El mar se vuelve más ácido y caliente, con efectos impredecibles para las especies

Un mucho de dióxido de carbono, un poco de agua dulce, bastante más calor del habitual y todo ello mezclado con una más que previsible variación de las corrientes marinas y alteración de la fuerza y dirección de los vientos dominantes. Resultado: un cóctel explosivo de impredecibles consecuencias, pero del que no se augura nada bueno.

El dato objetivo es incontestable: los océanos reciben cada año dos mil millones de toneladas de carbono y acumulan más de 118.000 millones de toneladas desde la época preindustrial (alrededor de 1800), cantidad suficiente para alterar sus propiedades químicas.

Por otra parte, la temperatura del agua superficial es cada vez mayor y, en las costas del Cantábrico y Galicia, se incrementa a un ritmo de 0,4 grados por década. Todo ello a causa del cambio climático.

Estas tendencias apuntan a un cambio en los patrones de migración de las especies en busca de aguas más frías, algo que ya está ocurriendo con las sardinas y otras especies pelágicas, que empiezan a frecuentar la costa de Escocia. En el último año ha aparecido sardina y anchoa en el mar del Norte, y cada vez parece que lo hace con mayor relevancia. El salmonete también se ha visto más hacia el norte, a la vez que nos encontramos con especies tropicales, como cucos, que cada vez hacen un mayor acto de presencia en costa de A Coruña.

Ricardo Anadón, catedrático de Ecología en la Universidad de Oviedo y coautor también del estudio de impacto, introduce otro factor desequilibrante: los cambios en la producción de fitoplancton, base de la cadena trófica, por una modificación de los afloramientos de aguas profundas, un fenómeno esencial para que los nutrientes de las aguas frías suban a la superficie y entren en contacto con la luz solar, algo esencial para la productividad biológica.

El mar es el mayor sumidero de carbono, mucho más que la atmósfera y la biosfera, ya que absorbe el 33% de las emisiones. Hoy en día se calcula que el PH de la superficie del agua podría haber disminuido en 0,1 unidades, una cifra muy alta.

Si las emisiones de C02 continúan al mismo ritmo se cree que «podría disminuir hasta 0,5 unidades, lo que correspondería a triplicar la concentraciones de iones de hidrógeno, en el año 2100». Éste, apunta el informe, sería el PH más bajo que han experimentado los océanos en los últimos centenares de millones de años, lo que podría comprometer, quizás de forma devastadora, «el desarrollo de organismos marinos, sobre todo de aquellos que tienen un esqueleto de carbonato».

Los eventos climáticos extremos, como inundaciones o fuertes lluvias, pueden llevar aportes de agua dulce intensos y continuados en zonas confinadas, como las Rías Baixas, lo que supondrá descensos de salinidad y muertes masivas de organismos del bentos (vegetales y animales que viven en los fondos marinos o enterrados en él), incluidos los moluscos.