La primera diferencia está en el envoltorio. Es obvio que, para bien o para mal, el eslogan de 1990 caló en la sociedad y corrió mejor suerte que la propia campaña. No parece que vaya a ocurrir lo mismo con la idea del ministro Soria. Una vez asumido que no veremos a los adolescentes de hoy recorrer los pasillos del colegio moviendo las manos al ritmo de hip-hop y canturreando «tronco, yo no corono rollos con bombo» o «con koko yo gozo mogollón», es inevitable hacer comparaciones.
La tasa de embarazos no deseados en menores se ha duplicado en diez años, los abortos crecen a un ritmo anual del 10% y la mitad de los adolescentes confiesa que sigue manteniendo relaciones sin preservativo.
Un simple paseo por una universidad madrileña basta para comprobar que a los que acaban de cumplir los 18 les seduce más el viejo eslogan que el moderno de «stop rollos con bombo».
«Se nota que la campaña no la han hecho jóvenes, parece más bien obra de adultos inmaduros», explica Ángel Asensio. Y una más: «¿Y qué pasa con los que no nos gusta el rap?», se pregunta Rocío.
José Zamarriego, presidente de la Comisión de Bioética de la Sociedad Española de Ginecología y ponente en la Comisión sobre el aborto del Congreso, explica que: «Toda campaña que intente prevenir es en sí misma buena, pero es la forma lo que a veces falla». La campaña del preservativo ha costado 2,2 millones de euros y durará apenas dos semanas. Después -promete el Ministerio- habrá más iniciativas como ésta.
«Hay que ser perseverantes, porque si sólo es un fogonazo no perdura. Las campañas no sólo hay que dirigirlas a los jóvenes, sino también a educadores y padres. ¿Cuántos oirán esta canción?», se pregunta Zamarriego. Hasta los defensores a ultranza de la campaña, como la Federación Española de Sociedades de Sexología, admiten que desde hace años hay una serie de objetivos que no se cumplen.
La prueba más fehaciente está en las estadísticas. «Pese a todas las campañas que se han hecho, más del 50% de las relaciones son sin preservativo. Esto es inaceptable», admite Antonio Antela, vicepresidente de la sociedad Seisida.
¿TIENEN SUFICIENTE INFORMACIÓN LOS ADOLESCENTES?
Otra vez disparidad de criterios. Silvia Zurita recibió un año entero clases de educación sexual antes de llegar a la universidad. Juan Manuel Izquierdo, sólo una en seis años. Alberto Mota las ha recibido y las ha impartido. «Los de 14 años no saben mucho del tema. En los de 16 se nota mucho los que aún no han dado el cambio y los que sí. Estos últimos ya saben de todo». «Información hay de sobra -sentencia Ángel-. Hasta cuando estamos de botellón vienen a repartirnos folletos y preservativos».
Es cierto que la campaña estaba dirigida también a evitar embarazos no deseados, pero las enfermedades de transmisión sexual eran el gran enemigo a derrotar. Entre los adolescentes nadie conoce a nadie que se haya contagiado el sida por no usar el preservativo, pero sí a alguien que se haya quedado embarazada sin desearlo (en 2007 hubo 10.000 menores, el 60% de las cuales abortó). «El sida se ve como algo muy lejano, como si fuera la peste negra», responden al unísono María y Martina. Andrea coincide con ellas: «Se están pasando por alto muchas cosas. La gente se queda sólo en el miedo a un embarazo y confían en que luego tienen la píldora del día después, pero se olvidan del riesgo de infección».
El vicepresidente de Seisida tiene una explicación para este fenómeno. «Los nuevos tratamientos permiten una supervivencia indefinida y una mayor calidad de vida. Esto, inevitablemente, aumenta el número de personas que están afectadas y no lo saben, hasta llegar, según estadísticas de la UE, al 30%».
Conclusión: «En estos 18 años se ha avanzado en el manejo de la infección y el tratamiento, pero no en la prevención. Las campañas han fracasado pero no porque estén mal hechas, sino porque el reto es difícil y han sido insuficientes». El problema, según el presidente de la plataforma «La Vida Importa», Juan Sánchez, no está en el enemigo, sino en las armas empleadas para derrotarlo. «No se puede informar de manera tergiversada y decir que la solución está en el condón -afirma-, cuando se ha demostrado que no es efectivo: la sexualidad es mucho más eso. No se trata de abstinencia sí o abstinencia no, sino de revalorizar la sexualidad para que no sea como una mercancía que se regala a cualquiera», concluye Sánchez.
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