casos concretos son reveladores: en una de las últimas redadas de la policía se detuvo a un empresario almeriense llamado José El Francés. Había blanqueado 12 millones de euros procedentes de las ganancias de sus clubes de alterne.
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