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“Poder dignificar el tiempo de vida que ha tenido el bebé que muere en el útero de la madre es algo que trae mucho consuelo”

La realidad del duelo perinatal nos confronta como individuos, iglesia y sociedad. ¿Cómo gestionarlo? “Hay que escuchar”, dice Ana Amelia Sánchez, psicóloga especializada en esta cuestión y con experiencia desde hace años.

AUTOR 814/Jonatan_Soriano SANTANDER 22 DE DICIEMBRE DE 2022 12:00 h
Está generalizado entre los profesionales el dato que dice que prácticamente 1 de cada 4 embarazos se perderá. / [link]Insung Yoon[/link], Unsplash.

En 2021, la tasa de mortalidad perinatal se situaba en 4,03 niños por cada 1.000 nacidos en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, por cada millar de embarazos que llegaban al momento del parto, en cuatro casos el bebé moría antes en el útero de la madre a partir de la semana 22 de gestación, que es cuando la Organización Mundial de la Salud habla de muerte perinatal.



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Las cifras en cambio, englobarían mucho más si se considera a los bebés perdidos en los primeros días y semanas (muertes fetales). Lo que se conoce como un aborto espontáneo. “Hay muchas mujeres que quieren que se haga una distinción entre aborto e interrupción voluntaria del embrazo”, recuerda Ana Amelia Sánchez, psicóloga sanitaria especializada en duelo perinatal y con experiencia desde hace años.



Ante esta situación tan generalizada y que todavía genera tantas dudas acerca de su abordaje, Sánchez anima a la escucha. “Hay que escuchar, como profesionales, como hermanos en la fe y como familiares. A veces escuchamos para responder, y no para comprender”, dice. Pensando en el ámbito de la iglesia, añade, “hacen falta parejas y personas que hablen de sus vulnerabilidades y que puedan ser de sostén para otras”. 



Aunque también remarca la complejidad de la cuestión en sí, y pide prudencia. “Me gusta que la gente hable de estas situaciones, pero tampoco creo que puedan hacerlo con todo el mundo, porque también hay que cuidarse y protegerse”, añade.



 



Pregunta: A veces da la sensación de que ahora se producen más casos de muerte gestacional que antes. Pensando en los datos que se tienen, y como profesional especializada en la cuestión, ¿es real tal evolución?



Respuesta: Se dan muchas circunstancias, en realidad. No parece que haya más muerte perinatal, lo que ocurre es que ahora nos enteramos antes de los embarazos. Antes había un mayor número de embarazos y, por lo tanto, también se producían muchas muertes perinatales, pero a menudo las mujeres ni siquiera sabían que estaban embarazadas. Podían saberlo a partir del tercer o del cuarto mes, pero aquellos que se perdían en el primero o el segundo, pasaban totalmente desapercibidos. 



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Una estadística que se ha mantenido bastante estable a lo largo de los años calcula que uno de cada cuatro embarazos no llega a término. Si también se cuentan los abortos bioquímicos, que son aquellos en los que hay una fecundación pero la implantación del saco de células no es normal y el embarazo termina en las primeras semanas, entonces podríamos hablar de que una de cada tres gestaciones no se finalizan. Nos es que haya más, sino que ahora se habla más y nos enteramos antes de los embarazos. 



Otra característica es que se ha retrasado mucho la edad de inicio de la maternidad, sobre todo en los países occidentales. Esto provoca que haya más riesgo de muerte perinatal. A partir de los 36 años, aumenta el riesgo de muchos factores, y entre ellos el de la muerte gestacional.



También se debe tener en cuenta la circunstancia de que ahora se hable de toda esta cuestión. Hasta hace poco esto era un tabú. Es más, a día de hoy, hasta las 12 semanas del embarazo, muchos profesionales y familias y madres piden que no se contabilice igual como una pérdida. Esto, de fondo, refleja el tabú de la muerte, precisamente porque a partir de las 12 semanas la mujer ya tiene que hablar de pérdida o aborto. Como esto es algo que va cambiando, al igual que ocurre con la salud mental, y se puede empezar a hablar de forma mucho más abierta, por eso también oímos hablar más de ello, aunque observando los datos no parece que haya más.



[photo_footer]No es que ahora haya más casos de muerte perinatal, sino que se habla más del tema. / Vanessa, Unsplash.[/photo_footer]



P: ¿Por qué antes no se hablaba de ello?



R: Ha sido un tema tabú porque la muerte, en general, es un tema tabú. La mayoría de personas prefiere vivir pensando que no va a morir nunca. Así que la muerte, en sí misma, ya es algo bastante tabú. Pero, además, este es un tema de mujeres. Hasta hace poco no estaba permitido hablar de ello porque se observaba como parte de la vida sexual y la etapa reproductiva de las mujeres. 



También tiene que ver con un proceso silenciado a causa del escaso valor que se le da a la vida humana en esas etapas iniciales, de manera que no se considera al hombre o a la mujer padres ni madres de esos bebés perdidos. Debo matizar que esto no es algo que esté generalizado, pero ocurre. Así que podemos hablar de duelos invalidados. Hay quienes descartan hablar de ello porque se lo han contado a varias personas y éstas han respondido con frases típicas: “Bueno, por algo será. Dios tenía un plan”; “mejor ahora que más adelante”, “mujer, eres joven y ya tendrás más”. Todo esto acaba provocando rechazo a hablar sobre ello porque invalida el duelo. Y estos comentarios no solo se dan a nivel doméstico o en las iglesias, sino que también por parte de profesionales. 



 



P: En tu experiencia profesional, ¿cómo se aborda una situación así?



R: Normalmente vienen las madres, aunque cada vez más también los padres. Cosa que aplaudo, agradezco e invito a ello. De hecho, la vivencia del padre y de la madre son distintas. El abordaje es muy parecido al de cualquier duelo. La cuestión es que en la mujer, desde el momento en que comienza a desear la maternidad y a pensar en quedarse embarazada, comienzan a darse algunos cambios a nivel neurológico. Y en el momento en que se queda embarazada, desde la semana siguiente ya se pueden observar esos cambios. Por tanto, hay que atender el proceso con mucha escucha. Primero para ver cómo lo está viviendo la persona, porque no todas las mujeres consideran que han perdido un bebé. A veces el duelo es más bien en cuanto a la idea de la maternidad. Cada caso es particular: a veces no es el primer aborto, y otras se viene de varios años de búsqueda. No suele ser un duelo único, sino que se trata de una pena por muchos factores que pueden darse.



[destacate]“Es muy importante, desde la escucha, darle mucho valor a la vida del bebé. El hecho de entender que, aunque no haya nacido con vida, sí que ha tenido vida”.[/destacate]Es muy importante, desde esa escucha, darle mucho valor a la vida de ese bebé. Esto suele generar mucho consuelo. El hecho de entender que, aunque no haya nacido con vida, sí que ha tenido vida. Poder dignificar el tiempo de vida que ese bebé ha tenido en el útero de la madre es algo que trae mucho consuelo. 



También es necesario dar lugar, espacio y tiempo al duelo. Es decir, permitir el hecho de hablar de ello. Incluso ponerle nombre, hacer una despedida y darle un lugar en la familia. Porque, quizá, luego vienen otros embarazos y si no se ha cerrado bien lo primero, se pueden despertar ciertas emociones.



 



P: Pensar en un proceso de duelo parece algo tan particular como puede serlo cada caso. Imagino que tendrás que haber identificado situaciones muy distintas.



R: Muchas mujeres acuden a la consulta con sentimientos de culpabilidad porque piensan que tenían que haber hecho algo para prevenir lo que ha ocurrido. La culpa es algo que, aunque está presente en muchas situaciones, no está en todos los duelos. Sin embargo, en los procesos de duelo perinatal sí está muy presente. 



Es cierto que es totalmente diferente en unas situaciones y en otras. Pero, por ejemplo, ocurre que en casos de embarazo no deseado, la mujer se hace a la idea de tener el bebé y luego lo pierde, y en contra de lo que suele suceder, no es habitual que experimente alivio, sino que hay una profunda tristeza y aparece un sentimiento de culpa que vincula la muerte a la falta de deseo. Esto hay que reconducirlo porque la muerte perinatal es muy frecuente. En muchas ocasiones, la culpa viene por el desconocimiento. Y es muy frecuente que una mujer sufra un aborto y se lo cuente a una amiga y descubra que ella también había sufrido uno. 



Una situación en la que se suele vivir la muerte perinatal con mucho pesar es cuando hay una búsqueda tardía y la mujer se queda embarazada con más edad. Entonces, el tiempo acusa especialmente y se tiene una sensación de urgencia cada mes. 



También influye mucho el papel del padre, si le da valor a esa pérdida o el nivel de implicación que tenía en el embarazo. Hay mujeres que pueden llegar a sentirse muy incomprendidas en este sentido.



 



P: ¿Cómo afecta a los hombres la muerte perinatal? ¿Sufren duelo?



R: Desde luego. Ahora bien, también es tan diverso como en las mujeres. Hay una cuestión biológica que es importante. Aunque parece una obviedad, el embarazo tiene lugar en el cuerpo de la mujer. Desde muy temprano, ellas comienzan a sufrir cambios en su fisiología. Es más, sabemos que existen los microquimerismos, que es un fenómeno por el que células del bebé se quedan adheridas a diferentes órganos de la madre desde semanas muy tempranas del embarazo. Es decir, existe todo un proceso hormonal, fisiológico, neurobiológico y neuropsicológico que sucede en la mujer y que el hombre no experimenta. 



Se dan dos circunstancias distintas. Él no lo va a experimentar igual porque no ha cambiado nada, aparentemente, en su cuerpo ni en su rutina. Pero esto tampoco excluye que a él no se le permita sufrir.



Es cierto que se está produciendo un cambio en cuanto a esto, pero de base siempre se ha dicho que los hombres no lloran. Si habitualmente no tienen espacio para hablar de sus emociones, en este contexto, en el que la protagonista es la mujer, ya es totalmente inviable. Para mí esto es importante, porque creo que no hay protagonistas en esta cuestión. Es verdad que la experiencia no es igual, y a la mujer hay que darle el espacio y el tiempo que necesita para sanar por dentro y por fuera, en cuerpo y mente, y quizá en ese periodo el hombre sí debería echarse un poco al lado para permitir que ese proceso suceda. Pero luego, es muy importante que él tenga su lugar, que pueda hablar y ser acogido y sostenido, tanto en el matrimonio como fuera de su ámbito.



No es que ella tenga más sufrimiento, porque esto no se puede medir. Tiene que ver con lo implicados que estén uno y otro en el embarazo. Pero el proceso de la mujer tiene mucho que ver con su ciclo reproductivo. La mujer sangra, tiene dolor físico, e incluso puede haber comenzado a producir leche. Ella experimenta mucho a nivel físico. Y quizá él necesita sostén durante un tiempo no por parte de su mujer, que necesita ser sostenida, sino en otro lugar. Y aquí la iglesia es el lugar ideal donde poder hacerlo.



El problema es esa concepción de que los hombre no lloran. A menudo ni siquiera se les pregunta cómo están. Solo reciben preguntas relacionadas con su mujer y más comentarios típicos. Pero no se les pregunta ni tan solo qué tal lo llevan. Y si no se les pregunta, no tienen donde hablar.



 



P: Dices que vivimos un momento en el que se le da poco valor a la vida en sus momentos más tempranos. ¿Qué impacto tiene el debate actual sobre la interrupción voluntaria del embarazo en el abordaje del duelo perinatal?



R: No hay consenso profesional al respecto. En mi opinión, las palabras pueden hacer mucho daño. A muchas mujeres, cuando se equipara el aborto con la interrupción voluntaria del embarazo, y en español utilizamos el mismo concepto para ambas, les duele mucho. Porque no es lo mismo. El aborto es algo espontáneo, mientras que la interrupción voluntaria del embarazo es provocada. Reducir la importancia de la interrupción voluntaria del embarazo y creer que todas las mujeres que abortan, en este sentido, lo hacen pensando que el feto es un saco de células, es mentira. La complejidad de la interrupción voluntaria del embarazo es enorme y tiene mucho que ver con la dignidad de la vida del bebé, pero también con el sistema de vida que tenemos establecido, donde creemos que todos debemos ser funcionales y perfectos. Siendo más realistas, nos damos cuenta de que lo que se nos exige y lo que exigimos es productividad. En este esquema, toda persona con cualquier tipo de discapacidad, no compensa. De hecho, Reino Unido acaba de ratificar el aborto hasta el momento del parto en bebés con síndrome de down.



[destacate]“Trabajo con mujeres cada día y no he visto que ninguna de ella nunca interrumpiera su embarazo alegremente. E incluso podríamos cuestionar si hasta libremente”.[/destacate]Es muy importante el debate de la interrupción voluntaria del embarazo, pero en toda su complejidad. Porque hay mujeres, y las he tenido en consulta, que han decidido interrumpir un embarazo primero y luego no han podido quedarse embarazadas o han tenido un aborto [espontáneo], y en ese proceso se despiertan en ellas toda una serie de reflexiones acerca de qué es lo que motiva su dolor. A unas es el bebé, a otras la idea de la maternidad truncada. En términos psicológicos, esta vivencia puede sensibilizar a la persona y hacerla entender que aquella primera interrupción también lo fue de un bebé, o puede favorecer el hecho de que viva la pérdida posterior no como una muerte, sino como algo que no ha prosperado. Esta es mi opinión profesional, en base a mi experiencia.



Una de las cosas que ocurren con la interrupción voluntaria del embarazo es que se defiende que es libre, seguro y gratuito, tal como lo anuncia la ministra Irene Montero. Trabajo con mujeres cada día y no he visto que ninguna de ella nunca interrumpiera su embarazo alegremente. E incluso podríamos cuestionar si hasta libremente. También hay procesos de duelo perinatal en casos de interrupción voluntaria del embarazo. Prácticamente en todas las mujeres. Otra cosa es que sea patológico o que genere sufrimiento, pero la parte de la pérdida está ahí. Aunque no genere malestar ni implique que llegue a una consulta de salud mental.



 



P: ¿Hay alguna forma de dirigir el rumbo que adquiere el proceso de duelo perinatal?



R: No podemos condicionar a nadie. Pero en la elaboración del duelo hay que darle un lugar a la pérdida. En cuanto a la maternidad, y es importante éticamente, es necesario hacer un cierre. Si se van a seguir buscando embarazos posteriormente, hay que darle un lugar a este embarazo en cuestión. Es bastante habitual el hecho que, antes o después, la propia mujer acaba relacionado la pérdida con un bebé. 



[photo_footer]El proceso de duelo perinatal tiene elemento similares al de cualquier otro proceso de duelo. Pero es necesario abordarlo en sus detalles. / Picsea, Unsplash.[/photo_footer]



P: ¿Qué consensos existen a nivel profesional a la hora de abordar el duelo perinatal?



R: Cualquier profesional de la salud mental debe trabajar en base a las cuestiones que la persona le trae, y nunca se puede condicionar con creencias o elementos de la conciencia personal. Se trabaja con el sufrimiento de la persona. Pero cuando dignificas una vida, dignificas a la madre y sus emociones, ella sola hace el recorrido de dignificación de su propio proceso. Y, luego, es muy difícil separar eso de la idea de un bebé. 



[destacate]“Antes o después, la propia mujer acaba relacionado la pérdida con un bebé”.[/destacate]A menudo, también ocurre que la persona abandona la terapia a medida que va experimentando mejoría. Así que, a lo mejor, tampoco acabo de ver el cierre de todo el ciclo. 



Sí cabe decir que, a nivel de herramientas, cada vez hay más espiritualidad en la psicología. No religiosa, pero sí en general. Y todo el abordaje del duelo está rodeado de mucha espiritualidad. No es lo mismo pensar que el bebé tiene alma, cuerpo y espíritu, que pensar que es un saco de células casi humanas, como dicen algunos. Entender que ese embrión, ese feto, ese bebé tiene valor en sí mismo porque es un milagro en sí mismo, y que no importa el tiempo que haya vivido, sino que Dios ha puesto sus ojos en ese bebé, y que ha escogido a ese hombre y esa mujer para que sean los padres de ese bebé, lo cambia todo. El hecho de poder confiar en que vamos a reencontrarnos con nuestro bebé perdido, y que existe un Dios Padre y madre, pues en él habita la paternidad y la maternidad, que comprende mi sufrimiento, lo acoge y lo sostiene. Aquí no llegaremos a comprender lo que ha ocurrido, pero podemos confiar en que Dios tiene un plan mucho mayor y descansar en eso. A nivel de herramientas profesionales, no tiene comparación poder enfocar el proceso con esta perspectiva.



 



P: En cuanto a la iglesia, según tu experiencia, ¿cómo se reciben estos casos, en general?



R: Simplemente, no se gestiona. Sé que ocurre lo mismo con otros temas, y no quiero hacer de esta cuestión la bandera de lo que no funciona en las iglesias evangélicas. Creo que a nivel social, este es un tema muy invisibilizado, y nuestras iglesias son un reflejo de lo que sucede fuera.



Además, la idea de que Dios da y Dios quita está muy generalizada, y parece que haya que integrar rápido el duelo. Los duelos no se superan, sino que se integran y se convierten en parte de nuestra vida. Y algo que ayuda a integrar un duelo de forma adecuada es el poder compartirlo y hablarlo, validando así esa pérdida. Entonces, cuando no se nombra, ni se menciona, ni se pregunta, en este caso la comunidad de fe no está funcionando. En el púlpito solo se habla del aborto en referencia a la interrupción voluntaria del embarazo. Y así con otras cosas, como la infertilidad y las historias de Isaac y Samuel. Hay muchas otras realidades a nivel familiar que no se abordan.



 



P: Entonces, ¿qué podrían hacer las iglesias?



R: Hay que generar espacios, seguramente no con toda la comunidad, sino pequeños grupos de confianza en los que poder rendir cuentas y donde poder compartir lo que le pasa a cada uno. Debemos generar un clima de confianza suficiente para poder hablar de nuestros deseos de paternidad y de maternidad. 



[destacate]“En el púlpito solo se habla del aborto en referencia a la interrupción voluntaria del embarazo. Cuando no se nombra, ni se menciona, ni se pregunta por el duelo perinatal, la comunidad de fe no está funcionando”.[/destacate]Viendo determinadas respuestas en la iglesia, cuando luego se pasa de nuevo por un proceso de duelo perinatal o de infertilidad, la angustia, el miedo, la afectación de la propia fe en el matrimonio durante ese proceso es enorme, y se vive en solitario. Porque no queremos sentirnos invalidados en nuestras emociones. Por eso debemos generar esos espacios de confianza donde poder ser vulnerables a nivel emocional.



También debemos ser muy cuidadosos con lo que decimos porque, aunque somos hermanos y miembros de la misma familia espiritual, nuestras palabras no se las lleva el viento. Ciertos comentarios no se dan solo en el contexto de la iglesia, pero sí se ven intensificados en ella. El lenguaje es muy importante. Cuando empezamos a nombrar las cosas, en el imaginario colectivo comenzamos a validarlas, a darles el valor que tienen. Cuando se predica sobre el sufrimiento en el matrimonio, se puede hablar también de la búsqueda del embarazo o los embarazos que no prosperan, además de los tópicos de las finanzas, la pornografía o los hijos que no asisten a la iglesia. Al nombrarlos, validamos el dolor y quizá las personas se atreven más a compartirlo en esos espacios y con esas personas de confianza. 



 



P: ¿Hay alguna idea bíblica que te renueve a ti especialmente, ante la realidad de los casos de duelo perinatal que tratas a menudo?



R: Para mí, como psicóloga, es muy importante el texto de Santiago 1:5: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (RVR, 1960). Me anima a volver una y otra vez a la fuente de sabiduría y la verdad, que es Dios. 



[destacate]“La idea de nuestra existencia ya es espiritual en sí. Entender que un bebé que haya muerto en las primeras semanas tiene trascendencia en la mente de Dios, trae mucho consuelo”.[/destacate]Jesús es para mí muy buen ejemplo de este acogimiento y sostén emocional. Cuando acompaña a Marta y María cuando muere Lázaro, o cuando está escribiendo en la tierra y le traen a la mujer adúltera. Puedo pedirle sabiduría a Dios una y otra vez y él me la dará sin reproche. 



También me ayuda mucho el hecho de pensar que como iglesia somos llamados a ser sal y luz. Y en medio del dolor, del sufrimiento, de la ruptura del mundo en el que vivimos, de verdad tenemos un mensaje de esperanza que dar, independientemente de lo que haya sucedido. Trabajo como psicóloga perinatal desde hace ya unos años, cuando me especialicé. Pero también he trabajado en contexto de prisión desde 2008, sobre todo en casos de violencia de género y con delitos muy violentos. Y veo la dignidad del ser humano en cada mirada. Pero no porque esa persona lo merezca, sino porque veo que es obra de Dios. Para mí es muy importante poder trasladar un mensaje de esperanza en cualquier circunstancia, incluso en aquellas que se las ha buscado cada uno, o en esas consecuencias fruto de malas decisiones que ahora se pagan. 



Algo que repito mucho a las personas que me visitan es que su dolor tiene importancia. Y la tiene de verdad. Entender de donde nace ese sufrimiento tiene que ver con la esencia del ser humano. Ese dolor tiene consuelo.



Algo muy especial para mí es la afirmación del Salmo 139:16: “Mi embrión vieron tus ojos”. Sobre todo, para las parejas cristianas. La idea de nuestra existencia ya es espiritual en sí. Entender que un bebé que haya muerto en las primeras semanas tiene trascendencia en la mente de Dios, y por tanto tiene importancia en la historia del mundo, eso trae mucho consuelo.



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1
COMENTARIOS

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Angel
22/12/2022
17:32 h
1
 
Conmovedor este artículo. Enhorabuena!!
 



 
 
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