Voces críticas dicen que la última iniciativa del Foro Económico Mundial amenaza la democracia. El economista Amar Breckenridge: “Desafortunadamente, el evangelicalismo ha demostrado ser un terreno fértil para este tipo de pensamiento conspiratorio”.
‘El Gran reseteo’ es la nueva iniciativa del Foro Económico Mundial (también conocido como ‘Davos’, por el nombre de la población suiza que lo ha acogido hasta ahora). El proyecto se presenta entre este lunes 25 y el 29 de enero de 2021, a través de conferencias online.
Pero algunas de las ideas de esta plataforma global que durante los últimos 50 años ha reunido en Suiza a líderes políticos, directores ejecutivos de grandes empresas y reconocidos filántropos, se han hecho públicas en los últimos meses. Las primeras reacciones a la iniciativa en diferentes partes del mundo han sido de fuerte críticas y sospecha.
¿Es esta agenda global un intento de restringir la soberanía nacional de los países? ¿Las acciones para responder a la crisis ambiental y la pandemia de la Covid-19 conducirán a un mayor control sobre los movimientos de la población? ¿Es el Foro Económico Mundial parte de un plan a mayor escala para imponer programas ideológicos en todo el mundo en áreas clave como la educación y la economía? Estas y otras preguntas están recibiendo como respuesta un rotundo “sí” en algunos foros online, redes sociales y pódcasts.
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Pero, ¿cómo explica el Foro Económico Mundial su plan? German Klaus Schwab es el fundador y director ejecutivo del Foro y el principal promotor de ‘El Gran reseteo’.
“Hay muchas razones para buscar un ‘Gran reseteo’, pero la más urgente es la Covid-19”, escribía en la primavera de 2020 al presentar la iniciativa. “El mundo debe actuar conjunta y rápidamente para renovar todos los aspectos de nuestras sociedades y economías, desde la educación hasta los contratos sociales y las condiciones laborales. Todos los países, desde Estados Unidos hasta China, deben participar, y todas las industrias, desde el petróleo y el gas hasta la tecnología, deben transformarse. En definitiva, necesitamos un ‘Gran reseteo’ del capitalismo”, aseguraba.
Al resumir algunas de las crisis que se perciben a nivel mundial, Schwab llega a la conclusión de que existe la oportunidad de “soñar” con un gran cambio: “Claramente, existe la voluntad de construir una sociedad mejor. Debemos usarlo para asegurar el ‘Gran reseteo’ que tanto necesitamos. Eso requerirá gobiernos más fuertes y eficaces, aunque esto no implica una presión ideológica para que sean más grandes. Y exigirá la participación del sector privado en cada paso del camino”, remarcaba.
Según Schwab, algunos conceptos que deberían ser centrales en la acción global de gobiernos, empresas, universidades y activistas de los derechos humanos en los próximos años, deberían incluir: esfuerzos para garantizar la plena igualdad en todos los ámbitos de la sociedad, asegurar que la Cuarta Revolución Industrial apoye el bien público”, reformar el capitalismo para crear una “economía de partes interesadas”, y construir “ciudades verdes”.
La pandemia, dice el líder del Foro Económico Mundial, se ha convertido en “una inusual y estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo para crear un futuro más saludable, más equitativo y más próspero”. En resumen, el plan apunta a “construir un nuevo contrato social que honre la dignidad de cada ser humano” y que se ajuste a los Objetivos de Desarrollo Global 2030 de las Naciones Unidas.
Entre los que han reaccionado enérgicamente a la iniciativa del Foro Económico Mundial se encuentra un parlamentario y exministro canadiense, Pierre Poilievre. En noviembre, señalaba que “los canadienses deben defenderse de las élites globales que se alimentan de los miedos y la desesperación de la gente para imponer su toma del poder”. Poilievre lanzó una petición online para “detener el Gran reseteo” que fue apoyada por más de 80.000 personas en solo tres días.
El economista peruano Miklos Lukacs también ha hablado a menudo sobre ‘El gran reseteo’. En un vídeo con más de un millón de visualizaciones, Lukacs habla del papel clave que según él tienen actores políticos como la Unión Europea y China. Los ideólogos de este plan para restringir los derechos de la población serían “filántropos progresistas” como George Soros, que están “comprando el apoyo político” de los líderes mundiales para “sentar las bases de una distopía tecnológica”. Según Lukacs, una creciente “verticalización de la política” está conduciendo a una especie de “tiranía tecnocolectivista” global.
El economista estadounidense y declarado antimarxista Justin Haskins también ha afirmado que determinados políticos clave están involucrados en la agenda oculta de Davos. “Se está gestando una peligrosa amenaza para la libertad, (...) el ‘Gran reseteo’, y está ganando popularidad rápidamente entre muchos de los impulsores y agitadores más poderosos del mundo, incluidos líderes empresariales y políticos de Estados Unidos como Al Gore y John Kerry”, ha dicho Haskins. El Foro Económico Mundial querría “destruir completamente la economía capitalista global y reformar el mundo occidental”.
Las estadísticas de Google muestran que las búsquedas del término ‘Gran reseteo’ alcanzaron un pico máximo en noviembre de 2020. Una voz muy crítica también es Carlo Maria Viganò, un obispo católico romano italiano ya retirado, quien en cartas abiertas al Papa Francisco ha afirmado que ‘El Gran reseteo’ estaba siendo promovido por Bill Gates y otros miembros de “una élite global que quiere someter a toda la humanidad, imponiendo medidas coercitivas con las que limitar drásticamente las libertades individuales”.
El escritor inglés James Delingpole, del portal Breitbart London, ha ido más allá llegando a afirmar que “cualquiera que no se dé cuenta de que ‘El Gran reseteo’ es la mayor amenaza para nuestra forma de vida en este momento no ha prestado atención (...) esta es una toma de posesión de los tecnócratas”. “Es una transformación en la línea del fascismo y el comunismo, esto es aterrador”, ha dicho. Cientos de publicaciones de blogs, vídeos y mensajes compartidos en las redes sociales se han hecho eco de estas opiniones.
[photo_footer]El economista evangélico Amar Breckenridge.[/photo_footer]
Evangelical Focus ha preguntado a varias personas en Europa con conocimientos en el área de economía sobre sus puntos de vista en cuanto a este tema. Ninguno de ellos ha dicho tener razones sólidas para creer que el Foro Económico Mundial es parte de una conspiración de las élites. Entre ellos se encuentra Amar Breckenridge, economista suizo y de Sri Lanka con 25 años de experiencia en economía internacional y ambiental en Europa, Asia, África y Australia.
“El Foro Económico Mundial no es una organización internacional en el mismo sentido que instituciones intergubernamentales como la ONU o la Organización Mundial del Comercio”, dice Breckenridge, “y la importancia de la organización ha sido exagerada por sí misma y, paradójicamente, por sus críticos”.
En los últimos 20 años, señala el economista, el Foro reunido en Davos “se ha involucrado en un amplio y, a menudo, desconcertante abanico de temas, que van desde el comercio y la resolución de conflictos hasta la gobernanza y el racismo”. “Mi propia impresión, basada en mis áreas de especialización, es que el Foro Económico Mundial no tiene la potencia intelectual de una institución de investigación respetable ni la estructura de toma de decisiones para tener un gran impacto en estos temas”.
Breckenridge cree que muchas de las fuertes reacciones tienen que ver con el nombre elegido para la iniciativa. “La expresión ‘Gran reseteo’ es simplemente un vocabulario engañoso con el que el Foro Económico Mundial busca unificar ideas que ya tienen una historia más larga”, dice. El nombre ha conseguido dar “un aire de misterio, si no de misticismo, que podría contribuir a la sospecha que ha suscitado en algunos rincones”. Pero “vale la pena señalar que expresiones del tipo ‘gran cosa u otra’ (‘aceleración’, ‘recesión’, ‘desacoplamiento’, ‘transformación’) se han oído continuamente en los últimos 20 años”, añade.
Las conversaciones entre los gobiernos a finales de los 90 y la crisis financiera global de 2007-10 ya plantearon todos los temas que ahora presenta el Foro Económico Mundial. “La necesidad de impuestos y regulaciones sobre cosas como las emisiones de contaminantes y gases de efecto invernadero; e inversión pública en salud y educación” son políticas discutidas durante mucho tiempo en la “economía convencional”. “Afirmar que estas ideas son un ejemplo de bolchevismo incipiente es de una ignorancia extrema”, remarca Breckenridge.
El economista sostiene que es obvio que para algunos desafíos globales como el deterioro ambiental y el cambio climático no hay otra opción que la cooperación entre países. “Hay una larga historia de tales acuerdos. La experiencia de la Segunda Guerra Mundial y la rivalidad de poderes económicos en el periodo de entreguerras que agravó la Gran Depresión y contribuyó a la Segunda Guerra Mundial, inspiraron a las naciones a unirse para establecer instituciones para asegurar los bienes públicos globales. La ONU es uno de ellas. El Fondo Monetario Internacional es otra. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, y luego la Organización Mundial del Comercio) es un tercera”, subraya.
El problema, dice Breckenridge, que estudió Filosofía y Economía en la Universidad de Oxford, es que “los argumentos que ahora oímos sobre la soberanía de los países tienen la ventaja de que apelan a uno de los instintos más básicos de la humanidad: el nacionalismo”.
Estos miedos globalistas encuentran, además, una conexión con la teología. “Desafortunadamente, el evangelicalismo ha demostrado ser un terreno fértil para ese pensamiento conspiranoico”, dice el economista, que es miembro de una iglesia evangélica en Francia. “El discurso conspiranoico actual en los círculos nacionalistas de derecha y fundamentalistas cristianos dice que el Foro Económico Mundial es un caballo de Troya para una insidiosa agenda marxista”.
Tampoco ayuda “una particular visión apocalíptica del mundo” de cierto “evangelicalismo americano”, dice Breckenridge. “Si yo me veo a mi mismo en una misión divina, no ajustaré mis puntos de vista cuando se me enfrente con la realidad de los hechos. Los descartaré como parte de un complot en mi contra y haré de mi fe un largo ejercicio de sesgo de confirmación”, apunta.
Pero, ¿no es legítima la preocupación por el creciente poder global, por ejemplo, de los grandes gigantes tecnológicos y su capacidad de limitar los comportamientos de las personas?
Sí, pero el problema es reducir las problemáticas a la acción de una organización. “Independientemente de cómo se vea a sí mismo, el Foro Económico Mundial carece del mandato y los mecanismos legales para liderar un plan tan ambicioso como el que se le atribuye. Puede facilitar el proceso reuniendo a las partes interesadas. Pero, en última instancia, las decisiones las tomarán Estados soberanos en los foros que importan: en sus parlamentos, a través de sus tribunales; y en organizaciones internacionales”, asegura Breckenridge.
El economista concluye su reflexión en profundidad (puede leer sus respuestas completas y en inglés aquí) señalando que las iglesias deben recordarle a la gente que “el pensamiento conspiranoico es un mal testimonio”. “La afirmación central del evangelicalismo es que un evento, la muerte y resurrección del hijo de Dios, es cierto, aunque sea totalmente improbable a primera vista. Si los cristianos desarrollan la reputación de decir o creer cualquier teoría, se le podrá perdonar al mundo que piense que los cristianos son testigos poco confiables en temas de actualidad, y por tanto mucho menos de un evento que ocurrió hace 2000 años”, reitera.
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Los cristianos “necesitan articular una teología bíblica de la creación y la redención y comprometerse con los esfuerzos globales en base a esa cosmovisión”, dice el economista de fe evangélica. “Necesitamos recordarle al mundo que el evangelio es físico y espiritual. Y debemos tomarnos en serio el mandato de la Biblia de decir la verdad al poder y asegurarnos de que en todos estos esfuerzos se escuche la voz de los marginados, los oprimidos y los pobres”.
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[title]Cristianos en Davos[/title][photo]
[/photo][text]La Iglesia Evangélica Libre (FEG) en Davos es una de las comunidades cristianas que ha sido testigo de primera mano del despliegue anual del Foro Económico Mundial. La iglesia, que pastorea Marc Schmed, incluso ha alquilado sus instalaciones para eventos del Foro.
En respuestas a Evangelical Focus, Schmed escribe: “Creo que la Covid-19 ha demostrado que nuestro mundo se puede desequilibrar rápidamente, y si te enfocas solo en el lado humano, sí, es la necesidad de un ‘Gran reseteo’. Pero probablemente no sea un objetivo realista. Estoy seguro de que las crisis son una gran oportunidad para que la gente esté abierta a las cosas principales de la vida, las preguntas sobre la eternidad, la trascendencia y Dios”.
El impacto de las reuniones anuales del Foro Económico Mundial en la ciudad de 11.000 habitantes es muy grande. “Tanto positivo como negativo”, dice el pastor. Pero la posibilidad de entrar en contacto con los miles de personas que vienen de todo el mundo es “pequeña”, reconoce. Sin embargo, “en los últimos 3 años hay más coordinación entre los proyectos e iniciativas cristianas”, explica.
Uno de estos esfuerzos conjuntos es el grupo ‘Pray4wef’, que se activa para “establecer una cadena ininterrumpida de oración e intercesión durante toda la duración del Foro Económico Mundial”. Dicen: “En 1 Timoteo 2:2 el apóstol Pablo nos llama a ‘orar por los reyes y todos los que están en autoridad’. ¡Así que seguramente no deberíamos perder la oportunidad de hacerlo ahora que líderes y políticos de todo el mundo se reúnen en la puerta de delante!”, dice.[/text]
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