El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Mientras las autoridades políticas dicen haber llegado a su límite, organizaciones cristianas reconocen la grave situación de crisis en el país, pero abogan por continuar siendo “agentes de amor”.
Las autoridades libanesas se han expresado como nunca antes lo habían hecho en cuanto a la cuestión de la acogida de refugiados. Dicen que el país ya no tiene recursos para seguir acogiendo al aproximadamente millón y medio de sirios que se encuentran en su territorio, y piden responsabilidades a la ONU. “El Líbano ya no puede ejercer el rol de policía para controlar este asunto por los intereses de otros países, porque no recibimos ningún tipo de ayuda a este respecto. El país está solo en esto y aguantamos toda la carga”, ha asegurado el ministro de Trabajo, Mustafa Bayram.
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Y es que Líbano se encuentra sumido en una grave crisis económica, social y política. La explosión del almacén en el puerto de Beirut hace dos años, la pandemia de la Covid-19 y un nuevo periodo de inestabilidad política, marcado por grandes manifestaciones y enfrentamientos entre grupos políticos y religiosos, han contribuido ha agravar la situación en el país, hasta el punto de que un informe del Banco Mundial se refiere a la del Líbano como, “posiblemente, uno de los tres episodios de crisis más severos en el mundo desde mediados del siglo XIX”.
Un escenario al que ahora se han añadido unas elecciones, las primeras legislativas desde la explosión en Beirut, que han supuesto la pérdida de influencia de Hezbolá y la entrada de nuevos partidos, fragmentando todavía más el Parlamento.
Organizaciones de carácter cristiano, como Merath, reconocen la gravedad de la situación en Líbano y no le restan importancia. “La crisis económica y social se ha descontrolado”, asegura la directora de comunicación de la entidad, Sophie Nasrallah. Según explica, la inflación (que hace meses alcanzó el 400%), la devaluación de la libra libanesa y la escasez de de gasolina y otros productos básicos “ha afectado a todos, incluidos los ya vulnerables, como los refugiados sirios, de los cuales más del 90% vive en extrema pobreza, o los trabajadores migrantes, atrapados en Líbano sin derechos ni recursos”. “Pero también”, añade”, “cada vez más familias libanesas, con más del 80% de la población viviendo ahora en la pobreza”.
Todo ello, subraya Nasrallah, lleva a pensar que, “efectivamente, la situación de los refugiados en el Líbano no es sostenible”, y que de hecho “no lo sería en ningún país”. No obstante, también alerta de intencionalidad política en las declaraciones del gobierno libanés ahora. “En el periodo previo a las elecciones de este año, haber mencionado la situación de los refugiados también es una forma de echar la culpa de la situación actual y distraer la atención de la gente”, remarca.
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Por su parte, el responsable de operaciones de la también cristiana Sociedad Libanesa para la Educación y el Desarrollo Social (LSESD, por sus siglas en inglés), Wissam Nasrallah, también considera que las quejas del gobierno libanés ahora tienen que ver con “una forma de aumentar la presión sobre el Fondo Monetario Internacional, agitando el espectro del malestar social”, para recibir el apoyo financiero que llevan tiempo reclamando.
Además, añade, “la guerra en Ucrania también está exacerbando los desafíos que enfrenta el Líbano, ya que alrededor del 90% del trigo que se consume en el país se importa de Ucrania y Rusia, lo que ha provocado un aumento vertiginoso de los precios y una gran escasez”. Para Nasrallah, es imposible negar que la acogida de refugiados “ha ejercido una presión significativa sobre una infraestructura nacional que ya estaba en dificultades”.
[photo_footer]Una calle en la ciudad libanesa de Tiro. / Radwan Skeiky, Unsplash CC.[/photo_footer]
La situación ha propiciado, además, un aumento de la inseguridad en el territorio. “La tasa de delitos ha aumentado. Casi cada semana escuchamos de personas secuestradas por las que se piden rescates para liberarlas. Los libaneses solían vivir y sentirse seguros, pero ahora son muy cuidadosos a la hora de ir a algún lugar y proteger sus coches y casas”, explica Izdihar Isaac, la responsable ‘Together for the family’, un proyecto de refugiados en Líbano que cuenta con el apoyo de Alianza Solidaria desde España.
Sin dejar de ser realistas en su ‘fotografía’ de la situación en el país, las diferentes entidades cristianas abogan por continuar sirviendo a quienes sufren más necesidad y llegan a Líbano buscando un refugio temporal. “Lo mejor que pueden hacer la ONU y los países occidentales es ser intencionales para facilitar el regreso de los refugiados sirios a Siria, y continuar ayudándoles a reconstruir sus vidas allí. Esto aliviará una enorme carga sobre la economía libanesa. Sin embargo, parece haber varias razones políticas que impiden que este enfoque se lleve a cabo. Si bien esto no está sucediendo ahora o en un futuro cercano, Dios nos llama a todos a ser agentes de amor y expresar ese amor al ofrecer cualquier ayuda humanitaria, educativa y vocacional posible a los refugiados”, puntualiza Izdihar Isaac.
Wissam Nasrallah habla de “un cambio drástico en las perspectivas de los cristianos locales en los últimos años”, en relación a la acogida de refugiados. “Al principio, la mayoría de cristianos se oponían rotundamente a ayudar a los refugiados. Al igual que otros libaneses, reconocieron el impacto negativo que una inmigración tan grande de personas tendría en sus propias vidas y bienestar. Para ser justos, muchos cristianos libaneses también quedaron profundamente marcados y traumatizados cuando las fuerzas sirias ocuparon nuestro país durante la Guerra Civil Libanesa (1975-1990). Muchos vieron a familiares asesinados o secuestrados a manos de las fuerzas sirias. Para muchos, todavía hay un profundo dolor personal que ha salido a la superficie con la llegada de los refugiados sirios”, explica.
Sin embargo, dice, “hemos visto a Dios moverse de maneras extraordinarias”. “Solo por su Espíritu lo hemos visto obrar a través de los cristianos para vivir el mandato tan real y difícil de ‘amar a tu enemigo’. Algunas iglesias que comenzaron siendo neutrales o resistiéndose a la hora de ayudar a los refugiados, ahora tienen ministerios prósperos que ayudan a miles de personas cada semana”, añade.
De ello dan cuenta desde Merath. Según explica Sophie Nasrallah, trabajan en colaboración con más de 20 iglesias evangélicas establecidas en el país. “Desde el comienzo de la crisis de los refugiados, han sentido el deseo de llegar a la comunidad y ayudar a las familias vulnerables de sus áreas. Les hemos estado ayudando a hacer precisamente eso durante los últimos 11 años. Hoy, a pesar de verse afectadas por la crisis, estas iglesias continúan respondiendo desinteresada e incansablemente a las abrumadoras necesidades que las rodean”, dice.
“No se meten en política. Ven a las personas con dignidad, independientemente de su nacionalidad o religión, como seres humanos creados a imagen de Dios. Gracias a colaboradores fieles en todo el mundo, pueden ayudar a miles de familias cada año, la mayoría de ellos refugiados, con asistencia alimentaria, packs con productos de higiene, de abrigo para el invierno, leche y pañales, educación para niños que no asisten a la escuela, y generando oportunidades de ingresos y de rehabilitación de viviendas. Para estas familias, es mucho más que una ayuda material. Es un recordatorio de que Dios no los ha abandonado, que Él se preocupa por ellos y cuidará de ellos. Y abre la puerta a un testimonio cristiano holístico y auténtico”, añade Sophie Nasrallah.
[photo_footer]Imagen de un asentamiento informal de refugiados en el Valle de Bekaa. / Russell Watkins, DFID, Wikimedia Commons.[/photo_footer]
A la luz de la rápida respuesta con la que la Unión Europea ha reaccionado en la acogida de los refugiados del conflicto en Ucrania, cabe preguntar acerca de la situación de estancamiento que llevan años experimentado centenares de miles de sirios en Líbano. Según ACNUR, en lo que va de año solo se han tramitado 6.341 solicitudes de reasentamiento, mientras que en 2021 se alcanzaron las 25.706 y en 2016 las 76.943. “En nuestra región, sabemos muy bien lo que es experimentar la guerra y cuidar a los refugiados y desplazados internos, y nuestro corazón se rompe por el pueblo de Ucrania. Nos alegramos por ellos, que al menos lleguen a experimentar tanta solidaridad y hospitalidad. Entendemos, desde una perspectiva humana, que los europeos naturalmente se sienten más cerca de los ucranianos porque se parecen a ellos”, asegura Sophie Nasrallah.
“Sin embargo, como cristianos estamos destinados a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, sin importan cuán diferentes parecen esos vecinos. Ese es el punto central de la parábola del Buen Samaritano. Todo el mundo es nuestro prójimo en esta tierra, y tenemos que ser un buen prójimo para todos”, añade.
Por su parte, Wissam Nasrallah se refiere más bien a una cuestión de “afinidad cultural”, pero recuerda el pasaje de Levítico 19:33-34: “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios”. Y asegura que “como iglesia no debemos discriminar, especialmente cuando se trata de ayudar a los necesitados”.
Aunque, al igual que Sophie Nasrallah, también se alegra de la solidaridad que la Unión Europea ha mostrado con los refugiados en Ucrania y lamenta la situación de guerra allí, Izdihar Isaac considera que a veces sienten que “existe una especie de doble rasero al ver a los países que sufren y al tratar a otros refugiados”. “Pienso en Yemen, Myanmar, Etiopía y recuerdo la horrible guerra en Irak, Libia y Afganistán, y siento cierta parcialidad”, defiende.
Isaac expresa gratitud “a muchas personas e iglesias en Europa que no olvidaron las crisis de los refugiados en otros países y que han sido fieles en sus oraciones y apoyo financiero a lo largo de los años”, pero también asegura que esperan “que las iglesias en Europa continúen viendo a otros cristianos en otros países como el Cuerpo Único de Cristo, y que extiendan amor y pasión a cada ser humano sin importar su género, raza o religión”.
Sophie Nasrallah también le pide a la iglesia en Europa “que no se olvide de nuestra parte del mundo, porque las necesidades humanitarias nunca han sido tan altas, y porque la crisis de Ucrania también tendrá repercusiones de gran alcance y de larga duración para nosotros”. Además, pide oración y apoyo financiero, “para que nuestras iglesias en el terreno no tengan que abandonar a las familias a las que han estado ayudando y con las que han construido relaciones sólidas”.
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