Con este paso revolucionario, la medicina regenerativa se acerca más a su objetivo final: la posibilidad de crear tejidos humanos para reparar órganos dañados a partir del material genético del propio paciente, lo que evitará cualquier tipo de rechazo a la hora de hacer transplantes.
El avance permite obtener células madre sin necesidad de recurrir a las técnicas de clonación ni utilizar embriones u ovocitos, lo que también permitirá además sortear los obstáculos éticos y logísticos.
Crear un tejido a partir de las células madre fuera del útero, en laboratorio, es lo que había logrado la medicina regenerativa utilizando embriones sobrantes de los programas de fecundación asistida. Por este procedimiento se han obtenido centenares de líneas de células madre en todo el mundo, media docena de ellas en España. Pero los científicos no conocían exactamente qué mecanismos hacían posible la diferenciación celular y nunca serían capaces de controlar el proceso.
Ese es el gran salto que se ha dado ahora, y además en células humanas. Dos equipos científicos, uno japonés y otro norteamericano, han logrado revertir el proceso y convertir una célula adulta en célula embrionaria pluripotencial. Los equipos de Shinya Yamanaka, de la Universidad de Kioto, en Japón, y el de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos.
El equipo de Yamanak tomó células de la piel de una mujer de 36 años y de tejido conectivo de un hombre de 69, e introdujo en su interior cuatro genes que están implicados en el proceso de diferenciación celular. Para introducir estos genes en el interior de la célula utilizó como vector un retrovirus. La acción de estos genes puso en marcha un mecanismo de reprogramación que hizo regresar la célula a una fase equivalente a la embrionaria, por eso se les ha llamado células madre inducidas. La célula ya diferenciada de la piel se convirtió así en una célula capaz de convertirse en cualquiera de los otros 220 tipos de células que tiene el organismo.
Aplicando dos de esos mismos genes y otros dos distintos, el equipo de James Thomson ha logrado el mismo proceso. Janying Yu ha utilizado células de piel fetal y células del prepucio de un niño recién nacido. El resultado ha sido el mismo, con genes distintos, pero también indica que en el proceso intervienen muchos más factores que aún se desconocen. Lo que hacen estos cuatro genes, según Junyuing Yu, es activar el mecanismo.
El equipo de Thomson tenía identificados 14 genes presumiblemente implicados en el proceso de diferenciación, pero sólo cuatro fueron suficientes para iniciar el proceso. Yamanaka utiliza también cuatro, pero sólo dos son comunes a los usados por Yu.
Ambos equipos han conseguido pues que la célula haga el camino de ida y vuelta. Se ha encontrado una llave que abre el portal. Ahora hay que seguir subiendo la escalinata de la reprogramación para descifrar todos sus secretos.
Tras el fiasco de la falsa clonación humana del coreano Hwang Woo-suk en 2005, la comunidad científica adoptó medidas de control más estrictas y ahora se exige, para dar credibilidad a un resultado, que haya sido obtenido al menos por dos equipos.
De momento, el experimento no puede salir de la probeta porque para aplicarse a humanos deben despejarse algunas importantes incógnitas como averiguar qué genes exactamente intervienen en el proceso.
El gran reto es ahora, encontrar un mecanismo distinto de introducir los genes y encontrar la forma de inducir la reprogramación de la célula adulta en el propio organismo humano.
Mientras tanto, la clonación terapéutica puede haber quedado obsoleta. Ian Wilmut, el creador de la ovejita Dolly, ya anunció que a la vista de los resultados de Yamanaka iba a abandonar los experimentos de clonación mediante transferencia nuclear que desarrolla en su laboratorio de la Universidad de Edimburgo, en Reino Unido.
Poco a poco la clonación se irá dejando de lado para concentrar los esfuerzos en la reprogramación. Lo que sí deja obsoleta es la polémica sobre si es ético o no usar embriones humanos.
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