El censo de clubes y locales repartidos por toda la geografía supera los 4.000, según datos policiales. Y eso sin contar el mercadeo en la calle, en pisos y en apartamentos no controlados.
Los propios empresarios admiten que cada una de sus “empleadas” les reporta al año en torno a 45.000 euros de beneficio. En un prostíbulo medio una chica gana entre 12 y 15.000 euros al mes. Menos de 50 euros por media hora ya no cobra nadie y trabajan como mínimo 21 días seguidos y descansan aquellos que la mujer tiene la menstruación.
Algunas no saben a lo que vienen y otras que sí lo saben, no imaginan las condiciones. Entre enero y octubre de este año pasado la Brigada Central ha desmantelado 102 redes de prostitución y ha detenido a 476 proxenetas. Las acusaciones son tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual, prostitución y contra los derechos de los trabajadores. Las penas aplicadas con rigor oscilan entre los diez y los diecinueve años de prisión, tras la reforma del Código Penal de 2003.
Ya se han ordenado varios cierres definitivos de clubes, algunos mercaderes de sexo están entre rejas, y las investigaciones patrimoniales de los grupos empiezan a incorporarse a este tipo de pesquisas.
Las denuncias de mujeres han caído en picado debido a que los proxenetas las aleccionan y amenazan mucho más. Antes se sentían intocables y ahora saben que pueden ir a prisión.
El 30 por ciento de los arrestados por la Policía son españoles y otros tantos rumanos, seguidos de lejos por brasileños, nigerianos, búlgaros, argentinos, paraguayos y rusos. Las redes de prostitución más activas en los últimos años son las rumanas, con frecuencia también las más violentas.
Estos proxenetas han ganado terreno después de los golpes policiales a las organizaciones colombianas. Lo mismo ocurre con las paraguayas, que han copado zonas completas -como la llamada "ruta del sexo", la antigua carretera de Valencia- y en algunos clubes el 95 por ciento son de esta nacionalidad.
Quienes combaten este tipo de tráfico de seres humanos insisten en que son grupos perfectamente organizados y jerarquizados. En la cabeza está el traficante de personas que dirige el grupo. Por debajo, los captadores, encargados de buscar candidatas. Las mujeres suelen creer que se van a dedicar a ser bailarinas, camareras o cuidadoras. Convencida la chica o su familia, entran en escena los tramitadores que consiguen los documentos necesarios para viajar, falsificados o auténticos.
Llega la hora del dinero que casi nunca tienen y para eso la red pone a su disposición a los prestamistas que adelantarán el pago del viaje y los papeles y encadenarán a las víctimas durante años con sus intereses imposibles.
Es la famosa deuda, que oscila entre los 3.000-4.000 euros que contraen rumanas y suramericanas hasta los cerca de 30.000 euros que a veces tienen que devolver las nigerianas pasando por los 12.000 que se exige a las chicas chinas.
UN 40 POR CIENTO
La mujeres son acompañadas por un pasador -fingen ser guías turísticos, sacerdotes, maridos...-, cuyo papel es introducir a la mujer en España. Una vez aquí, un taxista de confianza o un chulo acompañado con frecuencia de su novia, una ex prostituta para ganarse la confianza de las chicas que llegan- que dejará a la mujer a buen recaudo en el club que le toque, dirigido por el dueño.
Éste, percibirá un 40 por ciento de lo que gane la mujer en su plaza, una vez que la deuda esté pagada, y le cobrará aparte el alojamiento y la manutención: entre 30 y 90 euros al día por cada chica.
La mayoría vive un auténtico drama. Si amagan con escapar, los padres, los hijos, cualquiera de sus seres queridos pueden pagar las consecuencias. La policía ha detectado que las organizaciones mandan dinero a las familias todos los meses con el pasaporte de las chicas para que crean que están trabajando en otra cosa.
EL SOBRE DEL VUDÚ A ÁFRICA
Eso en los casos de las redes de rumanas, porque los proxenetas africanos, nigerianos básicamente, sus chicas ejercen en la calle y en pisos, más que en locales.
La pantomima consiste en un sobre que guarda una práctica de vudú con restos orgánicos y amuletos que las mantendrá amedrentadas durante años, casi de por vida. Si se rebelan, el sobre llega a su casa en África. Antes han pasado por el viaje en patera y todas las penurias imaginables; algunas han sido violadas durante el viaje y han abortado o han llegado con su recién nacido en brazos.
Esta inmigración, no obstante, ha variado y como siguen siendo mujeres rentables, las redes las traen en avión vía París con documentos americanos.
NUNCA DENUNCIAN
La Policía para ellas no existe. Igual que para las chinas. Casi 2.000 mujeres son "liberadas" cada año de las redes mafiosas. Muchas se quedan sin alternativa y al final vuelven a convertirse en esclavas del mercado del sexo. Otras se acogen a la protección de los testigos que colaboran y las que menos vuelven a casa.
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