La disolución de la autoproclamada república de Nagorno-Karabaj, que se producirá el próximo 1 de enero de 2024 después de la toma del control total del territorio por parte de Azerbaiyán, ha provocado un desplazamiento masivo de armenios que vivían en la región, la mayoría de ellos de tradición cristiana, a Armenia para buscar refugio. Hasta ahora, unas 100.000, entre los que se cuentan 29.000 niños, han huido de la zona, dejando atrás sus casas y posesiones. 

Según la misión de la ONU que ha visitado Nagorno-Karabaj, “entre 50 y 1.000 armenios permanecen en la región”. El equipo de Naciones Unidas asegura no haber encontrado daños materiales ni rastro de violencia contra la población civil. Por otro lado, desde el gobierno armenio, a quien algunos acusan de haber entregado el territorio a Azerbaiyán, aseguran que “el flujo de personas se ha detenido en su mayor parte y solo los funcionarios y un número limitado de la población permanecen en el territorio”.

La absorción definitiva de Nagorno-Karabaj por Azerbaiyán se produce apenas un año después de la última escalada de violencia en el conflicto, que llevó al ejército azerí a tomar el control definitivo de la región. El primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, ha asegurado que “si las fuerzas de paz [rusas] han propuesto un acuerdo de paz, significa que aceptan completamente y sin reservas la responsabilidad de garantizar la seguridad de los armenios de Nagorno-Karabaj y proporcionarles las condiciones y los derechos para vivir en sus tierras y en sus hogares de forma segura”. Desde Bakú, el presidente Ilham Aliyev se ha mostrado sorprendido de la reacción del ejecutivo armenio y ha señalado que “han demostrado una competencia política inesperada”.

Un conflicto de larga duración y con intereses internacionales

El territorio de Nagorno-Karabaj había quedado bajo control armenio, como la autoproclamada República de Artsaj, de población mayoritariamente armenia, después de los enfrentamientos con Azerbaiyán desde 1988 hasta 1994. Un nuevo episodio de violencia en octubre de 2020 reavivó el conflicto, hasta que ambas partes firmaron un acuerdo de paz favorable a Bakú, que recuperaba el control de buena parte del territorio. Al menos 6.500 personas murieron en aquella nueva escalada de violencia.

Sin embargo, la paz duró hasta septiembre de 2022, cuando Armenia acusó a Azerbaiyán de bombardear poblaciones cercanas a su frontera, como Goris y Vardenis, mientras que los azeríes acusaron a los armenios de “actos subversivos”.Las nuevas confrontaciones concluyeron meses después con una clara victoria militar de Azerbaiyán, que se aseguró el control de la región. Ahora, el gobierno azerí ha elevado la presión hasta el punto de forzar la disolución de la entidad política que se había formado para gobernar de facto el territorio, bajo control armenio.

“El conflicto en Ucrania ocupa toda nuestra atención y Azerbaiyán suministra un gas muy necesario”, explica a Protestante Digital el responsable de la Red de Paz y Reconciliación evangélica (PRN, por sus siglas en inglés), Johannes Reimer, ante la falta de respuesta a nivel internacional. “El Presidente Aliyev aprovecha esta oportunidad para resolver de una vez por todas el viejo problema del enclave armenio en su país”, añade.

Y es que, el pequeño enclave de Nagorno-Karabaj se ha convertido en una pieza relevante en la geopolítica mundial. “Azerbaiyán es necesario para el suministro de gas y Turquía utiliza la unión de Armenia con Rusia como argumento”, remarca Reimer.

Desde la Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés), se han mostrado preocupados en la 54º sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por la situación de bloqueo en el territorio a la llegada de ayuda humanitaria. “Pedimos al gobierno de Azerbaiyán que levante inmediatamente el bloqueo y permita el acceso de alimentos, medicina y combustible”, ha asegurado Wissam al-Saliby, representante de la WEA en la ONU en Ginebra.

¿Motivaciones religiosas?

Además del contenido sociopolítico de la disputa, que argumenta que una de las causas del conflicto es que Nagorno-Karabaj era una región poblada mayoritariamente por armenios en territorio de Azerbaiyán, Reimer también observa un componente religioso en el conflicto.

Y es que Armenia es una nación tradicionalmente cristiana que colinda con otros países de mayoría musulmana, como Turquía o la misma Azerbaiyán. De hecho, uno de los trágicos episodios históricos que ha cobrado relevancia diplomática en la actualidad es el genocidio de armenios cristianos a manos del Imperio Otomano en 1915.

“Estamos viendo la destrucción completa de una antigua cultura cristiana”, manifiesta Reimer. “Se trata de un conflicto etnopolítico en primer lugar, pero profundamente entrelazado con cuestiones religiosas”, ha añadido. “Sí, se persigue a los cristianos [armenios en Nagorno-Karabaj]”, ha remarcado.